La sorpresiva cancelación de la Cuarta Ronda de negociaciones del Acuerdo de Asociación (AdA) de la Unión Europea con la Comunidad Andina de Naciones (UE-CAN), la cual debiera haberse llevado a cabo del 7 al 11 de Julio, ha puesto en evidencia las serias dificultades por las cuales tal AdA atraviesa en la presente coyuntura y las cuales comprometen su viabilidad, al menos, en los términos en que originalmente se había planteado. En este artículo pretendemos repasar un poco los hitos en torno a esta negociación y, de paso, desnudar su verdadero carácter: el de una nueva imposición neoliberal, de talante colonialista, que se disfraza de "Asociación".
El AdA UE-CAN: cuña para imponer un TLC
El AdA UE-CAN es un instrumento que se propone redefinir las relaciones entre el bloque sudamericano y la UE, apoyándose en negociaciones en tres pilares: comercio, diálogo político y cooperación. Durante cerca de un año, en respuesta a las denuncias de diversos movimientos populares, la UE se encargó de repetir hasta el cansancio que estos acuerdos no constituían un Tratado de Libre Comercio, sino que iban mucho más allá, y entendían el libre comercio como un aspecto, en armonía, con objetivos sociales y políticos que tenían por eje la altruista misión de "ayudar" al desarrollo andino. Esto, pese a que uno de los objetivos explícitos del acuerdo sería el establecimiento en un plazo en ningún caso superior a los 10 años, de un Área de Libre Comercio. Pero aunque la UE desmintiera que el AdA no era otra cosa que un TLC maquillado, desde el inicio formal de las negociaciones en Bogotá (Septiembre del 2007) comenzó a perfilarse nítidamente el carácter neoliberal de estas negociaciones.
Pero no fue sino hasta la Tercera Ronda de Negociaciones, que se llevó a efecto en Abril del corriente año en Quito que no se terminó de caer la fachada desarrollista de estos acuerdos. Fue entonces cuando toda la elevada retórica social-demócrata dio paso a la verdadera naturaleza neoliberal del AdA, la cual hasta entonces, era más que evidente debido a que el supuesto equilibrio armónico entre los pilares era desmentido en la práctica por el hecho de que, de 14 mesas de trabajo, 11 están abocadas al pilar comercial. En aquella ocasión se bloquearon tres mesas de negociación (servicios e inversiones, propiedad intelectual y comercio y desarrollo sostenible); el gobierno de Bolivia, con el respaldo de Ecuador, pidió que para el establecimiento del libre comercio no se consideraran tan sólo variables temporales (un plazo de no más de 10 años según la propuesta europea), sino que se tomaran también en consideración la necesidad de excluir temas de la agenda, tales como privatización de servicios y de contratos públicos, así como el establecimiento de hitos claros, de carácter social, y no meramente plazos de calendario para producir la apertura comercial. Además, en esta ocasión se siguió considerando como base de las negociaciones comerciales los acuerdos de libre comercio que Perú y Colombia han desarrollado con EEUU.
Esta naturaleza neoliberal, por si aún alguien tenía dudas, terminó por revelarse en Mayo de manera preocupantemente agresiva cuando en Lima, durante la V Cumbre de Jefes de Estado de Latinoamérica, el Caribe y Europa, cuando el comisario de comercio de la UE, Peter Mandelson, planteó en una reunión de la UE-CAN que el AdA era esencialmente un TLC y que no aceptaría propuestas por fuera de este marco, y agregó que quien insistiera en estas propuestas, en alusión directa a Bolivia, se vería excluido de la Cuarta Ronda de negociaciones. Aunque el eurodiputado Helmut Harkov, presidente de la comisión de comercio internacional del parlamento europeo, se apresurara a contradecir a
Mandelson y a plantear la necesidad de reforzar los pilares de diálogo político y cooperación, a la vez que buscar alternativas al libre comercio (como reforzar el sistema SGP+), el énfasis neoliberal en las negociaciones ya se evidenciaba claramente aún a los ojos del más incauto.
Evo Morales, en alusión a las palabras de Mandelson, se refería en duros términos a la imposición de un TLC por parte de la UE "No es posible que nos diga: acepten el formato del Tratado de Libre Comercio o quedan fuera de la negociación (...) Queremos un comercio, pero justo, que nos permita buscar el equilibro entre continentes, entre familias" [1].
¿Crisis en la CAN?
