Las personas que siguen ideas y creencias establecidas por otras, lo hacen porque se identifican con ellas, o simplemente porque no tienen personalidad
Cada persona debe ser capaz de formarse sus propias ideas y creencias sobre el Universo, el Mundo, la Vida, la Muerte y muchos otros misterios que nos rodean. Ideas y creencias que deben ser oídas y respetadas por los demás, sin que necesariamente influyan en las suyas.
Las personas que siguen ideas y creencias establecidas por otras, lo hacen porque se identifican con ellas, o simplemente porque no tienen personalidad, son como simples “corderitos” que se dejan llevar por los demás y favorecen sus intereses.
Hay otro tipo de personas que aparentan identificarse con un ideal o creencia sólo por seguir un hecho social llamado tradición, aunque en el fondo no están de acuerdo con lo que hacen por tener otra forma de pensar, por ejemplo, hay mucha gente que bautizan sus hijos por la religión católica, aunque no creen mucho en ello, sólo lo hacen por costumbre y para quedar bien con los demás.
Muchos individuos se dedican a promover ideales y creencias, como si fueran productos comerciales, y lo peor del caso, es que tratan de imponer a los demás sus puntos de vista, irrespetando sus opiniones, por no oírlas o despreciarlas. Hay que respetar las ideas de los demás, si uno quiere que le respeten las suyas. No hay que creerse dueño de la verdad, ya que lo más probable es que nadie lo sea.
Para ejemplificar esta serie de ideas voy a referirme a una conferencia dictada por el profesor Ignacio Burk, donde más o menos decía así: “Cuando una persona le pregunta a otra si cree en Dios, espera una respuesta afirmativa y así todo queda bien, conforme a un patrón religioso previamente establecido; pero si al interpelado se le ocurre decir que no, él que le formuló la pregunta se siente indignado y le suelta una serie de preguntas y reproches como: ¡Tienes que creer en algo!, cuando estás enfermo o tienes un grave problema, ¿A quién imploras? Generalmente no le da la oportunidad de pensar y decir lo que piensa al respecto. Si Dios existe no le anda preguntando a la gente si creen en él o no, simplemente debe actuar con todo el mundo igual, crean o no crean en él.
En el mundo hay cosas que pasan cuya responsabilidad es exclusivamente del hombre, por ejemplo, si alguien se muere por contraer ciertas enfermedades que son curables; si se monta en un avión, un tren, un barco, un automóvil, una moto, una bicicleta…, que son aparatos de transporte inventados por el hombre, y sufren un accidente y se mata; si muere en un enfrentamiento bélico… En cambio hay otras calamidades en que la responsabilidad no puede recaer sobre el hombre, simplemente porque éste no ha podido aún descubrir como controlarlas y siguen siendo un misterio, como la persona que se muere de un cáncer, una leucemia, el sida…, en un terremoto, en una erupción volcánica, atravesada por un rayo, en una inundación… Cuando alguien tiene una de estas enfermedades incurables y lo sabe, nadie puede hacer nada por él, tiene que afrontar su problema, su realidad sólo, sabe que va morir y debe prepararse mentalmente para afrontar los hechos. Si es creyente de alguna religión piensa que su alma seguirá viviendo eternamente después de la muerte de su cuerpo, y eso lo tranquiliza; pero si no es creyente piensa en su muerte puramente biológica y que dejará de ser pensante como los vegetales, y eso es lo único que le preocupa.
Para el hombre, el camino más fácil es él de ser creyente, porque encuentra enseguida la solución frente a la muerte, y porque está más de acuerdo con las normas establecidas por la sociedad; pero si no es creyente, tiene que enfrentarse con la cruda realidad y todo se le hace más difícil”.
Hernán Marín dice en su artículo “El miedo y la religión”, a través del tiempo, el hombre cuando no encuentra alguna explicación a las cosas que no conoce lo llama sobrenatural y por supuesto le tiene miedo; ese miedo que se engendra en él, primero por el desconocimiento y segundo por la imposición de los religiosos (su dogmatismo).
Cuando escribo lo que procuro es apartar todos los velos que encubren al hombre y verlo tal como es; a veces me pregunto: ¿Será capaz el hombre de soportar la desnuda verdad cuando la descubra?
Estamos conscientes que el miedo ha sido el gran enemigo oculto del hombre. Las religiones se han encargado de hacerlo o acentuarlo imponiendo en su dogmatismo a un Dios vengativo, disfrazado de Dios bueno para continuar con el engaño. Pero este no es el Dios verdadero porque él jamás castiga a nadie ni pide que se haga su voluntad, simplemente creó las cuatro leyes fundamentales que rigen el Universo y todo lo contenido en él se regirá por ellas.
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