No tenemos escapatoria. Y el que crea lo contrario, sólo tiene que asomarse a la puerta de su casa para ver lo lindo que han decorado su calle, su colonia, su ciudad, el país entero.
El escritor y pensador vasco Fernando Savater planteó en el libro Política para Amador que la democracia es una paradoja, pues todos conocemos más personas ignorantes que sabias y más personas malas que buenas... luego es lógico suponer que la decisión de la mayoría tendrá más de ignorancia y de maldad que de lo contrario. Es decir que, si tal premisa la adaptamos a México, un país con una población de poco más de cien millones de habitantes donde el 50% vive en la pobreza y cuya prioridad es la de rajarse el lomo como burros para llevar un plato de frijoles a casa para que su familia no muera de hambre, no podemos esperar que esta mitad de la población (la cual tiene derecho al voto) tenga la capacidad de discernir qué diputado, qué senador, qué presidente municipal, qué gobernador y mucho menos qué presidente de la república es el idóneo para sacarlos de una vez por todas de la miseria en la que viven.
Por otro lado, el otro 49% de la población no es mucho más alentador: la clase media. Ya sea media baja, media media, media un cuarto, media tres cuartos, media alta o como quiera catalogarnos el INEGI, a fin de cuentas todas son medio idiotas, y quienes se sientan aludidos, vayan cambiando el canal de las telenovelas al canal de las noticias, donde nos relatarán un nuevo acto de desfalco e impunidad por parte de nuestros mandatarios, los cuales nos son tan ajenos y anónimos como lo son Octavio Paz o Carlos Fuentes, todo gracias a la glorificación de la que hemos hecho objetos a Maribel Guardia, Maite Perroni y demás suculentas y plastilizadas putizorras de la farándula. Y para muestra basta un ejemplo: pregúntale a la persona que tengas a un costado si está conforme con los políticos que nos gobiernan. La respuesta será obvia: “Todos los políticos son unos sinvergüenzas”, responderá el sujeto (por poner en un sus labios un calificativo decente), mitad indignado, mitad importándole poco el asunto. Y bueno fuera que la mitad más uno de su respuesta hubiese sido con indignación para que de una vez por todas el tipo apartara la mirada de las enormes siliconas que aparecen en la portada y en todas las demás páginas del Tv y Novelas y empezara a preocuparle su condición de descerebrado.
Pero resulta que la desgracia de este país es que un idiota es bien visto socialmente. Es más, ser un idiota te califica en automático para aspirar a algún cargo público; a mayor grado de idiotez, mayor la envergadura del puesto. Y si no lo creen escuchen a los políticos que nos dicen todos los días que somos unos tontos redomados:
“Tapizamos sus calles, sus colonias, sus ciudades y su país entero con nuestras horrendas y sonrientes caras y ni así son capaces de recordar nuestros rostros después de que votan por nosotros, y les robamos hasta el último peso de los bolsillos gracias a que están endiosados con los eventos que ocurren en el mundo de la farándula y de los deportes (que para el caso es lo mismo) que sólo embrutecen sus pequeñas mentes y les dejan sin neuronas para que les importe poco que el día de mañana terminemos de podrir a su país y sin tener siquiera que huir al extranjero, todo gracias a la democracia y a que no se tomaron la molestia de que les importara un bledo quién fue su diputado y su senador y su presidente municipal y su gobernador y su presidente de la república, y tenemos que agradecérselos tanto por ser tan palurdos y dejar que ahora seamos sus jefes y les digamos qué deben hacer y qué deben leer (aunque dudamos que lean en absoluto) y qué deben comer y qué deben vestir y cómo deben comportarse, pues son nuestros monitos cilindreros que bailan al ritmo que les toquemos, porque son unos cobardes a los que nunca les dio la gana de leer un libro para salir de la inopia y descubrir que nosotros los políticos somos simples empleados suyos y no al revés, y les repetimos sin el menor pudor que son tan palurdos e imbéciles que seguirán siendo nuestros empleados hasta nuevas elecciones, y no se preocupen, que en ese lapso su ignorancia crecerá tanto que ni cuenta se darán y nos elegirán nuevamente para que sigamos gobernándoles desde el anonimato mientras ustedes siguen elevando a la escala de semidioses a Lorena Herrera y a Jaime Camil y a Jorge Kahwagi, que aunque lo vieron en el Big Brother también en sus ratos libres es diputado o senador o lo que sea, y lo crean o no pero no nos importa siempre y cuando sigan votando por nosotros, así tengamos la osadía e inconciencia de arrancar hasta el último árbol de la biosfera para asfaltar de punta a punta la ciudad, y cuando te indignes y preguntes quién fue el responsable de tal acto de estupidez responderemos nosotros los políticos al unísono: fui yo... ¿y qué?”.