Los candidatos para ser presidentes de EEUU o primeros ministros del Reino Unido suelen ser personas que muestren una vida familiar ‘ejemplar’. Sin embargo, en Londres, la ciudad más liberal del Reino Unido y tal vez la más multi-cultural del mundo, ocurre algo distinto.
Los tres candidatos que representan a los tres grandes partidos son, en cierta medida, casos muy especiales. La prensa acaba de destapar el hecho que el alcalde laborista Ken Livingstone (que quiere ir hacia un tercer mandato) tiene 5 hijos con 3 mujeres distintas (dos de ellos nacieron de distintas madres casi al mismo tiempo) y que todos ellos con sus respectivas mamás se reúnen con él una vez a la semana.
Esto, sin embargo, no ha causado mella en él, pues sus otros contendientes tampoco tienen una vida familiar ‘ortodoxa’. El conservador Boris Johnson tuvo una larga relación extramarital y acepta haber consumido drogas. El candidato demo-liberal Brian Paddick tiene su pareja masculina y ha sido el policía gay de mayor rango.
Ninguno de estos temas pesa en contra de ellos, aunque, en el caso de Paddick, él concita expectativas en la comunidad homosexual más grande de Europa (la londinense).
Tampoco ninguno de estos candidatos refleja al aparato de sus partidos ni a los sectores tradicionales de ellos. En cierta medida los tres han sido escogidos por que sus partidos saben que, pese a que ellos tienen ciertas posiciones herejes, esto mismo les hace atraer votantes (algo así como el hereje McCain le puede permitir a los republicanos de EEUU ganar más votos que si llevaran a alguien del ala más conservadora de su partido).
Livingstone es enemigo de Bush y de la guerra de Iraq (que su partido apoya) y es un hincha de Hugo Chávez. En el 2000 él fue expulsado del laborismo aunque luego hizo un acuerdo para retornar a éste y convertirse en su eterno candidato para alcalde.
Paddick ganó la postulación del liberalismo cuando no tenía ni dos años de haber retornado a ese partido. Por su parte, él ha decidido una serie de políticas un poco a la derecha de las tradiciones del liberalismo y busca diferenciarse igualmente tanto de los conservadores como de los laboristas (cuando antes los liberales buscaban componendas con los ‘rojos’ contra los ‘tories’). Paddick, por ejemplo, quiere anular la extensión del peaje a la congestión en el centro oeste, aunque su partido usualmente ha tendido a ver con simpatías medidas para parar la producción de tanto gas de autos.
Johnson, por su parte, se distancia del discurso tradicional de su partido para frenar la inmigración, pues sabe que casi la mitad de Londres está compuesta por inmigrantes legales e ilegales. Es más, él ahora plantea una amnistía a los indocumentados, lo cual ha generado una fuerte reacción del jefe de su partido David Cameron.
Tanto Livingstone, Paddick como Johnson pueden plantear legalizar a los ‘ilegales’ pues saben que esa consigna es popular en Londres, pero sus partidos se oponen a ello pues a nivel nacional la mayoría de los británicos está muy influida por las campañas de los tabloides que atacan a los inmigrantes como factores que quitan empleos, hacen bajar los salarios, crean más carga en los fondos públicos o afectan los beneficios sociales.
Laboristas y conservadores son expertos en el arte de la escopeta de dos cañones. Para Gordon Brown no es un problema tener un alcalde laborista que plantee una política inmigratoria o anti-Bush opuesta a la suya pues sabe que, en el fondo, Livingstone avala los ejes de su política y que él está rodeado de asambleístas y militantes del ‘Nuevo Laborismo’.