Hace unos días el presidente Nicanor Duarte Frutos, en el fragor de la campaña que enfrenta a su partido con los seguidores del obispo Fernando Lugo, se refirió a la forma en que los periodistas paraguayos son humillados por la mafia que maneja en Paraguay los medios de comunicación, obligándolos a aceptar en retribución por su trabajo bonos de supermercardos o deteriorados automóviles introducidos ilegalmente al país.
Normalmente estos periodistas son obligados a hacer suyas las causas de sus patrones, a la sazón personajes incapaces de redactar una esquela, y que utilizan a sus medios y periodistas para sus guerras de mafias.
Por citar un ejemplo, cuando en junio del año 2007 el SPP emitió un comunicado sobre el caso RCTV, evitando tomar partido por la red de canales cuya licencia fue cancelada por Hugo Chávez en un hecho apoyado entre otras personalidades por el Premio Nóbel de Literatura Harold Pinter, o parlamentarios britànicos como Jeremy Corbin, Jon Crudas y Colin Burgon y otros, la patronal mafiosa de la prensa paraguaya no descansó hasta humillar a su propio sindicato.
Con una enérgica campaña forzaron una nueva reunión donde la dirigencia del sindicato fue humillada y obligada a retractarse, condenar enérgicamente a Hugo Chávez y además pedir disculpas a sus patrones. En la segunda convocatoria para redactar el nuevo comunicado, brillaron entre los antichavistas muchos de los que en más de una ocasión visitaron las embajadas de Venezuela y Cuba mendigando la solidaridad caribeña, para después condenar un comunicado favorable a lo actuado por la revolución bolivariana.
Incidentes semejantes dan la pauta de lo atadas que están las líneas editoriales de los medios de Paraguay a los designios de los grupos criminales que los manejan, y el grado de abyección imprescindible para ejercer la profesión de periodista.
Asisto con bastante frecuencia al local del Sindicato de Periodistas del Paraguay, por la proximidad que tiene con el lugar donde resido y sobre todo porque con frecuencia soy convocado para participar allí de eventos benéficos, rifas y otras primarias modalidades de recaudar modestas sumas de dinero, para ayudar a periodistas desempleados, enfermos, carentes de seguro médico, asistencia social y muchas otras vitales coberturas que hoy se ofrecen en cualquier país mínimamente organizado a los trabajadores y ciudadanos en general.
Con dolor en el alma debo decir que en ninguna de las ocasiones en que acudí a la sede en cuestión, pude reconocer por el lugar haciendo causa común con un miembro de su gremio a Aldo Zucolillo, a Alcibíades González Delvalle ni a la numerosa y bien ubicada familia Rubìn. Una sola moneda jamás ví caer de sus bolsillos para solidarizarse con algún colega en desgracia en estas frecuentes colectas organizadas por el Sindicato de Periodistas, cuya radio comunitaria fue sospechosamente asaltada en una oportunidad en las mismas narices de un destacamento policial situado en pleno Centro de esta capital sin que nadie se escandalice por ello.
La falta de conciencia gremial entre estas figuras emblemáticas del terrorismo mediático autorizado por el embajador norteamericano James Cason, resulta por demás agravada por el hecho de que estas personas son cada vez más conocidas por la solvencia económica que adquirieron, tras interminables años de administrar bienes inmuebles de generales de Stroessner, recibir tierras en retribución por animar los cumpleaños del dictador, engrosar sus cuentas bancarias con importantes sumas de dinero público recibido por propaganda oficial adjudicada de manera arbitraria e ilegal, e incluso por adjudicarse dinero de gobiernos extranjeros para emprender campañas siguiendo directivas de lejanos centros de poder.
Aunque alguno de ellos como Humberto Rubín repita una y mil veces que el dictador Stroessner le clausuró la radio, quienes se ocupen algo del tema podrán descubrir que en realidad apagó sus equipos para ahorrar los dólares que la National Endowment for Democracy le facilitó para seguir pagando sueldos a sus empleados.
En 1987 Radio Ñandutí recibió de la NED 121.880 dólares "para la conducción de formas de orientación democrática con énfasis en la activa participación de la audiencia en su auditorio de 300 sillas". Otros 92.400 dólares recibió de la NED para aguantar "las presiones gubernamentales". Poco después recibió 86.900 dólares "para la compra de un nuevo transmisor". A esto debe sumarse otros 41.000 dólares "para la publicación de libros". En cifras redondas, Humberto Rubín recibió 342.000 de la NED. Humberto Rubín y Aldo Zoccolillo, propietarios de Radio Nandutí y del diario "Abc-color" respectivamente. Rubín y Zuccolillo fueron invitados en noviembre de 1986 por George Bush, entonces Vicepresidente de los Estados Unidos de América (Archivo del Terror. Microfilm N° 00020F 0743).
En cuanto a la interna estronista de Zucolillo y Rubín con el funcionario de la dictadura Alejandro Cáceres Almada y otros personajes, es bueno recordar que el 29 de Septiembre de 1969 Humberto Rubìn galardonó a su tío, el ministro del dictador Stroessner Adán Godoy Jiménez, con el “ Micrófono de Oro ”. Entre los méritos del premiado figuraban haber sido locutor de “ La Voz del Coloradismo ” y “ Habla el partido colorado ” , además de haber demostrado una increíble y cruel frialdad como médico del Policlínico Policial, lugar donde se revivía a los torturados, para que la víctima no muriera antes de declararse comunista. Con tristeza debemos decir que auténticos luchadores por la democracia como Monseñor Ismael Rolòn recibieron tiempo después de manos de Rubìn un premio de categoría inferior, “ El Micrófono de Plata ”, entregado en el auditorio Jacinto Herrera en 1987.
También alguien debe recordar que las tan mentadas interferencias a radio Ñandutì, inaugurada por Stroessner y gracias al dinero del pueblo que alguna vez debe retornar a sus legítimos dueños, las hacía el recordado “ Manito Duarte ” , gran amigo y acreedor de los galardones de la mafia y el terrorismo autorizado que humillan al periodismo paraguayo.