Barack Obama. (Foto Ansa)

WASHINGTON.- El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, tardó poco tiempo en enviar un mensaje de reconciliación a los países de América Latina, pero la crisis de Honduras, junto a los vaivenes de la relación con Cuba, bloqueó los intentos de la Casa Blanca por acercarse en mejores condiciones al resto de la región.

A mediados de abril último, pocas semanas después de haber entrado a la Casa Blanca -adonde llegó el 20 de enero del 2009-, Obama fue el centro de atención de la Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago. Allí, el entonces flamante presidente prometió poner en marcha "un nuevo comienzo" de las relaciones con América Latina, dañadas por los ocho años de unilateralismo político de su predecesor, el republicano George W. Bush.

Pero poco después, el derrocamiento en junio del presidente de Honduras, Manuel Zelaya, volvió a tensar duramente las relaciones de Washington con las capitales latinoamericanas.

Obama tardó poco en condenar el golpe de estado en Tegucigalpa, pero se cuidó de calificarlo como una asonada militar, por lo cual las sanciones contra el país centroamericano fueron leves.

Luego, la ambigua danza diplomática de Estados Unidos alrededor de las condiciones para desatar la crisis en Honduras terminó de demostrar que Washington no estaba todavía listo para un cambio drástico de sus relaciones con el subcontinente.

En esas mismas semanas, Estados Unidos logró renovar un acuerdo con Colombia para utilizar bases militares en ese país sudamericano, despertando las iras de Venezuela, el desaliento de Brasil y la desconfianza del resto del Cono Sur.