De Rafael Casanova
El Historiador nicaragüense, Rafael Casanova Fuertes, nacido en Rivas, Nicaragua, Centroamérica, presentó hace algunos días en el auditorio del Banco Central de Nicaragua, BCN, la obra “Desde Rivas con humor: Las sagas de Charrea” en la cual trata el tema acerca de un personaje rivense y sus anécdotas muy conocidas en esa ciudad del sur de Nicaragua.
La presentación de la obra del historiador rivense fue hecha por el poeta y escritor Erick Aguirre Aragón ante un público selecto que se hizo presente a la actividad literaria e histórica de la población de Rivas.
Presentamos para los lectores del Diario LA JORNADA en el sitio de internet www.lajornadanet.com un fragmento “Desde Rivas con humor: Las sagas de Charreal” para que ustedes lectores se animen a adquirir este libro que se encuentra en las librerías del país. He aquí algunas de las cosas del libro humorístico de Rafael Casanova Fuertes en su parte introductoria.
El presente trabajo lo constituyen más de veinte relatos sobre personajes pintorescos de la vida real y algunas anécdotas acontecidas en Rivas. En ellos los protagonistas le dieron vida a célebres escenas de humor provocando la risa de los abuelos y padres de la actual generación de rivenses y de algunos sobrevivientes, fue un lado de la cotidianidad que sin pretenderlo se insertó en la tradición, para ser parte de la historia cultural de Rivas.
Para quienes no son de Rivas, se hace necesario que tengan una ubicación espacial y temporal. Rivas es el nombre de la ciudad y del departamento meridional de Nicaragua, la población surgió a inicios del siglo XVIII en el año de 1720 con el antiguo nombre de Villa de la purísima Concepción de Nicaragua y de Rivas. Nicaragua fue el nombre original predominante hasta el siglo XIX, tiempo en que Rivas le ganó de forma definitiva al primero.
Desde tiempos inmemoriales al sur de la ciudad se configuró también, la comunidad de La Puebla cuya población original la formaron restos de comunidades indígenas diezmadas como Aposonga y Río Enmedio, a ella se vinieron integrando indios desarraigados de otras partes, así como mestizos, algunas familias blancas, mulatos y toda la entremezcla proveniente del mundo colonial. Con el tiempo, este populoso sector poblacional, fue absorbido e integrado como barrio a la ciudad y hasta el surgimiento de nuevos barrios en el siglo XX, solo se hablaba de la Puebla y el Centro como los principales núcleos urbanos de Rivas.
Muchas cosas han cambiaron con los años, la línea que separaba a Rivas de La Puebla fue inicialmente el antiguo río “Lapeza” (después Río de Oro) y desde 1930 la antigua línea férrea (la Carrilera) que corría de forma casi paralela a este Río. A la Puebla se accedía desde el Centro por la Calle Real, que fue hasta el surgimiento de la Carretera Panamericana la vía terrestre que comunicaba a Rivas con el Puerto de San Juan del Sur y Costa Rica, por tanto era a su vez la vía principal del Barrio -extremadamente ancha-.
Desde donde fue la esquina de Don Inocente Flores se iniciaba La Puebla siguiendo sobre esta misma calle, se recorría la parte urbana del barrio con una prolongación de 7 cuadras hasta la esquina de los Parrales y a continuación, la parte rural, 2 largas cuadras hasta llegar a la esquina que fue de Doña Petronila Chavarría, se sigue hacia la ribera del Río Enmedio, hasta llegar a la comarca de “Tronco Solo”. En los territorios laterales se contabilizaban 4 cuadras hasta El Retén por el Suroeste y por la parte Este 4 cuadras hasta la entrada del barriecito Monte San Juan o la entrada de la Casa hacienda Buena Vista. En línea continua de estas esquinas se extendían igual número de callejuelas que se discontinuaban o se perdían en entorno rural del Sur.
La fisonomía del barrio, muy similar a los demás pueblos del interior, casas de adobe y de madera entejadas en la parte “urbana” con pisos de ladrillos de barro; y casas rústicas de paja y de madera con pisos de suelo, mediaguas, todas alternadas de solares vacíos en la parte rural. Una excepción significativa de este escenario: la avenida del Cementerio que se extiende aún desde la esquina de las Tenorio hasta la ostentosa fachada del Cementerio San Pedro. Continuando hacia el Sur en la parte lateral este del Cementerio hasta el Río En medio se iba por la Calle San Antonio. En esta parte del Barrio La Puebla vino al mundo este servidor, por ello es que el peso principal de los relatos, tienen como referencia principal el entorno geográfico y social de esta parte de Rivas.