Pero en la cumbre de Lima también se hizo mucho más evidente que la integración andina a través de la CAN se está resquebrajando por todas partes: el impulso de acuerdos bilaterales de libre comercio con EEUU, por parte tanto de Colombia como de Perú, ya habían producido una fisura reciente cuando en el 2006 Venezuela decidió retirarse del Comunidad alegando que éstos dañaban a la comunidad en su conjunto. El retiro de Venezuela no significó el término de los problemas a causa de estos TLCs: de hecho, Bolivia no ha ocultado su voluntad de demandar a Perú en caso de que este implemente en estos meses el TLC ya aprobado con los EEUU, pues dice que no solamente sería contrario a la normativa andina, sino que afectaría al resto de los países. Esto, por algo muy elemental: siendo la CAN un mercado dentro del cual los productos circulan libres de tarifas, que un país entre en un TLC con los EEUU o con cualquier otro país, hace que productos o inversiones de estos terceros países puedan ingresar al resto de los países que están fuera del tratado, usando al país de la CAN que lo ha firmado como plataforma.
Hasta ahora, la naturaleza regional, de bloque a bloque de la negociación, ha puesto una gran presión en la CAN, exacerbando las marcadas diferencias sociales y económicas de sus cuatro países miembros, su dispar visión política, y alentando de esta manera las tendencias centrífugas. Tanto los gobiernos de Bolivia como de Ecuador han planteado que no quieren TLC y que esperaban que la UE se mantuviera fiel a su promesa de hacer del AdA algo diferente. Vale la pena mencionar que, si alguna vez sinceramente creyeron en la honestidad de las promesas "desarrollistas" y "social-demócratas" de la UE, aún después de que Mandelson hiciera pública la orientación del bloque europeo en su documento "La Europa Global", entonces o pecarían de una abismal ingenuidad o de un pésimo asesoramiento.
Por otra parte, los gobiernos de Perú y Colombia han manifestado una adicción al libre comercio mayor aún que la de sus pares europeos, y han entrado en un agudo desacuerdo sobre el tema de la propiedad intelectual con Bolivia, particularmente en lo relativo a la patentación de la biodiversidad -el pasado 14 de Agosto se modificó la Decisión 486 sobre Propiedad Intelectual, la cual es fundamental para impulsar el TLC peruano con los EEUU y también el AdA. Mediante ella se busca cambiar el carácter obligatorio de la Decisión y convertirla en una mera recomendación para poder así "Ampliar los plazos y facilidades en la solicitud de patentes y registro multiclase de marcas; Introducir especificaciones adicionales que limitan la divulgación de una invención; Compensar por retrasos en el otorgamiento de una patente; Eliminar la obligatoriedad de registrar los contratos de licencia de uso de marcas; Dar mayor protección a las marcas frente a las denominaciones de origen; Establecer un régimen de mayor control de la propiedad intelectual en la frontera que se extendería a los transportistas." [2]
¿Negociaciones en paralelo?
Esta contradicción interna en la CAN, ha sido hábilmente utilizada por una UE, con una perenne vocación imperialista, que ve con especial interés a un mercado que, aunque hoy sea relativamente insignificante para sí, es potencialmente importante, con sus 97 millones de habitantes, y con un creciente entre los dos bloques.
Es así como comienza la UE a cambiar el discurso, desde el énfasis en la negociación regional, hacia la negociación en paralelo: Ecuador y Bolivia, por un lado, Colombia y Perú, por otro. De la negociación con los primeros, se excluirían los temas económicos, mientras que con los segundos se avanzaría en la creación del TLC. En palabras del propio Mandelson "Si ellos (ed. Bolivia y Ecuador) sienten que el momento no es el adecuado para entrar en el mismo compromiso que, por ejemplo, Colombia y Perú sienten que pueden suscribir, entonces respeto sus deseos", añadiendo que ambos países podrían suscribir lo acordado con Colombia y Perú cuando se sintieran "listos" [3].
