La Jornada
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ACTUALIZADO: 19 DE JUNIO DE 2006
OPINIÓN
Tragedia en el día del padre
Por Isaac Bigio

El Diario La Jornada en Internet da lugar a este artículo del periodista peruano Isaac Bigio quien sufre como padre que el mayor de sus hijos José  le haya sido quitado por su propio Padre  el millonario de origen Sirio Rafael Bigio, propietario de las tarjetas de crédito Dinners Club en el Perú. El comentario se explica por sí solo en esta controversia familiar que esperamos se resuelva para ambos. El Día del padre se celebra en Perú el 18 de junio. En Nicaragua, Centroamérica, el 23 de junio.  

Londres.- Este Domingo es el único día de los 365 que tiene el calendario en el cual se recuerda a los padres. En esta fecha quién no quiere poder abrazar a uno de los dos seres que le dio la vida o compartir buenos momentos con sus hijos o con sus nietos? La humanidad no podría existir sin padres y el rol de éstos es fundamental para el desarrollo de toda persona en su vida.

Sin embargo, este día para mí será muy distinto. Pese al apoyo unánime que he tenido de parte de los diarios, revistas, canales de TV y radios peruanas así como de órdenes judiciales desde hace más de 9 meses sigo sin poder ver a José Bigio, el mayor de mis cuatro hijos, o si quiera poder hablar con él.  Lo que es más duro es saber que quien impide que él tenga cualquier contacto conmigo o con mis tres hijos menores  es mi propio padre, don Rafael Bigio.

Mientras muchos de quienes leen estas líneas la pasarán lindo con sus descendientes o se acercarán a sus padres, yo pasaré un día en el cual mi propio padre no quiere saludarme ni a mi ni a sus nietos menores, y que impide que mi hijo se comunique conmigo. Si bien mi tragedia es personal es un reflejo de muchos anacronismos sociales así como de la increíble ineptitud de la justicia en América Latina, de los abusos que sufrimos los inmigrantes latinos y de la herencia de los patriarcados del Medio Oriente.

Mientras el mundo conmemoró el 11 de septiembre pasado el cuarto aniversario de la mayor matanza que haya conocido Nueva York y del mayor atentado que haya sufrido los EEUU, para mi y mis cuatro hijos ese día fue el peor atentado contra nosotros.

A partir de esa fecha mi primogénito José Bigio, quien entonces tenía 15 año, fue desaparecido por Rafael Bigio Chrem, su abuelo paterno (mi propio padre), apenas él se enteró de una orden judicial que le obligaba a entregarme a mi hijo pues soy su padre y tengo la tenencia, custodia y patria potestad sobre él. Durante meses José fue retirado del colegio, escondido del resto del mundo y vetado de comunicarse con su padre, hermanos y amigos ya sea vía internet o teléfono.

En las semanas que sucedieron a dicho rapto organicé decenas de protestas en las calles y todos los medios, desde todos los principales diarios, radios y canales de TV a nivel nacional hasta periódicos y emisoras de las más recónditas provincias de la costa, sierra y selva del Perú expresaron su solidaridad con la lucha por la libertad de mi hijo José Bigio. Varios candidatos a la presidencia o al congreso me decían que ni ellos recibían tanta cobertura en la prensa como era este caso. A pesar que el 16’ Juzgado de Familia de Lima ordenó convulsivamente la entrega de mi hijo y que las divisions anti-secuestros y de desaparecidos de la Policía Nacional le estaban buscando, mi primogénito no aparecía.

En cualquier país civilizado quien hace semejante barbaridad iría a la cárcel. Sin embargo, el Perú sigue siendo un país donde el dinero y las influencias abren muchas puertas. Mi padre, Rafael Bigio, es el propietario de la tarjeta de crédito Diners Club (a la cual están adscritos las personas más acomodadas de dicho país), la misma que es parte del Grupo Citibank (la mayor empresa bancaria del planeta).

Mientras muchas personas envidiarían a uno tener un padre tan rico, en mi caso ha sido el martirio de toda mi vida. Su dinero siempre ha sido usado para querer manejar a todos los miembros de su familia como Vitto y Michael Corleone o Bin Laden manejan a las suyas. Con todo su poder él ha atemorizado autoridades y doblegado fallos. Igualmente se ha dotado de un ejército privado que impide que mi hijo sea libre.

La conducta de mi padre resulta para muchos irracional. Mientras hay muchos hijos y madres abandonadas que se desesperan por que los padres reconozcan o atiendan a sus hijos, en mi caso hay un padre que hace lo imposible por criar a su hijo y no le dejan verle.

Mientras todo padre normal protege a sus hijos y ayuda a que sus hijos críen a sus nietos,  don Rafael Bigio hace todo lo posible por destruir a su único varón, no quiere saber nada de tres de sus cuatro nietos varones y hace lo imposible por hacer que su nieto mayor se desconecte por completo de su padre y hermanos.

Congresistas peruanos de todas las tiendas, desde el humalismo al fujimorismo, me han dicho que ellos piensan que mi padre tiene serios problemas patológicos. Sin embargo, la conducta de mi padre es también un reflejo del medio que proviene.

