El célebre as de la aviación nazi Hans Rudel tuvo con el general Alfredo Stroessner lazos en común que iban más allá de la ideología nazi y el origen teutón. Soldados de profesión, poco tardaron en desarrollar simpatía cuando el piloto nazi visitó al dictador de Paraguay en la misma residencia presidencial de Asunción. Tanto fue el entendimiento que Stroessner le encomendó delicadas intermediaciones para triangular armamentos que reportaron a ambos fabulosas ganancias.
Nacido en Konradswaldau en 1882, Rudel fue el soldado más condecorado de la historia del ejército alemán, habiendo recibido la condecoración con hojas de roble, espada y brillantes de manos de Adolf Hitler. Su foja de servicios oficial le adjudicaba haber destruido 519 tanques soviéticos, 11 aviones enemigos y haber hundido más de 70 embarcaciones. La propaganda alemana llegó a afirmar que obsesionado por los daños que le causaba Rudel, Stalin llegó a ofrecer cien mil rublos por su cabeza durante la Segunda Guerra Mundial.
Concluida la guerra mundial, fue trasladado a un campo de oficiales de alto rango en Inglaterra, donde convaleció de algunas heridas. Interrogado por los aliados, nunca manifestó arrepentimiento por los horrores del nazismo.
Cuando los ingleses le mostraron fotografías del holocausto judío, defendió a Hitler comparando esos crímenes con los impíos bombardeos de bombas de fósforo sobre Dresde y Colonia.
Entre 1948 y 1956 Rudel estuvo en Argentina, y se cuenta que desde allí ayudó a Mengele a huir hacia el Paraguay. Como asesor de la Fuerza Aérea Argentina, Rudel logró introducir en las altas esferas del poder a numerosos ex dirigentes nazis que se ocultaban en Sudamérica, y que a través de su fama se relacionaron con poderosos generales de Brasil, Argentina y Paraguay. Entre sus protegidos estuvo Otto Skorzeny.
Socio empresarial de Josef Mengele, en Alemania se dedicó a la industria y tuvo alguna participación en política intentando hacer renacer el nazismo sin éxito.
Así como el carnicero de Lyon Klaus Barbie logró montar una sociedad en Bolivia durante la dictadura de Luis García Meza, trabajando para el ministro de la cocaína Luis Arce Gómez, el antiguo as de la aviación nazi concertó lucrativos negocios con Stroessner.
Precisamente Barbie visitó Paraguay en el verano de 1974 a invitación de Rudel, donde el 7 de febrero mantuvo un encuentro con ex camaradas de las SS en el restaurant de un agente del servicio secreto alemán, el empresario gastronómico Gerardo Wagner. Importantes sumas se amasaron con un profuso tráfico de tanques, cañones de alto calibre, morteros, ojivas y explosivos como para pertrechar un ejército. Los principales contactos paraguayos eran el administrador de una zona franca en Brasil, Justo Eris Almada, y un influyente general vinculado al Operativo Cóndor, Alejandro Fretes Dávalos. Se trataba de armamentos para la Sudáfrica del apartheid, que tenía veda en materia de estos pertrechos por resolución de la ONU.
La enorme cantidad de material nunca hubiera pasado desapercibida para los servicios de la Bundesnachritendienst alemana o la CIA, pero como se dirigían a un gobierno anticomunista en plena guerra contra fuerzas de izquierda donde incluso participaban combatientes cubanos, todo quedó encubierto en beneficio de la civilización occidental y cristiana.
Se sabe que Stroessner llegó a adquirir en Alemania dos submarinos de ataque también para la República Sudafricana, con cuyos líderes del apartheid había trabado una muy provechosa relación política, militar y financiera. El caso de unos submarinos para un país mediterráneo sin costas sobre el mar llamó la atención de la justicia alemana, que abrió procesos posteriormente, pero nunca fue denunciada en la prensa paraguaya por razones obvias.
Habría que esperar todavía una década para que el coraje de personeros del periodismo venal y mercantilista como Aldo Zucolillo iniciará sus campañas de denuncias por intereses políticos y crematísticos, y décadas para desempolvar su memoria tan selectiva a la hora de ventilar prontuarios. Lo mismo podríamos decir de antiguos funcionarios de los años del terror que siguen disfrutando de la impunidad y altos cargos en el gobierno paraguayo merced al silencio cómplice de este antiguo financista de centros de detención y torturas, congresos anticomunistas y otras obras filantrópicas hoy oportunamente metido a propagandista neo marxista.
Aunque Klaus Barbi alcanzó a ser expulsado de Bolivia en 1982 para enfrentar a un tribunal francés, la muerte sorprendió a Hans Rudel llevando una plácida vida en Rosenheim, a la edad de 66 años, en el año 1982. Murió sin renegar de sus ideales nazis ni de la causa de Hitler, condenando el atentado del 20 de julio de 1944 encabezado por von Stauffenberg.
El mismo destino de Rudel parece esperar a muchos antiguos maccartistas de la prensa y represores que sirvieron a Stroessner y al Operativo Cóndor, merced al abigarrado conglomerado de nazis y marxistas que llega por estos días al poder en Paraguay, en ancas de la misoginia y el machismo.