Recientemente don Mel Zelaya visitó México, invitado por don Felipe Calderón. De esa manera, don Felipe se inmiscuyó, indebidamente, en los asuntos internos de nuestro país, contradiciendo la Doctrina Estrada que durante muchos años había guiado las relaciones internacionales de México. Pero bien, resulta que don Felipe ganó unas cuestionadas elecciones, y que el perdedor, don Manuel López Obrador, insiste en que el, don Manuel, fue el ganador y por tanto es el legítimo presidente de México. Después de haber sido homenajeado por don Felipe, don Mel se reunió con seguidores de don Manuel López Obrador, y en un arranque histriónico les dijo que era “mejor sentirse presidente que ser presidente”, en clara alusión a don Manuel. Don Felipe se sintió ofendido y procuró la pronta y discreta salida de don Mel de México. Como diría mi madre, “mal paga el diablo a quien bien le sirve”.
Más allá de la torpeza de don Mel, su frase permite entender su actitud durante los años que fungió como presidente de Honduras y también su reciente comportamiento. En efecto, don Mel no fue presidente de Honduras, pero si se sintió, y sigue sintiéndose, presidente. Permítanme explicar.
Desde que tomó posesión, don Mel se quejó porque, según él, el “no mandaba en Honduras”. Pensaba que ser presidente equivalía a ser capataz en una hacienda, donde la palabra del capataz es ley. Donde se hace lo que mande el capataz sin chistar, sin preguntar, y sin protestar. Nunca entendió la división de poderes, la necesidad de contar con pesos y contrapesos para evitar la concentración de poder en una persona, el papel de la prensa y de la sociedad civil. Cada vez que el sistema funcionaba para evitar sus excesos, don Mel reaccionaba denigrando la organización o el ente que impedía que el impusiera su voluntad. En efecto nunca entendió como funciona, y debe funcionar, una democracia. Como consecuencia, puede decirse que en el sentido estricto de la palabra, nunca fue presidente ya que nunca entendió lo que eso significa y como opera un estado democrático.
Sin embargo, si se sintió presidente. ¿Cuándo antes había viajado por doquier con gastos pagados por otros y en un estilo grandioso? Durante la Administración Maduro, el Presidente y su gabinete viajaron en clase turista y con viáticos modestos. Durante la Administración Zelaya me tocó encontrarme con varios de sus ministros, incluso con la entonces presidente del Central Ejecutivo, todos ellos viajando en primera clase. ¿Cuándo antes don Mel se había dirigido a la Asamblea General de las Naciones Unidas? ¿Cuándo había visitado la Casa Blanca? ¿Cuándo se imaginó el peor alumno de su clase en el Instituto San Miguel que una universidad española osaría otorgarle un doctorado honoris causa ? No es sorprendente, entonces, que aunque don Mel no entendiera que significa ser presidente, si entendía como gozar de ser presidente, como deleitarse en sentirse presidente.
Todo esto nos lleva a la situación actual. Don Mel continúa viajando, con su séquito de sicofantes, por todo el continente, en el estilo que el gusta: en avión particular y con todos sus gastos pagados por su mecenas, el Comandante Chávez. Viaja y es recibido por los presidentes de otros países, México, Chile, Perú, etc. Disfruta de excelentes manjares y deliciosos vinos, en compañía de los presidentes y actores políticos más importantes de otros países. Y hace todo esto sin ninguna responsabilidad y obligación. Su tarea consiste en simplemente hacer acto de presencia, repetir un gastado discurso, y, con suerte, no morder la mano que literalmente lo alimenta.
Visto esto, no es sorprendente que su cofrade, don Arístides Mejía, nos diga que don Mel no está interesado en regresar a Honduras. Póngase usted en los zapatos de don Mel y pregúntese que preferiría. ¿Sentirse presidente mientras viaja, come y bebe a su antojo, sin ninguna preocupación o responsabilidad, o ser presidente, regresar a Honduras, someterse a los tribunales y además asumir la responsabilidad de tratar de gobernar mientras se celebran las elecciones? Me parece que, desde el punto de vista de don Mel, la respuesta es obvia. Como el mismo ha señalado, “es mejor sentirse presidente que ser presidente”.
Algunos de sus seguidores no entienden esto y se manifiestan exigiendo el retorno de don Mel a la presidencia. No se han percatado de la posición de don Mel y resultan ser tontos útiles en la lucha de quienes sí entienden la situación. Los que entienden la situación realmente no están interesados en el retorno de don Mel, sino que en un cambio radical de nuestro sistema para transformarlo en lo que añoran: un sistema autoritario, por no decir dictatorial, al estilo de Venezuela, o mejor aún, Cuba. Estas personas buscan aprovechar un ambiente internacional favorable para imponer su voluntad. Convencidos que nunca lo lograrán por la vía de los votos, pretenden imponerlo por la fuerza. Don Mel es un simple instrumento. Ojalá que los hondureños entendamos esto. En cuanto a la opinión internacional, el tema dejó de ser noticia. Lo importante es asegurar el éxito de las próximas elecciones. Que la votación sea alta y que sean limpias. Ojalá que también entendamos esto.