Ese día a las 8:50 de la mañana estallaron 3 explosivos que se detonaron en un lapso de 50 segundos en 3 vías del tren subterráneo muy separadas. Una hora después (9:47 am) una bomba explotó en un bus. Estas 4 detonaciones se dieron en 4 puntos cardinales distintos en el centro de Londres. Los trenes habían partido desde la estación de King Cross (la ‘cruz del rey’), la que tiene más rieles de toda la urbe (por allí pasan 6 líneas del subterráneo y encima están dos estaciones de tren que conectan a Londres con el norte de Inglaterra y Escocia y que hoy se ha convertido en la única estación del tren internacional veloz que llega al continente). El objetivo era marcar una cruz de sangre sobre lo que los fundamentalistas islámicos consideran la principal sede europea de los ‘cruzados’, quienes les están invadiendo en Afganistán e Iraq.
Los atentados se dieron en medio de trenes en camino con lo cual el humo se veía en las estaciones de partida y destino dando la impresión que fueron el doble de atentados. Los ataques a trenes se sucedieron al este entre Liverpool Street (sede de una de las principales estaciones de trenes de Inglaterra) y Aldgate East; al oeste entre Edgware Road y Paddington (otra estación de tren clave, la misma que conecta el tren veloz al mayor aeropuerto del país (Heathrow); y al sur entre Kings Cross y Russel Square. Una hora después se produjo un cuarto ataque en el bus de dos pisos de la ruta 30 cuando pasó cerca de este último destino en la plaza Tavistock.
Crucificar a los ‘cruzados’
Los atacantes no lograron hacer la tal cruz y dos semanas después otra ola de atentados fue frustrada. Empero, lo que hicieron marcó profundamente al país y al mundo.
En la matanza murieron 4 terroristas y 52 pasajeros civiles y además hubo entre 700 a 800 heridos. Esta es una cifra menor a la de EEUU o de España. Si bien eso demostraba que la capacidad de Al Qaeda de producir más sangre había estado en decrecimiento desde el 11-S, la novedad era que se trataba del primer ataque suicida dentro de la Unión Europea y, lo más importante, era que los perpetradores no eran extranjeros árabes que habían venido solo para inmolarse (como pasó en el 11-S y el 11-M), sino personas nacidas en Reino Unido y de origen no árabe (aunque sí del subcontinente indio).
El atentado se dio en medio de una fecha muy importante. En la víspera Londres festejó a lo grande el que había logrado derrotar a París para ser la sede de las olimpiadas del 2,012 y en ese día se iniciaba en Escocia la 31’ cumbre del Grupo de los 8 países más ricos. Bin Laden quiso humillar al principal socio de George Bush: Tony Blair (quien acababa de asumir la presidencia rotativa del consejo europeo y quien fue el anfitrión de tal cita). No solo se trataba de empañar al gobierno británico mostrándolo como incapaz, sino también de conmemorar el cuarto aniversario de los choques de Bradford. Esta, la ciudad británica con la segunda mayor población proveniente del subcontinente indio (85,000 personas, la gran mayoría de ellos mahometanos), fue el escenario de un enfrentamiento campal entre jóvenes musulmanes y asiáticos junto a la Liga Anti Nazi contra los neo-nazis del Partido Nacional Británico (BNP), el mismo que produjo varios incendios y casi 300 detenidos.
El 7/7 en la historia británica
El 7/7/2005 no fue el peor bombazo que haya tenido Londres. El 24 de abril de 1993 el IRA produjo un mega-atentado que destruyó varios edificios en la City en un área de 500 metros a la redonda. Unos 140,000 metros cuadrados de oficinas fueron afectados. Los daños ocasionados superaron los mil millones de libras (dos mil millones de dólares). Me acuerdo ver como el humo generado se veía desde todas partes en la mayor urbe europea y como uno no podía transitar por muchas manzanas que fueron selladas por la policía.
Sin embargo, allí solo hubo un muerto y 44 heridos. Los atacantes quisieron afectar a los negocios pero alertaron al público para que se vaya. En el 7-7, Al Qaeda quiso golpear a la propia población, incluso sin importar que muchos de ellos fuesen musulmanes. Dos de los atentados se dieron en zonas mahometanas: Edgware Road (principal calle árabe del Reino Unido) y en el este de Londres en medio del mayor barrio bangladeshí del país.
