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La Jornada
 
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actualizado 23 de julio 2010

 
Algo de Clinton y mucho de nosotros
 
Por Reina Jereda Gutiérrez  

Criticamos la actividad “clintoniana” haciéndonos eco del cacareo norteamericano, que es congruente con su política de “sepulcros blanqueados”, la que invierte recursos, publicidad, y tiempo en hacer circo con prendas ensementadas, miembro presidencial, habilidades de adulta exhibicionista, despechada y mercenaria, pretextos de promesa de ley burlada, en un acarreo de agua para los molinos de la Fiscalía, del partido opositor, del amarillismo, y del equipo de vividores involucrados.

Nuestra mentalidad latinoamericana es más relajada por nuestra tradición de cultura “yoquepierdista” (todo lo hacemos broma), y enfatizamos picarescamente sobre si metió la puntita, un porcentaje, o la totalidad del pene demócrata, en los orificios de la pasante de dignidad retardada, o de que su lengua culinaria estaba incluida en un menú sexual sofisticado, y hasta admiramos su voluntad de no penetrar.

No nos debe inquietar que el titular de otra Nación se desnude, o se baje a medias el calzoncillo (si es que usa), o que solo abra la portañuela para iniciar el relincho. No nos debe importar que su sexo sea seguro o riesgoso, que lo haga vertical u horizontal, en el escritorio, sobre la bandera, sobre el escudo, contaminando o reciclando, en fin en cualquier aprovechamiento de superficie apta para desahogos. Es un gusto que se dio un adulto con otra adulta, y que les mueve el piso a aquellos que sacan partido de las debilidades ajenas en beneficio de su Partido, y que se acreditan el calificativo oportunista de ser operativo de desviación de asuntos trascendentes. No es relevante para nosotros pueblos del tercer mundo, y ya haciendo cola para entrar al cuarto mundo, la fornicación del incauto inquieto, ni su cuestionada honestidad demócrata.

A nosotros nos debe inquietar nuestra aldea que está siendo obligada a globalizarse, con todo su intrínseco negativo, y a correr sin previo calentamiento. Protagonizamos actos y actitudes ante los que debemos reaccionar. De previo a la actitud de globalizarnos está la de asumir nuestra identidad, y buscarle soluciones a lo nuestro, para posteriormente hacer aportes valederos a la colectivización mundial. No podemos ubicarnos si vivimos desintegrados; ubiquémonos y arreglemos nuestra problemática social que ha degenerado en violencia, afectándonos a todos; violencia que está en todos los ámbitos con su dinámica variada: quiebra esquemas o se ciñe a reglas, cae sin aviso o se anuncia, es exhibicionista o solapada, se disfraza de caricia o de regalo, es anónima o identificada, urbana o rural, culta o ignorante, primitiva o evolucionada, es un monstruo creado, alimentado, financiado, y fomentado por todos, porque todos estamos implicados activa o pasivamente.

Pienso que los excepcionales cojan en paz y que a los demás nos pese y agobie la conducta colectiva violenta y negligente, porque nos cae la violencia de las tormentas tropicales, los problemas digestivos de los volcanes empachados: con sus náuseas de lava, sacando gases, perdiendo vida y recursos nicaragüenses. Pasan de moda las metidas de pene foráneas, y nos queda con clasicismo la clasificación de pueblo de tercer mundo; clasificación generosa porque realmente nos corresponde un trasero mayor, ya que permanecemos con la mano extendida, como eternos países niños, en el semáforo de las comunidades internacionales, limpiándoles el vidrio a las instituciones financieras.

Hemos globalizado la insensibilidad. En el plano doméstico, los hombres actuando como sub humanos le caen encima a su mujer o a la eventual, para lesionarla y violarla (“soy macho, hija de puta, si no te dejás te jodo”), y panzas por aquí y por allá, semen tan devaluado que serviría para hembras animales (perdón hembras animales por desearles tal ofensa). Debemos resolver esta carnilandia sin pretensión de Herodes porque el meollo esta en no concebir por deporte nacional, pues se extiende la progresión geométrica y la reproducción de los conejos se nos queda chiquita, y mientras el hombre se desahoga y ronca, la mujer queda cargada en el vientre y en el lomo, y al inflarse se infla la chimbomba del país, y explotamos todos.

Los partidos políticos son incapaces de pronunciarse al respecto. Y los gobiernos no toman medidas para frenar la superpoblación que empobrece el país, a niveles de miseria en ciertos sectores, porque a ellos solo les interesa sumar votos manipulados, y no les conviene herir las susceptibilidades de la Iglesia, para mantener el “aval celestial”, aunque se metan los “diez mandamientos” donde todos sabemos, y el de la población miope, de cerebro astillado que cree que cada hijo trae su comida bajo el brazo.

El principal oficio latinoamericano es coger indiscriminadamente, y los hombres presumen del número de hijos sin hacer nada por ellos, y las mujeres se consagran al oficio de paridoras sistemáticas. Y así seguirá nuestro pueblo mal cogiendo, mal pariendo, mal viviendo, porque lo que importa para los rectores de los destinos, y así lo han demostrado, es quién sube, cómo sube, y por cuánto tiempo se mantienen encaramados en el poder, defecando sobre la democracia.

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