La sensación de hambre tiene su asiento en el estómago, pero en un grado avanzado puede tenerlo también en el intestino delgado y hasta en el grueso. Parece que debe atribuirse a una excitación de los nervios sensitivos de esas partes del conducto alimenticio. La repleción del estómago calma bien pronto dicha sensación.
En los casos de estrechez del píloro, cuando el paso de los alimentos al intestino delgado encuentra un obstáculo, la sensación del hambre puede disminuir. El alcohol, los narcóticos (opio, cocaína, marihuana, amapola, tabaco, etc.), lo mismo que la ingestión de materias de difícil e incompleta digestión calma el hambre, como podría hacerlo la repleción del estómago. Un ayuno prolongado hace desaparecer esa sensación, probablemente por fatiga de los nervios del estómago, y así se explican quizás los célebres casos de ayuno logrados por el Dr. Efraín Hoffman, de hasta 41 días, para curar ciertas enfermedades. En algunas enfermedades, sobre todo por las secreciones irregulares de la mucosa gástrica e intestinal, puede encontrarse abolida el hambre durante más o menos tiempo.
De todos estos hechos resulta que la sensación del hambre debe referirse a la extremidad periférica de los nervios sensitivos del estómago o intestino, sobre todo de los nervios neumogástricos. Resulta también que las alteraciones de la extremidad central de dichos nervios pueden, tanto excitar como aplazar dicha sensación. Parece atrevido considerar la sensación del hambre como producto de una falta de nutrición percibida por todos los nervios sensitivos de la economía. Como esta sensación se localiza siempre en el estómago y el intestino, es lógico deducir que existe en las distribuciones de los nervios sensitivos de estos órganos.
El hambre es la primera entre todas las necesidades; las condiciones que la modifican son; la edad, el sexo, la constitución, el hábito, el clima y ciertas circunstancias individuales y locales.
En el niño, en quien la nutrición es muy activa, por razón del rápido crecimiento del cuerpo, la sensación del hambre se deja sentir muy a menudo. En época más avanzada, y cuando ya el cuerpo ha adquirido su desarrollo, dicha sensación disminuye y varía en proporción a las causas diarias de desasimilación. En la vejez, la necesidad de comer no es tan imperiosa, porque en esa época existen menos pérdidas.
La sensación del hambre es más viva en el sexo masculino que en el femenino, por cuanto el trabajo de aquél es mayor y tiene más necesidad de reparar las pérdidas que sufre.
El momento del día en que se deja sentir la necesidad de comer varía según el hábito que se ha adquirido, así es que unos individuos se ven obligados a tomar alimento cuatro veces al día, mientras que otros se contentan con una comida por la mañana y otra por la tarde.
Los climas cálidos disminuyen generalmente la sensación del hambre, y obligan a menudo a recurrir a excitantes enérgicos con el objeto de que se excite artificialmente el apetito. Los climas fríos obran en sentido inverso, provocando el apetito y la absorción de enormes cantidades de alimentos.
El estado patológico en general, sobre todo cuando se trata de enfermedades febriles, hace que disminuya, y hasta desaparezca la sensación del hambre; la vuelta del apetito anuncia la convalecencia.
Andar uno muerto de hambre significa: pasar la vida con suma estrechez y miseria; en cambio, morir o morirse de hambre quiere decir: tener o padecer mucha hambre.
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