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ACTUALIZADO: 04 DE OCTUBRE DE 2006

Mi encuentro con Ernesto Cardenal

 

El Padre Cardenal llego en un auto con un pequeño grupo de personas que lo acompañaban, entre ellos el poeta nicaragüense Bosco Centeno

< Marilyn Monroe, artista de cine

 Reproducción: Juan Arévalo
Por Guillermo Chacón Chaves

Me viene al recuerdo por primera vez Ernesto Cardenal, en una revista vieja que compre y en la cual aparecía su poema a Marilyn Monroe con la foto de ella sonriente como fondo. Era la primera vez que me topaba con una poesía dedicada con tanto fervor y sentimiento, me llamo tanto la atención que continué buscando más que leer de este escritor. Con el tiempo me di cuenta que no solamente se trataba de un poeta, sino de un sacerdote y de un  revolucionario por igual que luchó al lado de los sandinistas en Nicaragua para derrotar al dictador Anastasio Somoza. Por aquél entonces yo era un muchacho con muchas inquietudes de aprender, que compraba como loco revistas y libros usados. Cuando ingrese años más tarde a la Universidad Nacional pude conocer más de cerca la realidad latinoamericana y sus luchas, con ello me empapaba mucho más de la poesía comprometida del revolucionario Padre Cardenal.

Fue a raíz del V Festival Internacional de Poesía realizado en Costa Rica, en el mes de mayo del 2006 que pude conocerlo. El Padre Cardenal llevaba varios días en la capital en donde recibió un Doctorado Honoris Causa por la misma Universidad Nacional donde estudie. Se presento junto a varios poetas de Latinoamérica y de otros países en el teatro nacional en un evento que rindió homenaje a su compatriota la también celebre Claribel Alegría. Fue una mañana llena de ovaciones en que se dieron cita estudiantes, intelectuales, poetas y personas de diversa índole. Ernesto Cardenal recién terminada la actividad se marcho del recinto muy rápido, dándome apenas tiempo de darle la bienvenida a Costa Rica y de estrechar su mano. La primera imagen que recuerdo del padre Cardenal es de un hombre pequeño, de pelo totalmente cano, de tez blanca y algo regordete, llevando la clásica boina negra, la cotona blanca, unos jeans y una chaqueta azules, y por calzado llevaba apenas unas sandalias negras.

Pero poco tiempo después volví a verlo en una actividad realizada por el colegio de médicos y cirujanos con motivo de su visita al país. El Padre Cardenal llego en un auto con un pequeño grupo de personas que lo acompañaban, entre ellos el poeta nicaragüense Bosco Centeno. Lo salude al pasar y me miro con una sonrisa por entre aquellos lentes claros de metal y unos ojos muy despiertos. Entramos a la sala para dar comienzo a las actividades que aquella noche le rendían homenaje por su labor poética. Posteriormente hubo un acto cultural y después el Padre Cardenal dio inicio a un recital de algunos de sus más celebres poemas, entre ellos Oración por Marilyn Monroe.

Ya una vez concluida la actividad nos pasamos a tomar un cóctel en una salita contigua. Allí aproveche para acercarme al padre y pedirle que me firmara una vieja antología de poesía suya. Algunas personas más vinieron para que les firmara libros y a platicar con él, que se mostraba muy atento con todos y con todas.

Me senté muy cerca del padre Cardenal y mientras firmaba los libros que le pasaban, le comente que ya en algunas ocasiones andando por Nicaragua lo quise contactar sin tener éxito. Me dio la impresión al tratar de hablar con él, de que el Padre Cardenal es un hombre de pocas palabras, pero puedo entender esto muy bien y más aún por su vocación monástica. Sergio Ramírez quién es amigo suyo de años afirma que: “Ernesto es un hombre (estamos hablando de una persona de más de 80 años), es un hombre que siempre ha sido de pocos amigos, no es un hombre sociable que se sienta a contar chistes con cualquiera. En la intimidad él es muy abierto, muy expansivo, podemos hablar de todo, reírnos de todo. Yo creo que frente a la gente que no conoce él puede pasar por alguien odioso, por alguien que no es fácil de comunicarse con él, pero cada uno tiene su propio carácter".

Antes de terminar la recepción me presentaron a Bosco Centeno y platicamos bastante de su labor poética y más aun de su vida en la isla de Solentiname y hasta me firmo un pequeño libro de sus poesías que compre ahí mismo. Al fondo en un sofá de color verde estaba el Padre Cardenal con un whisky en la mano platicando con la Señora Marina Volio, ex ministra de cultura de Costa Rica. La música de un grupo amenizaba la noche y el vino y los bocadillos iban y venían. Le dije a Bosco Centeno – Me gustaría tomarme una foto con el Padre Cardenal, pero a lo mejor a él no le guste – y Bosco sonriendo y sin pensarlo mucho me pidió la cámara. Me encanto ver el resultado de la fotografía, el Padre Cardenal con un vaso tomando whisky y yo a un lado con una copa de vino.

Salimos de la actividad ya entrada la noche era una noche fresca con olor a poesía en el aire y con sabor dulce de vino en la boca. Me vinieron imágenes de Granada, la casa de los abuelos, el lago, la iglesia de San Francisco, y lo recordaba todo como se recuerda a una novia en ausencia. Y habían pasado tan solo unos cuantos minutos en que Ernesto Cardenal nos trajera tantos trozos de esa tierra, de su historia, de sus luchas y esperanzas. Un amigo que me acompañaba y yo nos fuimos caminando a tomar el autobús a casa, por el camino me quedaba grabada para siempre aquella imagen del Padre Cardenal, aquella voz algo suave y a la vez fuerte cuando entonaba algún poema y recordaba por igual su historia, que no es otra que la de un pueblo, Nicaragua.

 
 
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