Mientras que el mundo se libra una batalla entre los fundamentalismos de Bush y Bin Laden, mi propio padre es la encarnación de la mixtura de los defectos de ambos. Tanto los padres de mi padre como los de Osama provienen de acaudaladas familias árabes, las mismas que por generaciones han practicado un patriarcado donde el jefe de la familia actúa como tirano al que todos sus parientes deben obedecer sumisamente, donde las mujeres no tienen mayor valor y donde quien no se agacha ante el patriarca merece ser excomulgado y echado de la familia.

Mi padre, hijo de inmigrantes sirios afincados en Lima, ha querido manejar a su parentela como El Padrino. Fue Jeremy Corbyn, uno de los principales parlamentarios laboristas de Londres, quien me hizo ver esa comparación, aunque César Hildebrandt,  el reputado periodista peruano, me decía que mi padre había hecho algo que los Corleone, capaces de atacar a sus familiares, no se había atrevido a hacer: querer aplastar a su propio hijo. El constantemente se refería a Rafael Bigio en la TV como un ‘monstruo’, especialmente cuando le llegaron cartas donde mi propio padre le obligaba a mi hijo a insultarme (algo que demostraba que José está bajo gran tortura psiológica).

Mientras Bin Laden o los patriarcas árabes tiene un límite: tienen cierto respeto a dios y al clero, así como al amor filial; mi padre no cree en ningún ser supremo y tampoco es leal a sus hijos. Al patriarcado de Bin Laden le ha quitado su elemento idealista y religioso y ha exagerado sus defectos autoritarios.

Mientras Bush justifica su tesis de poder usar la fuerza al margen de las Naciones Unidas y la ley internacional bajo el argumento de defender la democracia, mi padre ha tomado de él la idea que quien tiene el poder puede hacer lo que quiera y desobedecer la ley, aunque sin dar ninguna justificación democrática. El combina el patriarcado tiránico de Bin Laden pero sin valores y creencias, y la autosuficiencia de la fuerza de Bush pero sin sus creencias religiosas o libertarias.

Así tenemos a un hombre que viola toda ley y principio de cualquier familia en el mundo. Tenemos a alguien que el poder le enceguese y que lo único que le importa es que todos en su familia le sean sumisos. Como su hijo mayor es un librepesandor entonces le quita a su primogénito, su casa, sus ahorros y su familia. Así cree que logrará doblegarme, cuando lo que ha hecho es potenciar mi independencia y capacidad analítica.

Los más grandes castigados son mis 4 hijos. A Alex (13), Carlos (8) y Daniel (4) le han privado de un abuelo y de un hermano, así como hecho que su padre gaste todo su dinero en juicios que nunca acaban. A José (16) le privan de un padre y de todos sus hermanos, y de su libertad, pues el pobre no puede ni ir al cine o a la calle sin andar con el abuelo y su grupo de matones.

Mi tragedia y la de mis 4 hijos no es sólo ante la prepotencia sino también ante la dureza de las políticas inmigratorias. Mi primogénito José vivía feliz con nosotros en Londres hasta días antes del 11 de septiembre del 2001. No quería separarse de nuestro lado, estaba en un excelente colegio y sus papeles inmigratorios estaban en regla. Sin embargo, mi padre apeló a un principio: todo menor extranjero es mejor que se críe en su país de origen y mientras haya quien le reclame allí no importa que el chico viva feliz con su padre y hermanos y que no quiere desprenderse de ellos.

Mientras mi padre gastó más de cien mil dólares en abogados ingleses (la mayor parte de ellos pagados con el dinero d e los contribuyentes británicos), yo me quedé sin dinero (gasté decenas de miles) y sin defensa legal, por lo que en un juicio que duró una semana no pude retener a mi hijo en Inglaterra.

Así las autoridades inglesas condenaron a mi hijo a vivir el resto de su infancia sin padre y hermanos. Mis derechos humanos como los de mis hijos fueron violados. No tuvimos derecho a la defensa legal y se nos separó contra nuestra voluntad.

Mi padre había convencido a las autoridades inglesas jurándole que él pararía juicios en Perú y enviaría cada 3 a 4 meses a mi hijo a visitarnos. No cumplió ninguna de esas dos promesas. Cada vez hacía más juicios, aunque nunca me quitó la tenencia de mi hijo. No solo que nunca cumplió con mandar a mi hijo sino que, cuando iba al Perú a visitar a mi hijo, no me permitía verlo fuera de su casa donde mi hijo estaba protegido con sus matones y privado de salir a la calle, jugar pelota conmigo o hasta ver a sus hermanos vía internet. Todo esto burlando las leyes del país donde estaba.

La ofensiva que ha hecho mi padre contra todos sus descendientes masculinos me ha logrado quitar mi casa, mi dinero y uno de mis hijos, también me ha impedido poder seguir dictando clases o investigando para la London School of Economics. Sin embargo, me ha permitido entender mejor al mundo y así mejorar mi percepción analítica.

Pese al comportamiento que tiene mi padre y a sus abusos, mi corazón no tiene odios y le hago llegar mis saludos por su día. Estoy lleno de amor por mis 4 hijos y se que tarde o temprano ellos se volverán a reunir y sonreirán juntos. A todos los padres del mundo les hago llegar mis saludos y espero que valoren el amor de sus hijos y de sus propios padres. En cuanto a mi no cesaré en mi objetivo de lograr que todos mis hijos se críen libres y llenos de amor.

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