Seis de cada 10 mujeres peruanas han sufrido violencia ya sea física, psicológica o sexual. En Honduras un 33% ha sido objeto de violaciones por sus parejas actuales o ex parejas. Un amigo mexicano (Pérez Vásquez) describe así la situación en México: “Cuando llegan las mujeres a denunciar es muy factible que no se las escuche, o que se les pida que no interpongan la denuncia, o se les diga que como va a perdonar a su agresor, entonces ya no recibiremos la denuncia”. Concluye: “eso tiene que ver con una violencia institucional ejercida hacia las mujeres cuando piden ayuda a las instituciones”.
El feminicidio continúa a diario en Ciudad Juárez, y en Guatemala. Los crímenes quedan impunes. Tras las altas cifras de violencia contra las mujeres que sigue presentando América Latina, hay estructuras de machismo primario fuertemente enraizadas desde las cuales se las percibe como nacidas para la inferioridad y el sometimiento. Es la manifestación más dura de las discriminaciones de género.
Las mujeres ganan bastante menos que los hombres. En Suecia la relación de ingresos entre hombre y mujer es 0.81, en cambio en México 0.39, Chile 0.40, Argentina 0.54, y Brasil 0.58. Están concentradas en actividades de servicios y comunales, y en niveles inferiores, a pesar de sus grandes progresos en educación.
La condición de madre, glorificada en el discurso, se transforma en vulnerabilidad pesada en los hechos. La discriminación hacia la mujer embarazada, y lactante, opera fuertemente en el mundo laboral. Los plazos para lactancia están lejos de los seis meses prescriptos por la Organización Mundial de la Salud como fundamentales para el futuro del niño. Aún peor, el derecho más mínimo, la cobertura del embarazo y el parto no está garantizada en diversos países para todas las madres, y las tasas de mortalidad materna son bien elevadas.
Mientras en Canadá el 100% de los partos son atendidos por personal capacitado, en Centro América es sólo el 54.5%, en Guatemala el 31%, y en Perú la tercera parte de los partos no tienen esa protección mínima. En tanto que en Canadá mueren 5.9 madres por cada 100.000 nacidos vivos en Centroamérica son 118.9.
Hay progresos en la participación política, pero hay mucho por andar. Las mujeres son el 18% de los parlamentarios de América Latina, y sólo el 27% son ministras. En Suecia y España, el 50% son ministras. Tienen una baja participación en las alcaldías, sólo el 6.8%. Son sugerentes las diferencias de actitud ante las leyes de cuotas. Son bien vistas por el 88% de las mujeres, pero sólo por el 65% de los hombres.
Dadas sus vulnerabilidades y lugares de inserción, la crisis económica actual puede afectar, especialmente a las mujeres. También puede ser aprovechada como “excusa” para ejercer sin censura las discriminaciones. Se requiere más que nunca profundizar en lugar de “suspender” la lucha contra la discriminación de género, y proteger especialmente a las mujeres en riesgo, como las madres solas, pobres, jefas de hogar, sin cuya abnegada labor la pobreza sería por lo menos un 10% mayor en la región, según estimaciones de la CEPAL. Como lo reclama Ines Alberdi (Directora de UNIFEM) “la crisis tiene que ser el detonante para presionar por protección”.
Como dijo recientemente el presidente Obama, al crear un consejo presidencial para las mujeres y los niños, “la cuestión de la igualdad de género no es un asunto femenino, sino familiar y económico, que se logrará si cumplimos con la promesa de llevar la democracia a toda la ciudadanía”.
(*) El autor es Asesor Principal de la Dirección Regional para América Latina y el Caribe del PNUD.