En el fenómeno del cosquilleo, cuando nos lo producen los demás, provoca la risa, y cuando nos lo producimos nosotros, no
Reír es manifestar con determinados movimientos de la boca y otras partes del rostro la alegría y regocijo que interiormente se tiene. La risa sirve de signo a la síntesis real y viva de un fenómeno interno, sicológico.
En el fenómeno del cosquilleo, cuando nos lo producen los demás, provoca la risa, y cuando nos lo producimos nosotros, no. Es decir, que las cosas que nos rodean nos sirven de ocasión, no de causa de la risa, la cual sólo aparece ante la percepción de un desorden o desequilibrio relativo. La risa supone la intervención personal del agente cuando contempla lo cómico o lo agradable; así es que en el modo de reír se revela la idiosincrasia moral del que ríe, revistiendo suma importancia reír grosera o discretamente.
El carácter moral y el estado de salud determinan la presencia de la risa más que el grado de la inteligencia. Aparece, por lo tanto, el carácter moral de la risa como límite y correctivo de su abuso, pues según dice Renán: “De todo puede la gente reírse, menos de lo atroz y horrible”.
Desde luego, la risa es exclusiva del hombre: sólo él se ríe. Expresan algunos animales su alegría con gritos o movimientos, pero la verdadera risa, la de carácter intelectual y mora, sólo se encuentra en el ser racional, porque supone la percepción de un error o de un defecto, y a la vez un juicio comparativo (con abstracción) que excede al alcance del instinto.
La risa expresa en general una emoción desinteresada, no implica ningún cálculo de provecho personal o de satisfacción egoísta. Siempre procuramos hacer partícipes a los demás de la alegría que expresamos en la risa. La solitaria, aunque agradable, tiene menos encanto que la risa en común.
En el niño la risa es manifestación exclusiva del asombro y placer de sentir y comprender como contraste de otros estados de malestar y disgusto.
Reír con otro equivale a establecer una cierta armonía en los afectos. Nadie ríe con los indiferentes y extraños, ni con los subordinados. Cuanto más franca y más expansiva, más identidad de condiciones y mancomunidad de afectos revela.
Los caracteres más saliente de la risa se hayan en la dilatación de los músculos de la fisonomía y de la boca y en la contracción de la vista y del diafragma. Aparte de la complejidad de la mímica que la acompaña, la risa es la expresión más característica que produce el sentimiento de lo cómico y de lo ridículo. Para las personas sanas, la risa expresa la emoción agradable que resulta de contemplar el principio de orden que existe en todo desorden.
No aparece la risa ante la acción general del mirar, sino como consecuencia del acto individual de ver. Lo que vemos es lo excita la risa. Hay espectáculos que en unos estimulan la risa y en otros provocan el llanto o no les impresiona.
En multiplicidad indefinida, cual verdadera legión, se ofrecen los objetos, actos y personas que pueden servir de origen a la risa. A las múltiples causas ocasionales de la risa corresponde la variedad indefinida de sus clases y grados. Desde la sonrisa ligera y simpática, que no implica censura, pasando por la risa alegre, maliciosa, seria, intencional, etc., hasta la sardónica y cínica.
La risa cínica, estridente, expresa el odio o un dolor insufrible. Se ríe por fuera, y se llora por dentro lágrimas de sangre. Aunque la mímica parezca igual a la de la risa alegre, la fisonomía rebosa por un exceso de funcionalismo, significando lo enteramente contrario. No se explican los teólogos la risa de los condenados, ni el observador superficial la del que sufre, quizás porque olvidan que la ley de continuidad inalterable que rige las emociones hace posible que en los afectos los extremos se toquen fácilmente. Del amor al odio no hay más que un paso; el exceso del placer produce dolor.
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