La estrategia de ambos grupos era distinta. El IRA aspiraba a presionar al Reino Unido para que les reconociese como fuerza beligerante y les haga concesiones en Irlanda del Norte. Al Qaeda, en cambio, quería intimidar a los civiles europeos para buscar que sus países se retiren del Asia occidental.
Esta no era la primera vez que el metro de Londres, uno de los más antiguos y extensos del mundo, sufría atentados, pues ello había ocurrido antes en 1885, 1913, 1939, 1973 y 1976. Sin embargo, este era el que más sangre y daños produjo.
Ciertamente que Londres había tenido antes episodios más sangrientos. Durante la II Guerra Mundial miles de personas y casas fueron bombardeadas desde Alemania. Casi al final de ésta Hitler dio uno de sus últimos manotazos y el 27 de marzo de 1945 lanzó un misil en Stepney (cerca de King Cross, desde donde partieron los suicidas del 7-7-2005) que mató a 131 personas.
A nivel de atentados terroristas hay uno que en Reino Unido produjo más víctimas que el 7-7. Este fue el de la voladura del vuelo 103 de Pan Am en Lockerbie (Escocia) el 21 de Diciembre de 1988 en el cual perecieron 270 pasajeros. Aún hoy se acusa a Libia de haber propiciado dicho ataque.
Lo que diferencia a las matanzas del 7-7 de estas dos últimas masacres es que los ataques no fueron lanzados desde el exterior, sino que fueron planificados y ejecutados por nativos.
El 7-7 marcaba un punto nuevo en la historia británica. Antes el principal foco de atentados lo conformaban los irlandeses opuestos a la ocupación británica del norte de su isla, pero en sus acciones el IRA siempre quiso evitar mucha sangre pues su propaganda iba centrada en ganar el auditorio del público británico.
Esta vez los casi dos millones de musulmanes británicos se convertía en sospechosos de ser el semillero de una nuevo forma de terrorismo, la cual no buscaba ganar el apoyo de la población local sino generar en ella el mayor pánico posible, por lo que su meta era producir la mayor cantidad posible de daños humanos (antes que materiales, como en el caso del IRA).
Los irlandeses históricamente fueron la minoría más marginada en el Reino Unido. Sin embargo, esto ya ha ido cambiando y hoy la etnia que más reclama sufrir discriminación es la mayor minoría religiosa del país: los mahometanos.
Si los irlandeses son isleños vecinos, los musulmanes británicos vienen en su gran mayoría de lo que fuera el Pakistán occidental y el oriental. Mal llamados como ‘pakis’ por los racistas ellos tienen un color de piel, vestimentas, costumbres, lenguas y ritos mucho más diferenciados que los irlandeses que son católicos de idioma materno inglés.
Tras el 7-7 se produce un cambio en la percepción del peligro interno en Reino Unido. La comunidad más vigilada por la policía ya no es la irlandesa (la misma que se ha pacificado tras el desarme del IRA y la incorporación de su brazo legal al gobierno de Irlanda del norte) sino la islámica. Esto, a su vez, hace que los uniformados estén más alertas a la gente de color cobrizo (por lo que no es casual que la única víctima de los escuadrones antiterroristas fuese al brasilero Jean Charles de Menezes el 22 de julio del 2005, 15 días después de los atentados).
Además, el método de operación de Al Qaeda es diferente al del IRA. Mientras los republicanos irlandeses se reclaman socialistas, se acercaban a los sindicatos y a la izquierda, y buscaban tender puentes hacia el resto de la población; los fundamentalistas musulmanes de Al Qaeda son socialmente conservadores y muy anticomunistas, que están dispuestos a auto-inmolarse y que su meta es producir la mayor cantidad de muertes civiles posibles.
Repercusiones
Tradicionalmente dentro de los políticos británicos ha habido varios sectores que han simpatizado con la causa irlandesa, pero hoy nadie guarda ninguna ligazón con Al Qaeda (ni si quiera el parlamentario pro-musulmán y anti-guerra George Galloway).
