En momentos de tragedia, muchos seres humanos, llenan su corazón de amor hacia quien sufre, hacen a un lado su propio dolor y entregan sus dos manos para abrazar el reto del que llora, haciendo posible que el caído se levante lleno de convicción por descubrir un mañana lleno de luz, el cual, disipe la oscuridad del dolor que vive.
La desgracia de algunos, a veces se manifiesta como un caudal tempestuoso, que emana del poder de la naturaleza y derrama sin compasión un torrente de rocas que los arrastra hacia la inmortalidad, como sucedió en El Salvador esta pasada semana.
La desolación y muerte que observamos a través de videos y fotos, despierta un sentimiento de solidaridad desde el exterior, que se manifiesta en acciones profundas de patriotismo y deseos incondicionales de hacer resurgir nuestro país. Lo hacemos tragedia tras tragedia, siempre actuando con buena voluntad y sacrificio, con el único interés de asistir al que sufre.
Este trágico acontecimiento, causado por la tormenta Ida, ha producido que nuevamente, un manantial de solidaridad nazca hacia nuestro pueblo y se manifieste como un caudal espiritual, que emana del poder de Dios en cada uno de nosotros y derrama con compasión un torrente de buena voluntad que alimenta, viste y reconstruye la vida del hermano desamparado.
En todas partes del mundo adonde habitan salvadoreños, se realizan diferentes tipos de actividades para recaudar fondos y materiales. Millones de dólares están siendo enviados al país, los cuales, hacen posible sustentar las necesidades primordiales de mas de diez mil damnificados.
Estos gestos de solidaridad con nuestro país en tiempos de tragedia nacional, se aúnan, a la solidaridad con nuestras familias por medio de remesas; a la solidaridad con el sistema económico, por medio del consumo nostálgico, turismo, inversiones, remesas productivas, pago de impuestos; a la solidaridad con el sistema político y social, al contribuir en el proceso, respetar resultados electorales y promover la democracia.
Ese es el precio de la solidaridad del pueblo en el exterior, el cual se paga con gusto por amor al país. Un amor, que no se rompe nunca, sino que al contrario, cada año se hace más intenso. Y por ello, la diáspora merece reconocimiento, pero no, con la banalidad de los discursos políticos, ni las medallas al protagonismo individual, sino, con el derecho a ser legítimamente reconocido como salvadoreño. Y eso, es posible únicamente, con darnos la facultad de ejercer todos nuestros derechos constitucionales desde el exterior, siendo el más importante, permitirnos ejercer el voto en las próximas elecciones para diputados en 2012 y Presidente en 2014.
El pueblo en el exterior espera que se materialice la promesa de los dirigentes del FMLN, quienes, por décadas nos han visitado en Estados Unidos, identificándose como verdaderos y legítimos promotores de ese derecho democrático.
No existen excusas ahora, ARENA, ya no es piedra en el camino que obstaculice el proceso. El FMLN, cuenta con un Presidente que se comprometió a hacer el derecho al voto en el exterior posible y con una alianza política en la asamblea legislativa que lo faculta para allanar el camino.
Desde el exterior hemos demostrado reiteradamente nuestra solidaridad con El Salvador, es tiempo, que el pueblo salvadoreño se solidarice con nosotros y nos apoye a lograr una victoria en nuestra histórica petición.
Dios guarde las almas de quienes dejaron de sufrir los látigos de la pobreza y la negligencia de sus lideres políticos y que bendiga a cada uno de los que en este momento de dolor nacional, han hecho lo mejor por ayudar a quien lo necesita. Bendiciones a todos.