José Esteban Quezada. (foto archivo)
José Esteban Quezada ha muerto. Lo dice la radio y televisión nacional. Sentí un dolor no se donde pero lo sentí. Un dolor como cuando se pierde a un hermano, porque lo cierto es que José Esteban fue más que hermano del suscrito. Amigos al principio desde que comenzó con la DPA –Agencia de Prensa Alemana- y me obsequiaba noticias del teletipo que para mi eran un tesoro, de tal forma alimentaba mi Noticiero con notas frescas, ricas, importantes, ponderadas y fundamentalmente profesional. Jamás me cobró un centavo.
En la universidad cultivamos mas la amistad, máxime cuando mi hijo hoy convertido en abogado inicio un hermoso idilio con su hija Tania que decidió ser periodista como su padre. De ese idilio surgió una nieta amada para Quezada y para mí: María Fernanda. al margen de estas vinculaciones surgieron otras de carácter intimo en donde lo político, económico, social, cultural, problemas del periodismo nacional, consejos sanos jamás estuvieron fuera de la agenda informal que siempre realizábamos en La Bahía frente al mar donde “trituraba” su hermosa y riquísima “Pancha”-pescado-, o bien en su finca “El Disparate” cualquier fin de semana o bien mediante sus cumpleaños en donde la presencia de hombres y mujeres de prensa no faltaban , menos la guitarra de Rolando Cruz interpretando canciones de todos los tiempos. José –Pepe- Áreas-una de las mejores voces de la radio- discurriendo sobre la historia de la radiodifusión nacional, Quezada interrumpiéndolo con su propia forma de ser, en fin, José Esteban sigue vivo en mi mente y corazón.
Un periodista-de los grandes- entre Vacas, Terneros, leche, papayas, café, limones, naranjas, sembrando, cultivando y consumiendo el producto de su propia tierra. Algunas veces cuando veía a Quezada en ese ambiente pensaba que se había equivocado de carrera. ¡No!. Jamás dejó de ser periodista, es cuestión de hacer lo que el quiso hacer, yo lo comprendí, lo entendí porque por esos pasos voy, por ese sendero. Por esa ruta maravillosa de José Esteban., casarse con la naturaleza, lejos de la Capital que conquistó con tesón y coherencia de pensamiento y acción. Creo que es el mejor premio que podía tener Quezada durante sus últimos días entre nosotros.
No podre digerir que se fue, que murió, que dejó la vida por irse quien sabe donde a encontrarse ignoro con que clase de sorpresas, pero bueno, se fue y no se despidió porque siempre afirmaba que las despedidas son tristes, por eso cuando concluían las tertulias en “El Disparate” –finca en el corazón de los brujos- solo decíamos..Ay nos vemos, pues. Al margen de estas vinculaciones las permanentes llamadas telefónicas nos permitían discutir muchísimas cosas de hombres maduros. De proyectos a lo inmediato, de entender y aceptar que la hora se acerca y hay que enfrentarla sin miedo. Por eso estoy seguro que José Esteban marchó sin miedo, con la conciencia tranquila de haber hecho lo que considero bien en esta vida. Lo principal: Fue un maestro del periodismo nacional y supo granjearse la simpatía y respeto no solo de sus colegas, sino de todos los que le conocieron a través de sus escritos, comentarios radiales y fundamentalmente del profundo sentido humanista que le caracterizó.
La noticia me tomó por sorpresa acomodado en mi cama, no pude seguir observando la aburrida televisión del cable, estas noticias impactan, duelen, nos llaman a la reflexión y nos señalan el camino. Ese camino que ya comenzamos a recorrer y que al igual que Bosco Parrales y José Esteban llegaron al final del mismo, nosotros, los que quedamos, y que ya observamos ese fin del camino con firmeza y sin miedo le decimos a nuestro querido e inolvidable hermano José Esteban: ¡AY NOS VEMOS, PUES!
(*)Publicista y periodista