En el marco de la V Cumbre de las Américas, treinta y cuatro mandatarios de Estado han representado a sus pueblos, con excepción de Cuba. En Puerto España, estos líderes políticos se han comprometido a trabajar arduamente para salvaguardar el futuro de sus ciudadanos a través de la promoción de la prosperidad humana, la seguridad energética y la sostenibilidad ambiental.
No cabe duda que es un fin inestimable. ¿Prosperidad humana?. ¡Wow!. Nada más excepcional que contemplar la idea de promover esta condición entre todos los americanos que carecen de ella.
Pero, ¿Es este el verdadero fin de todos estos líderes políticos? ¿Es este el preámbulo de un verdadero cambio en las políticas públicas latinoamericanas que sustancialmente promueven la prosperidad humana sin ideología?, O es una vez más, el epílogo de otra generación de políticos, quienes con estas cumbres sustentan su ego, a través, de muestras impetuosas de orgullo en sus principios ideológicos con los cuales promueven solo sus propios intereses para trascender trivialmente en la historia de un continente perpetuamente herido por este tipo de acciones insustanciales.
¿Y a Dios, que rol le es permitido por las ideas de estos hombres? ¿Existe Dios en los planes de Chávez, Evo y demás vasallos cubanos? Sus acciones ególatras carecen de todo espíritu divino, más bien, son el auge de la soberbia de individuos que desean ser admirados como deidades latinoamericanas.
Presidente Chávez, las venas abiertas de América no son una consecuencia exclusiva de la manera como los países desarrollados han humillado y explotado a los pueblos de Latinoamérica o porque el imperio del norte ha interferido en las políticas internas del continente los pasados dos siglos. Esas venas continuarán sangrando profusamente por la soberbia de líderes políticos quienes gobiernan para sí mismos y carecen de la humildad para servir a todo un pueblo.
Fomentar la polarización social, el caudillismo ideológico que divide, la corrupción estatal y la intolerancia política, limita la oportunidad de crear prosperidad humana.
Lastimosamente, esta tendencia política que contribuye a mantener las venas abiertas de América, no es limitada a la acción orgullosa y egoísta de los prosélitos cubanos, sino que se extiende hacia el resto de líderes, quienes, aún sin imponerse como deidades ideológicas, sucumben como muñecos a las presiones personales de su propio orgullo y así en el nombre del capitalismo, socialismo moderado, la libertad y la prosperidad, hurtan el futuro de las generaciones jóvenes de latinoamericanos.
¿Por qué es tan difícil para los hombres con poder político ser humildes y guiar sus acciones en el espíritu divino de Dios? Simplemente, porque el pecado capital más poderoso los posee y ese es el orgullo. Es el orgullo en las Américas.
Es el orgullo del presidente Chávez al regalar un libro de notas ambiguas que hacen referencia a un argumento legítimo pero decadente del siglo pasado. El del presidente Lula y prosélitos, de legitimar a una dictadura infame. El del presidente Felipe Calderón de no aceptar que la violencia del narcotráfico que azota la república mexicana es el resultado de un sistema corrupto que ha sido incapaz de transformar.
El del presidente Antonio Saca, como líder del país más pequeño del continente, de sucumbir a los millones de dólares del limitado tesoro nacional y una inicua partida secreta, para engrandar sus empresas radiales y así, gastar millones de dólares en la construcción de una casa con matices de palacio Aladino en una colina que tiene como horizonte la pobreza, la violencia y la falta de esperanza de un pueblo que sangra cotidianamente.
Estos hombres y el resto de líderes que como ellos sucumben al orgullo, son la razón por la que América sangra. Las ideologías son un pretexto, que estos hombres utilizan para satisfacer su propio ego. Con ellos no existe posibilidad de prosperidad humana, porque la avaricia que produce la ambición de su orgullo les hace violar su juramento a Dios y arrasar con las esperanzas de los ciudadanos del continente.
Latinoamérica está sujeta a una clase política impúdica, hipócrita y pérfida a Dios. Me preguntarán, ¿Cómo te atreves a expresarte así de estos muy distinguidos ciudadanos? Solo puedo asentir que Dios todopoderoso me obliga.
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