Inaugurado hace treinta y cuatro años (34), el Grupo de países ricos y desarrollados, se ha ampliado a los países en vías de desarrollo, conocido como los países emergentes. Inicialmente estaban el Reino Unido, Estados Unidos de América, Francia, Italia, Japón y República Federal de Alemania. En los siguientes años se formó el Grupo de los siete (G-7), con la entrada de Canadá, en 1997 se transformó en Grupo de los ocho (G-8), con la entrada de Rusia. Al comienzo, Asia fue representada por Japón, generalmente mudo, aviniéndose ha lo que decidía la mayoría de los países occidentales desarrollados.
La Cumbre del G-20, como se le llama al grupo de países económicamente más desarrollados y las principales economías emergentes del mundo, se formó en 1999 y está integrada por los siete países más industrializados del planeta y las once economías emergentes más importantes del mundo: China, Corea del Sur, India, Indonesia y Turquía, en Asia; Arabia Saudita, en Oriente Próximo; Argentina, Brasil y México, en América Latina; Sudáfrica en el continente africano; y Australia, en Oceanía. Y está definido, el G-20, como un “foro de cooperación y consultas entre países en temas relacionados con el sistema financiero internacional”.
Después del “crack de Wall Street”; la presión popular fue fuerte y la urgencia económica presentó la ocasión de todo reinventar dentro de la polifonía del Nuevo Mundo. En noviembre de 2008, en plena crisis económica y financiera internacional, pareciera que fue la ocasión soñada para enterrar el “Consenso de Washington”.
Hay que concebir un nuevo “Bretton Woods” tomando en cuenta a los países del Sur, es decir a las naciones pobres y subdesarrolladas. Pero un nuevo acuerdo no se inventa de la noche a la mañana, el acuerdo de “Bretton Woods” en 1944, fue preparado por más de dos años antes.
Cuando el mundo está afrontando la agitación financiera más grave de la posguerra, la atención está centrada en las economías avanzadas y con mercados en ascenso afectadas de forma más inmediata, pero las repercusiones en los países pobres son mucho más graves. La cumbre del G-20 debe restaurar la confianza internacional, realimentar el crédito y fijar reglas claras de supervisión, en medio de la peor recesión mundial en décadas.
Los países reunidos en la Cumbre del G-20 representan el 80 por ciento de la población de la Tierra y generan casi el 85 por ciento del Producto Bruto Mundial. El G-20 fue diseñado especialmente para enfrentar situaciones de crisis financiera y económica como la de ahora, que es llamada global por unos pero otros prefieren decir que es mundial. De manera que esta Cumbre de Londres tiene una gran importancia, al haber sido convocada precisamente para buscar acuerdos y aprobar resoluciones o recomendaciones que permitan enfrentar apropiadamente la grave crisis financiera y económica mundial.
El débil crecimiento económico mundial está contrayendo los mercados de exportación y muchos precios de materias primas están desplomándose. La combinación de unas condiciones crediticias más estrictas en las economías avanzadas y perspectivas económicas más sombrías en los países con bajos ingresos, están afectando a las corrientes de inversión y están disminuyendo las transferencias enviadas por los trabajadores, que superan con mucho la “ayuda oficial al desarrollo” y que constituyen las mayores corrientes financieras destinadas a los países con bajos ingresos.
Los líderes del G-20 llegaron a un acuerdo para intentar superar la crisis económica, que incluye una reforma del sistema financiero y un fondo de 1 billón de dólares para los organismos multilaterales. El acuerdo se alcanzó tras duras negociaciones entre los países que, como Alemania y Francia, daban prioridad a la regulación del sistema financiero internacional y los que, como EU, abogaban por estímulos fiscales para impulsar la economía.
El primer ministro británico aseguró que el G-20 lanza un mensaje claro de que “en esta era global nuestra prosperidad es indivisible” y de que “son necesarias soluciones globales a los problemas globales”. Brown dijo que “el consenso de Washington está superado” y que ha llegado “un nuevo consenso”, en el que el comercio mundial debe convertirse “en un motor del crecimiento”.
