Hoy en día la guerra se hace entre los ejércitos. (FOTO ARCHIVO)
Siendo la guerra resultado de las pasiones e intereses de los hombres, se comprende bien que en todo tiempo haya existido, y es lícito creer que no habrá medio fácil de evitar la lucha material entre los pueblos, porque sería preciso para ello que de todo punto de vista se modificasen las condiciones y manera de ser de la humanidad. Al nacer las pasiones con la existencia del hombre, surgió inmediatamente la guerra, y aunque sea doloroso confesarlo es lo cierto que el primer arte que inventaron los hombres fue el de dañarse, y que acaso desde el principio del mundo se combinaron y produjeron más medios para destruir la humanidad que para obtener su bienestar y progresos pacíficos.
En el momento en que se realiza la guerra ocasiona desdichas sin cuento y males inmensos. Basta, en efecto, considerar la situación de un país afligido por la lucha material entre dos ejércitos, para advertir cuántos y cuán dolorosos son los estragos que produce semejante estado de cosas. La violencia imponiéndose a la justicia y al derecho; territorios extensos que se distinguen por su riqueza, devastados y arruinados; la agricultura, el comercio y la industria completamente paralizados; la masa viril del país entregada en su totalidad a las atenciones militares; los recursos del Estado absorbidos por la necesidad de cuidar preferente, sino exclusivamente, de las contingencias de la lucha y de sus innumerables e imperiosas demandas; la sangre derramándose a torrentes por la acción de las terribles máquinas y elementos de guerra, que aumentan de día en día con prodigiosa actividad; y, como resultado de tan deplorable situación, el desequilibrio por espacio de muchos años en los elementos vitales de un pueblo.
Más con ser todo esto exacto, también lo es que hoy por hoy (y probablemente mientras exista el mundo), hay que conceptuar la guerra como un mal irremediable, y hasta cierto punto necesario en muchos casos para lograr el fin constante del adelanto de las sociedades.
Hay que admitir, por lo tanto, dado el modo de ser de la humanidad, que no es ni será cosa fácil conseguir el perpetuo estado de paz, en que todos los pueblos resuelvan las disensiones que se susciten entre ellos, empleando medios que conduzcan al arreglo de sus diferencias y discordias.
Para resolver las cuestiones internacionales sin recurrir a las armas, se emplean, bien sea medios racionales y propios para facilitar un arreglo amistoso, o hechos más o menos violentos que sean suficientes para provocarlo, prefiriendo siempre las vías de hechos menos ruinosos que la guerra.. Los primeros, producto de negociaciones amistosas, han sido generalmente calificados de arreglos, transacciones, mediaciones, arbitraje, conferencias y congresos, y los segundos, que son medios coercitivos, de retorsiones, represalias, secuestro y bloqueo pacífico.
Los progresos de la ciencia y de la civilización ponen en manos de los gobiernos medios de destrucción verdaderamente colosales, al paso que de otro lado esos mismos progresos han venido a hacer más crueles los sufrimientos de la guerra y más sensibles las pérdidas que ocasiona.
Hoy en día la guerra se hace entre los ejércitos, y mientras duran las hostilidades pueden los particulares continuar dedicados a las tareas de la paz y gozar de todos sus derechos y de una completa inmunidad, en tanto que por sus actos no se conviertan en enemigos voluntarios; los mismos combatientes se consideran como enemigos sólo mientras dura el acto de pelear. Por esto no hay derecho de matar al que rinde las armas y se entrega prisionero; se atiende a la curación de los heridos, observándose los preceptos del convenio firmado en Ginebra en 1864, y sucesivamente perfeccionado.
Es más adecuado a la realidad de las cosas el considerar la guerra como arte y no como ciencia. En la guerra triunfa la fuerza, pero es la fuerza hábilmente preparada y organizada, dirigida por la inteligencia, que obra según los principios inmutables del arte, y servida por las más elevadas virtudes sociales, como son la abnegación, el valor y el patriotismo.
Por lo que a su clasificación toca, la guerra se divide en pública y civil, según que se verifique entre dos o más naciones, o surja entre los ciudadanos o regiones de un mismo Estado.
Se suele también dividir la guerra en ofensiva y defensiva, aplicando este segundo nombre a la que tiene por objeto reprimir una ofensa o rechazar una provocación, y el primero la que surge de actos que por su índole promueven el conflicto guerrero.
Existen, asimismo, guerras de insurrección, cuando una parte de un Estado acude a las armas para proclamarse autónomo; guerras de revolución, en que se aspira a cambiar el sistema de gobierno existente; guerras de independencia, que se suscitan cuando una nación dominada por otra extranjera trata de sacudir el yugo; guerras religiosas, como son las emprendidas para sostener o imponer una religión determinada; guerra política, cuyo objeto es extender un sistema político; guerra de conquista, es la que realiza una nación para extender su poder o adquirir nuevos territorios; guerra de intervención; guerra nacional; guerra separatista; guerrillas; y otras.
En el siglo XX, la humanidad ha sufrido dos guerras mundiales, las más devastadoras y sanguinarias de toda su historia. Entrando en el siglo XXI y tercer milenio, la humanidad está amenazada por una tercera guerra mundial, que pone en peligro su propia existencia, debido a lo sofisticado de sus armas nucleares.
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