Es una obra que se basa en los testimonios reales de quienes vivieron y observaron los hechos, y nos correspondió imprimirle movimiento y vida a las escenas, lo cual no es tan fácil para un narrador aficionado, acostumbrado más a la descripción analítica, que a la ficción literaria.
Dentro de esta lógica es importante explicar, el porque del título y subtítulo, los motivos del título están explícitas, en el subtítulo quisimos hacer un reconocimiento a quienes nos trasmitieron algunos de los detalles, que fueron determinantes para la configuración de los contenidos. “Charreal” es el apodo del maestro albañil Ascensión Villarreal Peña, fue él quien entre conversaciones y paladeo de tazas de cafés, en los andenes de los movimientos políticos y sociales, me contó algunas de las pasadas de la Rivas de su adolescencia, de allí surge el subtitulo: Las Sagas de Charreal. Algunos datos, fueron complementados por otras personas, también luchadores sociales y poblanos como Francisco Fuertes, Juan Moreira, Marcial Rivera,
Alfonso y Miguel Bejarano. Con este último tuve la oportunidad de compartir largas horas de encierro en las Cárceles de la San Pablo en 1976, de él escuché las referencias de “Los hijos de don Paco” también allí escuchamos al célebre poblano Justo Pastor Cortez contar de forma jocosa, sus andanzas delincuenciales.
La segunda parte y subtítulo Los cuentos de don Payo, es un homenaje al principal proveedor, mi padre Rafael Casanova Morales, un ser de humor agregado, quien en medio de las labores cotidianas nos hacía reír con las anécdotas y escenas sobre personajes, entre los cuales no se libraba ni su propio suegro. Aunque a él le entregamos la palabra desde Los apuros y ocurrencias de Rodolfo “chicha” Fuertes es pertinente, señalar que la información sobre los personajes restantes, como Otoniel, la obtuvimos principalmente de él.
En la tercera parte, denominada: los cuentos de don Payo Casanova hijo, continua el relato en primera persona (del autor), valido es destacar en esta parte, que aunque se sigue la tendencia de narrar lo que nos fue contado, también incluimos vivencias mas cercanas, ejemplo: “Los Chismes del Mercado Nuevo” y “La ocurrencia del Teniente Concho”, un relato que nos hizo el Teniente Concepción Palacios, casos en que nos limitamos a imprimirle movimiento con algunos personajes ficticios. En algunos pasajes como La Piedra de sal integramos algunos elementos de la superstición, propios del escenario rural rivense.
Finalmente decidimos incluir en la obra otro trabajo que habíamos venido haciendo de forma paulatina y paralela: Los Apodos, dado que además de que son parte intrínseca de la comunidad, tras sus orígenes y proyección, también emergieron anécdotas llenas de humor. Algunos de los lectores, se van a quejar de algunas omisiones de personajes, les ruego mis disculpas, pero por razones que comprenderán, no podíamos incluirlos a todos. Como verán, este ha sido un trabajo paciente de muchos años arrebatados al ocio y al descanso, nos impulsó la idea de que era necesario dar a conocer a la colectividad “come mango” y a los nicaragüenses en donde quiera que se encuentren, el lado risible de su propia historia.
Como profesionales en la reconstrucción del pasado, nos empeñamos más que todo, en recrear la vida cotidiana de antaño y parte de algunas escenas contemporáneas y de ello podemos extraer algún resultado. Tal vez, con ello aportamos al conocimiento de la parte jocosa de la historia y le damos a los lectores no solo la oportunidad de reír sino también de conocer. Mientras tanto sin mas preámbulo invitamos a los lectores a leer desde “Ña Francisca Méndez” hasta “Los apodos” y le damos la garantía que no parará de reír desde laComo profesionales en la reconstrucción del pasado, nos empeñamos más que todo, en recrear la vida cotidiana de antaño y parte de algunas escenas contemporáneas y de ello podemos extraer algún resultado. Tal vez, con ello aportamos al conocimiento de la parte jocosa de la historia y le damos a los lectores no solo la oportunidad de reír sino también de conocer.
Mientras tanto sin mas preámbulo invitamos a los lectores a leer desde “Ña Francisca Méndez” hasta “Los apodos” y le damos la garantía que no parará de reír desde la primera página en lo adelante.