Una parte del funesto pasado de terror que el imperio norteamericano sembró en Latinoamérica quedará sepultado el próximo jueves 26 a las 10 de la mañana, cuando se descubran placas recordatorias en homenaje a las personas detenidas y torturadas durante la dictadura de Alfredo Stroessner en el mismo sitio de su calvario.
Se trata del edificio situado en la calle Chile con los números 1072 y 1066 de la capital paraguaya, que fue la sede de la mencionada Dirección de Asuntos Técnicos, organismo creado por la dictadura de Alfredo Stroessner con el apoyo de la CIA norteamericana, el 3 de mayo de 1957, y clausurado el 22 de diciembre de 1992, tras el descubrimiento del Archivo del Terror luego de las arduas investigaciones del activista por los derechos humanos, abogado y pedagogo Martín Almada.
El macabro centro tuvo un único director, Antonio Campos Alum (que continua prófugo de la Justicia) y un asesor enviado por el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, el coronel y abogado Robert F.K. Thierry quien instruyó a fuerzas policiales y militares en las denominadas “técnicas anti-subversivas” y en lo que posteriormente se conoció como manuales de interrogatorios de la CIA. Los testimonios de las víctimas estimadas en varios miles, señalan que en el edificio actuaban varios torturadores y un servicio de espionaje dirigido por la embajada norteamericana que fue responsable del clima de terror imperante en Paraguay durante varias décadas.
El esfuerzo antisubversivo coordinado entre las dictaduras surgió de las insistencias de la CIA en aumentar el entendimiento de los órganos represivos, para lo cual concertó los primeros encuentros entre los servicios de inteligencia y sugirió la vigilancia recíproca de los exiliados políticos. La división de servicios técnicos de la CIA suministró también los equipos de tortura eléctrica, diseñó el esquema de cárceles clandestinas y elaboró los manuales de interrogatorios que hoy volvieron a tener vigencia bajo la administración de George W. Bush.
Simultáneamente se habilitará un “parque de la memoria” bajo protección de la SEAM, y será administrado por la Secretaría de Cultura, las autoridades nacionales competentes en derechos humanos del Paraguay, con el consejo de las organizaciones de derechos humanos, de víctimas y de familiares de desaparecidos y ejecutados del Paraguay. Uno de los aspectos relevantes será la forestación con especies nativas de más de 500 árboles con el nombre, apellido, fecha de nacimiento, desaparición o ejecución y perfil de los más de 500 desaparecidos y asesinados, luchadores por la libertad y la igualdad que cayeron frente a la dictadura y el terrorismo de estado en el Paraguay. El significado del espacio, como lo expresa un elocuente documento del activista por los derechos humanos Federico Tatter, es que “la verdad y justicia se construyen en base a luchas y conquistas ciudadanas que reivindican sucesos históricos tal como lo vivenciaran los protagonistas, desde abajo, desde el compromiso profundo de una sociedad mejor. La verdad, la justicia y la memoria, como coordenadas históricas de acompañado caminar, se construyen a partir de actos testimoniales, investigaciones, archivos, expresiones culturales, recuperación de centros de detención, construcción de espacios memoriales, que con su diversidad de lenguajes y expresiones, se transforman en símbolos y espacios donde se depositen, preserven y expongan todo aquello que tiene valor probatorio y demostrativo de los hechos históricos”.
El clérigo-presidente Fernando Lugo, que fue presentado en su momento como un “obispo de los pobres” y teólogo de la liberación marxista a pesar de ser apuntalado por una constelación de movimientos financiados por USAID, IAF y NED, se encuentra un tanto distanciado de estos simbolismos y acontecimientos. En un lujoso centro de conferencias, junto a su gabinete de neoliberales, participa en estos días de un seminario que ofrece el Banco Mundial, recibiendo catecismos de la misma institución que proveía credenciales falsas a los asesinos a sueldo del imperio como Dan Mitrione.
Pero la indiferencia de los líderes comprometidos con la embajada norteamericana no es el único obstáculo para el esclarecimiento de la sangrienta memoria reciente en Paraguay, donde se omite todo el tiempo al hablar del dictador Stroessner que su gobierno duró más de tres décadas merced a créditos, financiamiento, apoyo estratégico, informes de inteligencia, torturadores altamente especializados y adiestramiento de fuerzas represivas proveídos por Estados Unidos. Los organismos de coacción imperialista también han penetrado los archivos del Terror para sanearlos de papeles comprometedores, y la mayoría de los investigadores que hurgan en ellos reciben auspicio de la Fundación Rockefeller, entre otras.
Se apoderaron así de buena parte de la memoria del país. inficionando la intelectualidad cortesana que ha vendido el recuerdo de quienes sin pactar con sus verdugos ni recibir dádivas de nadie, como verdaderos patriotas paraguayos, pagaron por la libertad como lo hicieron los rebeldes de las Trece Colonias bajo el rey Jorge III, sufriendo persecución, cárcel, destierro y muerte.
Después de todo, como escribió Thomas Payne en su famosa arenga a los patriotas estadounidenses en 1776, el cielo sabe cómo poner precio justo a sus bienes y sería extraño, en verdad, que un artículo tan celestial como la libertad no fuera tasado a un alto precio.