Ken Livingstone, líder de Londres en 1981-86 y alcalde de Londres en el 2000-2008, era partidario de reconocer al IRA. En cambio, él, quien para entonces era la principal figura de la izquierda y el británico más votado de todos los tiempos, ha sido muy duro contra Al Qaeda y ha apuntalado con todo a la policía para producir mayor vigilancia y arrestos.
El propio laborismo (quien siempre tuvo un ala pro-republicanos irlandeses y anti-guerra) nunca ha tenido ningún sector que deje de repudiar los atentados de Al Qaeda. El propio Livingstone introdujo la tarjeta electromagnética Oyster (ostra) que debe ser usada al entrar a cualquier bus o tren y que registra los movimientos de todos los pasajeros (permitiendo indirectamente un mayor control policial).
Paradójicamente el partido que más medidas de seguridad propone no es el conservador sino el centroizquierdista (el laborismo). Tras los atentados este último ha redoblado sus intentos de hacer que todos los británicos tengan un carné de identidad con microchips que muestren toda la vida de uno (algo que se oponen todos los demás partidos). Hoy la policía tiene la potestad legal de interferir cualquier llamada, texto o email. Mientras tanto los movimientos de los habitantes están monitoreados con el uso de tarjetas para el transporte (Oyster) o para compras (una de ellas, la Néctar, registra la mitad de las transacciones de compras domésticas) y por uno de los sistemas de cámaras en las calles más extensos a nivel mundial.
Tantas medidas de seguridad son consideradas por muchos en Reino Unido como una interferencia en su propia privacidad y una restricción en sus libertades. Encima, varias veces se han reportados la pérdida de discos duros con información sobre datos muy privados de todos los ciudadanos.
Hacia una democracia policial
No hace mucho nadie necesitaba tener papeles de identidad. La policía nunca usaba armas de fuego y las redadas casi eran inexistentes.
La presencia de policías con armas ya no es inusual y en el transporte público aparecen constantemente grupos de uniformados corpulentos pidiendo tickets (y en algunos casos identificación). Hoy hay vigilantes con detectores de metales y hasta puertas desarmables detectoras puestas en la entrada de festivales o escuelas. Hasta a los menores de edad se les revisa bajo el argumento de detener una ola de ataques de cuchillos, la misma que se ha ido gestando por el incentivo de la ola de violencia, la creciente desigualdad social y la influencia de la media norteamericana.
La ley más controversial es una que Brown acaba de hacer raspadamente pasar en la cámara de los comunes según la cual se prolongará el periodo de interrogación policial sin cargos para los casos de terrorismo de 28 a 42 días, cifras mucho mayor a la de EEUU u otras potencias. La derecha y el centro se oponen a ello y es posible que la cámara de los lores acabe perforándola.
Todos estos cambios han empujado al laborismo, tradicional enemigo de los recortes de los derechos humanos y de los inmigrantes, en una de las fuerzas que más pide la ‘policialización’ de la sociedad. Todos los partidos aceptan mayores poderes a la fuerza pública y más restricciones a los inmigrantes.
Las masivas protestas contra la guerra no evitaron que ésta se diera y Reino Unido sigue siendo el principal aliado de EEUU en Iraq y Afganistán. A diferencia de Australia, España o EEUU la oposición no plantea salir de Iraq sino que apoyó dicha invasión. Los conservadores, quienes ya duplican a los laboristas en las encuestas, quieren estar en el poder para Mayo del 2010 y desde allí ser más duros en medidas policiales y anti-inmigratorias (aunque puedan desechar la introducción de los carnés de identidad).
Recientemente algunos pensadores vinculados al gobierno han manifestado su disposición a poder realizar conversaciones con Al Qaeda. Al fin y al cabo gente que antes Londres tildó como ‘terroristas’ (Khdafi, Adams o Mandela) ahora están en buenos términos con ésta. Mandela acaba de estar en la capital inglesa festejando su 90 aniversario rodeado de Clinton, Brown y muchas celebridades y cobrando altas cuotas de ingreso para su fiesta.
Empero, por el momento no se avizora un diálogo con Bin Laden, algo que difícilmente se haría si los republicanos se mantienen cuatro años más en la Casa Blanca.
El 7-7 ha marcado una tendencia que parece no será revertida y que se profundizará. Esta se traduce en mayor intervención policial en la vida privada de las personas y en la vida nacional, y menores derechos a los inmigrantes.