Querido señor Obama:
A propósito del conflicto entre Israel y los palestinos, usted declaró: “Si alguien disparara cohetes contra mi casa donde duermen mis dos hijas cada noche, haría todo lo que estuviera en mi mano para que eso acabara”.
¿Proteger a sus hijas? ¡Cómo le entiendo! Pero, para ser completamente correcto con sus hijas , ¿no les debería contar la historia de esta casa? ¿Decirles que usted se la robó a sus dueños? ¡Y también el jardín y todos los campos de alrededor! ¿Y que usted obligó a su antiguo dueño a vivir en la caseta del perro? Porque eso es exactamente lo que hizo Israel robando sus casas y sus tierras a los palestinos y obligándolos a vivir en campos de refugiados (véase los libros de los historiadores israelíes como Benny Morris).
Por consiguiente, querido señor Monsieur Obama, ¿podría usted pretender vivir en esta casa como si no pasara nada? Entonces, una pregunta nada más: ¿su “cambio” consistirá en repetir estas viejas mentiras sobre la casa, repetidas ya por sus predecesores?
Reciba, querido señor Obama, un saludo muy atento. Y diga a sus amigos que en esta tierra de Palestina hay sitio para todo el mundo, ¿a menos que una diferencia de religión o de color de piel plantee problemas a alguien?.