• ¿Cuantos caminos debe un hombre recorrer antes de que lo llamen un hombre?
• ¿Cuántos mares deberá una paloma blanca sobrevolar antes que pueda dormir en la arena?
• ¿Cuántas veces aún las balas de cañón volarán antes de ser prohibidas para siempre?
• ¿Cuántos años debe una montaña existir hasta que se sumerja en el mar?
• ¿Cuántos años debe alguna gente vivir antes de que se les permita ser libres?
• ¿Cuántas veces puede un hombre volver su cabeza y fingir que simplemente no ve?
• ¿Cuántas veces debe un hombre mirar para arriba antes que pueda ver el cielo?
• ¿Cuántos oídos debe un hombre tener hasta que pueda oír el llanto de su prójimo?
• ¿Cuántas muertes serán aún necesarias hasta entender que demasiadas personas mueren?
• ¿Cuántas millas deberemos aún recorrer hasta alcanzar la ciudad del amor?
• ¿Cuántas vidas aún serán castigadas por el flagelo de las guerras hasta que, finalmente, la paz comience a reinar?
• ¿Por cuánto tiempo aún nos dejaremos fascinar por los juguetes electrónicos, al punto de ignorar a los necesitados que esperan a nuestra puerta?
• ¿Cuánto tiempo aún habrá de transcurrir, hasta que aprendamos a conjugar el verbo “compartir”?
• ¿Cuánto tiempo aún pasará hasta que comprendamos la simplicidad y la sabiduría de las siguientes palabras: “Una sonrisa enriquece a quien la recibe, sin empobrecer a quien la da” Mario Quintana.
La respuesta, mi amigo, está soplando en el viento...
Fuente: Bob Dylan (1962).
*e-mail: prof.cazabonne@hotmail.fr