Los jefes de Estado y de Gobierno acordaron una reforma del sistema financiero global, incluidos los fondos de alto riesgo, el control de las agencias de calificación y el establecimiento de un sistema internacional contable más claro. Los líderes políticos del G-20, grupo que representa al 80% de la economía y a dos tercios de la población mundial, acordaron además medidas concretas contra el proteccionismo y decidieron establecer sanciones contra los paraísos fiscales.
Frente a la peor crisis de la economía mundial en décadas (que aún no ha tocado fondo) los líderes concluyeron la cumbre al otorgarle principalmente al Fondo Monetario Internacional (FMI) la responsabilidad de lanzar advertencias sobre problemas futuros y evaluar si los miembros del grupo cumplen sus promesas acerca de la regulación y los paquetes de estímulo fiscal.
Esta crisis económica puede ser resuelta con decisiones políticas. La Ronda Doha sería uno de los componentes para aliviar a los países emergentes. Brasil, China, India y Rusia, los principales países emergentes, denunciaron la amenaza “cada vez más real” del proteccionismo y reclamaron que se le diera más dinero al FMI.
El FMI no es la única entidad internacional con mayores responsabilidades. La declaración incluye el establecimiento de los llamados colegios reguladores para ayudar a coordinar la supervisión de los mayores bancos del mundo. La Junta de Servicios Financieros (un grupo de reguladores internacionales con sede en Suiza) tendrá la misión de coordinar los grandes cambios regulatorios globales. La Organización Mundial del Comercio, por su parte, se encargará de velar por que los miembros del G-20 cumplan sus promesas de mantener a raya el proteccionismo.
El FMI fue el mayor ganador de la cumbre de líderes del Grupo de los 20. Los líderes mundiales acordaron cuadriplicar la capacidad financiera del FMI a US$1 billón (millón de millones) para manejar las crisis en los países en desarrollo y le encargaron al Fondo monitorear si los países del G-20 están estimulando sus economías suficientemente y reformando sus sistemas regulatorios.
Las tareas asignadas sin dudas pondrán a prueba la capacidad del FMI para reprender a sus 185 países miembros. El FMI generalmente emite advertencias privadas, no públicas, que los gobiernos de países poderosos suelen ignorar. Más recientemente, el FMI ha hecho campaña para que los gobiernos aumenten sus gastos de estímulo en 2% del Producto Interno Bruto, pero no dijo cuáles países no habían cumplido con la meta.
“El secreto bancario es una cosa del pasado”, subrayó Brown, quien añadió que es necesario “limpiar los bancos” para restablecer las líneas crediticias a empresas y ciudadanos, y que también habrá nuevas reglas sobre los bonos de los directivos bancarios.
No hubo acuerdo sobre nuevos estímulos para impulsar la economía, tras las distintas posiciones expresadas por EU y los países de la Europa continental, especialmente Francia y Alemania. Este apartado se quedó en una referencia a “hacer todo lo que sea necesario” para recuperar las economías del planeta. Socializar las pérdidas al mismo tiempo que se privatizan las ganancias es más preocupante que las consecuencias de la nacionalización de los bancos.
Ya se oyen voces contrarias, como por ejemplo, la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Navi Pillay, a quien le parece “que la política financiera no debería limitarse a los bancos, sino dedicarse a los seres humanos cuyas preocupaciones deberían estar al centro de los debates. La Cumbre del G-20 debería centrarse inmediatamente en las preocupaciones de los trabajadores y los campesinos pobres”.
Por otro lado, estoy de acuerdo con el Presidente del Ecuador (Rafael Correa), que dice que le parece “un error gravísimo tratar de resucitar al Fondo Monetario Internacional, utilizarlo para solucionar la crisis y ayudar a las economías emergentes, ya que, es uno de los grandes culpables de la crisis y del retraso de esas economías emergentes”.
La crisis está indisolublemente unida al sistema capitalista, de producción y distribución. Su principal exponente, Estados Unidos, ha sufrido dos grandes crisis a lo largo de su historia que golpearon su economía durante períodos de más de 20 años. Esta es la tercera y solo se recuperará de ella muy lentamente. La crisis no se resuelve con medidas administrativas ni técnicas, porque son sistémicas y afectan cada vez la economía y globalización del mundo.
* Jurista, Politólogo y Diplomático.