A raíz de que el ejército colombiano incursionó en la madrugada del sábado primero de marzo en territorio ecuatoriano para matar a Raúl Reyes y a otros 18 combatientes de las FARC, el presidente ecuatoriano Rafael Correa denunció la violación de su soberanía nacional. El también sostuvo que el presidente colombiano Álvaro Uribe le mintió cuando le informó que sus tropas hicieron tal acción persiguiendo a estos ‘terroristas’. Según Correa lo acontecido fue una ‘masacre’ hecha contra gente que estaba dormida y utilizando el apoyo de una gran potencia (con lo que sugiere que EEUU estuvo detrás de ello).
Bogotá ha dado varias versiones. La inicial es que sus tropas persiguieron a “terroristas” a quienes dieron alcance en la frontera sur, aunque luego el médico forense ha declarado que el cadáver de Reyes mostraba el haber estado durmiendo y Oscar Naranjo, jefe policial colombiano, ha declarado que la base de las FARC no era móvil sino fija (y que en ella se demuestra que ha habido lazos con el gobierno de Quito).
Tras ello Quito ha expulsado a la embajada colombiana y ésta, al igual que Caracas han retirado a sus embajadas de Bogotá, al mismo tiempo que han movilizado miles de soldados a su frontera con Colombia. El presidente venezolano Hugo Chávez ha sido muy enfático en decir que si Colombia hubiese hecho algo similar en su propio suelo ello hubiese significado un causal para entrar a una guerra. Al plantear ello y al enviar diez batallones a su borde occidental, Chávez quiere mostrarse como un firme defensor de la soberanía de su nación y contra la injerencia de EEUU (a quien acusa de ser el poder tras Uribe). Ese incidente le sirve para reforzar su tesis de ir hacia una fuerza militar conjunta del ALBA. Para Teodoro Petkoff, uno de los líderes de la oposición, ello es una maniobra que busca utilizar su mandatario para unir a la nación contra él y evitar que siga perdiendo bases de apoyo.
Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, calificó el “asesinato” de su “compañero” Reyes como una “provocación total” para matar no sólo a él sino al proceso de paz, pues Reyes era, antes que un líder militar, el hombre que estaba en contacto con varios gobiernos del mundo para encaminar un proceso de paz y diálogo. Para Managua mientras las FARC estaban liberando, Uribe está asesinando. La dureza de Ortega muestra no solo su posición como ex comandante guerrillero sino también el choque que tiene su país y Colombia a raíz de que ambos reclaman ser las dueños de las islas de San Andrés y Providencia.
Las posibilidades que se produzca una escalada militar y que se vaya a la primera guerra que involucre a más de dos naciones sudamericanas en más de un siglo no son muchas, pero ello ha de generar nuevas crisis y una carrera armamentista. De hecho ello sigue haciendo agonizar a la Comunidad Andina de Naciones, cada vez más resquebrajada entre sus dos socios grandes (Colombia y Perú han hecho TLC con EEUU) y sus dos socios menos poblados (Ecuador y Bolivia son parte del ALBA). También afecta al importante comercio bi-nacional entre Venezuela y Colombia (para esta república éste representa el segundo mercado tras EEUU, el mismo que le genera $US 6,000 millones).
Brasil y Panamá, otros dos vecinos de Colombia, tienen gobiernos de corte socialdemócrata que también quisieran una salida negociada a su conflicto interno. El Perú, quien tiene un gobierno más afín al de Colombia y una experiencia más similar en guerra interna, ha mostrado su cautela. Esto, al mismo tiempo que Lima antes ha denunciado que las FARC tratan de entrar en su s territorio y que acaba de capturar a varios activistas “bolivarianos” que se reunieron en un congreso internacional de Quito a quienes les acusa de ser “terroristas” que buscan sabotear la cumbre que se realizará en Lima entre Europa y América Latina y el Caribe.
A pesar que Uribe se ha ganado rechazos a nivel internacional, él querrá subir sus bonos a nivel interno. El en su nación tiene altos índices de popularidad y viene de auspiciar una masiva marcha internacional anti-FARC. Tras este incidente él busca demostrar que la dirección de las FARC no es inmune y que se le puede derrotar.
El avivamiento de tensiones internacionales servirá, paradójicamente, para que tanto el derechista Uribe, como sus rivales izquierdistas Correa y Chávez quieran potenciarse como líderes de sus respectivas naciones. Uribe, a pesar de preferir una salida militar al conflicto interno, sabe que tiene que ir negociando con la guerrilla, y Chávez, pese a querer que las FARC se legalicen y se transformen en alternativa legal de poder, sabe que durante un buen tiempo su vecino tendrá que atacar militarmente a sus amigos ‘bolivarianos’ de las FARC.