Todo suena muy democrático, pero (y siempre hay un "pero") el gran problema es que esta es una manera tramposa y de apariencia "democrática" -como todo en la UE- de, en efecto, ignorar las propuestas provenientes de Ecuador y Bolivia que son alternativas al libre comercio. Con ello la UE demuestra que no le interesa el diálogo sino que la imposición de una agenda neoliberal: y si Bolivia o Ecuador no quieren aceptar estas condiciones ahora, pues tarde o temprano tendrán que hacerlo, y luego de ser excluidos de la negociación económica y sus propuestas luego de ser desechadas, tendrán que aceptar, eventualmente, lo negociado por Perú y Colombia cuando se sientan "listos". Esto ni es democrático ni responde a la necesidad de una "negociación propiamente dicha, lo cual implica que se busque un punto de encuentro que no sea inaceptable para ninguna de las partes, esfuerzo el cual la UE no ha tenido la voluntad de realizar.
Los gobiernos de Colombia y Perú, rápidamente, se hicieron eco de las palabras de Mandelson. La Ministra de Comercio Exterior peruana, Mercedes Aráoz, fue quien primero aprobó luces sobre esta involución en las negociaciones, al afirmar que "Es necesario acelerar la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y la Unión Europea (UE), pero respetando las prioridades de cada país andino" [4]. Aráoz agregó que "se avance a ritmos distintos. Perú quiere ir más rápido, y creemos que las negociaciones podrían culminar antes de marzo del año 2009". El presidente peruano, Alan García, la secundaba, mostrando que tal visión no era sólo una "escapada" de una ministra algo irresponsable: "Tenemos que entender que las oportunidades se pasan, si uno se pone a discutir temas filosóficos se pasa el tren y otros países aprovecharían la relación con Europa" [5].
Por su parte, el presidente colombiano de extrema derecha, Álvaro Uribe, se expresaba en términos semejantes: "Soy de la idea de que aquellos países que hemos manifestado estar listos para entrar a negociar respetemos las velocidades, las flexibilidades, las decisiones que sobre el tema tomen Bolivia y Ecuador, y a su vez que expresen que respetan la voluntad de Colombia y Perú de avanzar a una pronta conclusión de negociaciones" [6].
En efecto, esta tendencia de impulsar dos negociaciones en paralelo profundiza la crisis al interior de la CAN y compromete su viabilidad como bloque económico -esto, sin mencionar el impacto que la implementación del TLC con la UE tendría por las mismas razones que ya hemos explicado con relación al TLC Perú-EEUU. Colombia y Perú, en tal caso, terminarían siendo los mediadores para que los productos y capitales de estas potencias ingresen libres de aranceles hacia el resto de la CAN.
Esta división al interior de la CAN, en realidad, no es tan coyuntural y responde a la pequeña guerra fría que se libra en el continente entre los sectores cada vez más minoritarios que siguen el Consenso de Washington y los gobiernos de corte populista y "progresista". Esto fue planteado con claridad meridiana por el Presidente de la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas de Perú (CONFIEP), Jaime Cáceres Sayán, quien afirmó:
"Perú debe insistir en desmarcarse lo más posible de Chávez (...) tenemos que desligarnos totalmente y tratar con otros países de que se logre el TLC con la UE", expresó. No obstante, dijo que si no fuera posible la negociación en bloque, "creo que como peruanos debemos hacer lo posible para conseguirlo de manera individual" [7].
En este afán por impulsar el TLC a cualquier precio, la UE, si bien no está creando las contradicciones reales que ya existen en el seno de los miembros de la CAN, si las están exacerbando al punto de convertirse en un factor de presión que puede llevar a la inminente descomposición de la Comunidad. Tal rol es, por decir lo menos, contradictorio con el objetivo inicial del AdA según lo expresado por la UE: "Un aspecto importante de este acuerdo, es que será negociado de región a región para así dar un mayor ímpetu al proceso de integración regional de la Comunidad Andina" [8]. O sea, nuevamente, estamos ante una situación en la cual las promesas de la UE son totalmente contradichas por la realidad.
¿Qué es lo que se viene con las negociaciones?
Ante todas estas dificultades, era de esperar que la cuarta ronda de negociaciones, que debería haberse realizado a comienzos de Julio haya sido cancelada de manera unilateral por parte de la UE, con el argumento de que la CAN no había podido acordar posiciones respecto a temas de interés para los europeos, como el área de servicios o Propiedad Intelectual (la cual fue "resuelta" recién a mediados de agosto).
