El rescate de Ingrid Betancourt ha sido aplaudido por todos los gobiernos occidentales y ella ya se perfila como candidata al nobel de la paz o a la presidencia colombiana. Al margen de lo que uno pueda simpatizar o no con su drama, lo cierto es que su caso muestra ciertas inconsistencias de parte de todas las repúblicas que la reclaman como ciudadana.
En Francia ella fue recibida como héroe nacional pese a que ni ella ni sus padres nacieron allí y a que ella ha pasado la mayor parte de su vida residiendo en otras naciones. Sarkozy, presidente de Francia y de la UE, saluda su retorno a un país en el cual no ha querido vivir en las últimas dos décadas, al mismo tiempo que pide más firmeza en la ‘directiva del retorno’ con la cual se pretende poner en la cárcel (hasta por 18 meses) y expulsar a más de 8 millones de inmigrantes irregulares (muchos de ellos colombianos o que hayan nacido en países de la UE o hayan pasado en ésta un mayor porcentaje de sus vidas que Ingrid).
En vez de de dar el trato que hoy él le da a Ingrid al resto de sus compatriotas en la UE (los mismos que, a diferencia de la ex candidata presidencial colombiana, tributan y contribuyen a la economía y sociedad de ésta), él quiere darle a decenas o cientos de miles de ellos un poco del trato carcelario que Sarkozy acusa a las FARC de haberle propinado a Ingrid.
En Colombia Uribe no piensa utilizar el episodio para ir dando más democracia o derechos humanos, sino para buscar una nueva re-elección con el cual corre el riesgo de seguir el sendero de Fujimori. Esto último podría conducir a la derrota militar de las FARC pero a costa de generar una semi-autocracia que podría acabar como el resto de presidentes latinoamericanos de derecha que se han re-elegido dos o más veces: depuestos por levantamientos sociales o militares.
La versión oficial del gobierno es que esta vez un rescate (a diferencia del 2001 o del 2007 donde murieron una ex ministra u 11 diputados) fue pacífico. Uribe rechaza el reporte de importantes medios francófonos quienes afirman que se pagó una fortuna a varios guerrilleros. Empero, una burla tipo film de Holywood a la guerrilla más antigua y experimentada que hay (Tirofijo estuvo 6 décadas en el monte) solo puede mostrar una extrema crisis o que la liberación de Ingrid se haya dado mediante un acuerdo con un ala de las FARC (tal vez para debilitar a otra o bajo lazos con Chávez quien acababa de pedir una liberación ‘a cambio de nada’).
Tal vez haya quienes nos cuestionen por ser tan cuestionadores. Empero, el triunfalismo lleva a la ceguera y ésta puede acabar aconsejando a Uribe a que entre a un tercer mandato con lo cual él subiría hasta el cielo para luego poderse desplomarse hacia un abismo.
91%
Este es el porcentaje de aprobación que hoy tiene el presidente colombiano según un sondeo publicado en el principal diario crítico a éste (El Espectador). Ningún otro mandatario en Occidente goza de tal apoyo, el cual también puede ser único en la historia colombiana.
A las izquierdas y derechas ello puede marearles. Para los ‘socialistas’ los gobiernos más populares deberían ser aquellos que redistribuyan la riqueza y aminoren la brecha social, pero Uribe hace lo opuesto y por eso -según ellos- él es quien aplica las medidas más ‘anti-populares’. La fuerza de Uribe no radica en los programas sociales tipo Chávez, sino en que ofrece orden y acabar con una guerra interna de seis décadas.
Derechistas de otras naciones quisiesen emular a Uribe pero carecen del ‘mal’ que precisamente a él le ha hecho tanto ‘bien’ (una longeva subversión ante la cual proponer mano dura). Millones de uribistas firman planillones para que su líder sea electo, aunque si ello se da a la larga esto podría acabar con él.
Tal vez no hay ningún presidente de EEUU que haya caído tanto como Bush (de haber bordeado el 80% de popularidad cuando invadió Afganistán a estar hoy debajo del 30%). Si Uribe no deja la ‘altanería’ y de buscar perpetrarse en el poder hay el riesgo que él empiece a ir cayendo desde el 91% a menos del 19%.