El 4 de noviembre, tuvieron lugar dos eventos con importantes implicaciones para la paz y la prosperidad mundiales. Uno de ellos acaparó la atención de todo el mundo, mientras que el otro, siendo menos noticioso, no resultó menos significativo.
El primer evento, por supuesto, fue la celebración de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Todo el mundo está esperando que la elección de un nuevo líder para América se convierta en un poderoso catalizador que aliente a las naciones para que se alcen por encima de estrechos intereses nacionales y se pongan a trabajar en los muchos e intimidatorios retos que afronta la humanidad.
El otro evento ocurrió en el otro lado del mundo. En Taipei, los equipos negociadores que representaban a los gobiernos de Taiwán y de China continental firmaban una serie de acuerdos que suponen un paso histórico hacia el alivio de las tensiones a través del Estrecho de Taiwán y que fortalecen las expectativas de paz y prosperidad en la región de Asia-Pacífico.
Durante los últimas seis décadas, el desarrollo de las relaciones entre Taiwán y China continental ha estado bloqueado por las disputas acerca de la soberanía, que han amenazado con hacer saltar un conflicto que pudiera arrastrar a otros países a un torbellino y poner de rodillas a la economía global. De la misma manera que las naciones de todo el mundo han estado esperando un estilo y una esencia del líder americano que evitara el rígido unilateralismo en favor de la construcción de un consenso flexible, así también han estado esperando un cambio de intenciones en los líderes de ambos lados del Estrecho de Taiwán que reemplazara el peligro creciente de guerra catastrófica por el progreso hacia una paz duradera.
Los cuatro acuerdos del 4 de noviembre, junto con los dos firmados en Pekín el pasado 13 de junio, son señal de un cambio de parecer, un cambio en las actitudes de las autoridades tanto de Taipei como de Pekín pensado para lograr una cooperación sostenida y para construir una confianza mutua.
El mero hecho de retomar las consultas regulares entre los dos equipos de negociación de ambos lados – la Fundación para los Intercambios a través del Estrecho, de Taiwán (SEF) y la Asociación para las Relaciones a través del Estrecho, de China Continental (ARATS) – después de una década de larga separación ha sido suficiente para recibir los elogios de los líderes mundiales. Aparte de avanzar en las relaciones a través del Estrecho, la recientemente concluida segunda ronda de negociaciones resulta significativa porque es la primera vez que un equipo de ARATS pone los pies en Taiwán, una clara señal de que ambos lados han reconocido lo esencial de la paridad y la reciprocidad en sus relaciones.
Los acuerdos pudieran parecer insignificantes a primera vista. Se trata de acuerdos técnicos que establecen las bases formales para los modos de interacción que prácticamente todas las sociedades en la comunidad internacional dan por supuesto en sus relaciones. Se incluyen en ellos medidas para garantizar la seguridad de alimentos importados; para iniciar transporte marítimo directo; para iniciar vuelos charter en días laborables a través del Estrecho, y para expandir la cooperación en materia de servicios postales. Los dos primeros acuerdos abrieron la puerta a los vuelos charter en fin de semana y a las visitas de grupos de turistas del continente a Taiwán.
Lo ordinario de tales acuerdos en las relaciones internacionales pone de relieve lo anormales y disfuncionales que han sido las relaciones entre Taiwán y China continental durante más de medio siglo. La ausencia de relaciones subraya además el peligro para la paz y la prosperidad con el que la comunidad de Asia-Pacífico ha tenido que vivir durante mucho tiempo. Si los vecinos no pueden mantener siquiera los intercambios más básicos de manera universalmente reconocida como civilizada y necesaria, corren un gran riesgo de acabar causando daño a la comunidad.
El presidente de la República de China, Ma Ying-jeou, que tomó posesión de su cargo el pasado mes de mayo con la fuerte determinación de mejorar las relaciones a través del Estrecho, ha establecido recientemente el tono para futuras consultas y negociaciones enfatizando cuatro principios: los dos lados deben afrontar directamente la realidad; ninguno de los dos debe negar la existencia o legitimidad del otro; el bienestar del pueblo debe ser la principal prioridad; y cualquier acción que uno u otro lado adopte debe ir encaminada a la búsqueda de la paz. Al haber alcanzado un consenso para enfocar asuntos de importancia práctica e inmediata tanto para Taiwán como para China continental y al haber dejado a un lado el espinoso asunto de la soberanía, los dos gobiernos han demostrado su determinación de acatar estos principios.
Nadie debería subestimar los retos afrontados por las sociedades de ambos lados del Estrecho en sus esfuerzos por mejorar las relaciones. En su discurso tras la victoria, el presidente electo Barack Obama dijo: “El camino por recorrer será largo. Nuestra ascensión será empinada. No llegaremos en un solo año, ni siquiera en un solo periodo. Pero nunca me he sentido más esperanzado que esta noche, y llegaremos”. El mismo día, en el otro lado del planeta, los líderes de Taipei y de Pekín aclamaban su victoria sobre la hostilidad y el pesimismo con optimismo similar pero en términos realistas. ¿Podemos en Taiwán y en China continental tener éxito en trasformar la enemistad en amistad? No importa lo difícil que sea el camino que tenemos por delante; debemos creer. “Sí, podemos”.
* Ministra de la Oficina de Información del Gobierno, República de China (Taiwán)