De una parte, tanto Ecuador como Bolivia se oponen a un TLC, aunque recientemente, la decisión del gobierno ecuatoriano de apoyar la modificación a la decisión 486 sobre Propiedad Intelectual, la cual agrava la crisis en la CAN, pareciera indicar que Ecuador está más dispuesto a hacer concesiones a la contraparte neoliberal (Perú y Colombia) de la CAN que Bolivia. Por su parte, ni Colombia ni Perú están dispuestos a hacer ninguna concesión y, azuzados por la UE, parecieran estar dispuestos a romper si es necesario, a fin de impulsar nada menos que un TLC con la UE.
Sin embargo, pareciera que impulsar este TLC no será tan fácil, según el actual equilibrio de fuerzas en la CAN y, sobre todo, considerando la oposición que enfrentaría en Bolivia, en Ecuador y en Perú, país este último en donde el movimiento popular, tras una serie de paros y manifestaciones que han sido enfrentados con gran represión por el gobierno de Alan García, pareciera estar levantando cabeza.
Correa, en carta a la UE, plantea esto de manera más o menos clara: "creo necesario ratificar la decisión de mi Gobierno, que va más allá de la relación con la UE de no negociar tratados de libre comercio con ningún país. Creemos en el comercio, mas no en la apertura irracional e indiscriminada de mercados" [9].
Y las diferencias en las áreas de comercio y desarrollo sostenible siguen sin solucionarse, aún después de la reunión extraordinaria el 14 de Agosto, en la cual quedó en claro que no se encontrará acuerdo para una posición conjunta respecto a estos temas, con lo cual el destino de las negociaciones en bloque queda en suspenso.
Pero la UE probablemente también ponderó, a la hora de cancelar la ronda, en los problemas que podrían haber surgido por la reacción de rechazo que en toda América se hizo sentir en contra de las nuevas políticas de inmigración aprobadas en Junio. La Directiva Retorno, de momento pareciera poner otra traba en el avance de las negociaciones y, ciertamente, genera resistencia en los países andinos que tienen un número importante de inmigrantes en Europa y habría sido un asunto incómodo de discutir cuando Bruselas recibía dardos de todas partes, incluidas organizaciones internacionales de derechos humanos, por una legislación extremadamente represiva, que prevé incluso, la separación de los hijos de los padres en la eventualidad de la deportación y una retención hasta por 18 meses en centros especiales de detención. Lo más grave del caso, es que la UE se había comprometido, durante la Tercera Ronda de Negociaciones del AdA UE-CAN, en Quito, a integrar el tema de migración en la 4ª ronda de negociaciones. El aprobar la legislación, ignorando el compromiso de abordar este asunto con la CAN en la ronda de Bruselas, no demuestra mucho respeto por sus "socios" andinos, y demuestra el estilo de negociación de la UE de labia muy demócrata, mientras en los hechos se hace todo lo contrario...
Es poco probable que Uribe o García, pasen más allá de expresar su "malestar" (y no les queda otra, con los cerca de dos millones de inmigrantes andinos en Europa), pero Correa, en su calidad de presidente pro-témpore de la CAN, supeditó las negociaciones a la necesidad de derogar esa directiva. En sus propias palabras, "En caso de (...) que se afecten gravemente los derechos de la población migrante (...) mi gobierno considerará seriamente el retirarse de la negociación del Acuerdo de Asociación" [10].
En realidad, pese a que las fuerzas que impulsen el proyecto neoliberal y de libre comercio sean fuertes, la directiva retorno, que ha alimentado cierta desconfianza recíproca, y la grave crisis interna al interior de la CAN, exacerbada por las presiones de Bruselas, instalan un escenario en el cual no es sorprendente la cancelación de las negociaciones, ni será sorprendente si estas se abortan definitivamente, mientras la UE y el eje Perú-Colombia buscan otra fórmula para impulsar el ansiado TLC.
La pregunta es: de retomarse el diálogo, ¿cuándo se hará? ¿sobre qué bases se hará? ¿se insistirá en la fórmula de la negociación bloque a bloque o se abrirá la negociación individual, o a ciertos países de la CAN? Sea como sea, es poco probable que la UE ceda a las fórmulas que desde Bolivia o Ecuador buscan mitigar los aspectos más nocivos del comercio internacional y alterar, aunque más no sea tímidamente, las relaciones neo-coloniales y de dependencia que rigen el comercio norte-sur. No podemos esperar que la UE, que desde ya está consolidando su proyecto imperial de la "Europa Global" (pese al traspié irlandés con el referéndum de Lisboa), se busquen fórmulas solidarias de intercambio para los pueblos que solamente pueden ser construidas desde los pueblos.