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La Jornada
 
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actualizado 18 de junio 2010

 
El dilema de las guerrillas
 
Por Isaac Bigio  
(foto cortesía)

La guerrilla colombiana y la peruana son contradicciones en sí mismas. Se supone que se rebelaron contra la derecha, pero al final ayudan a que ésta se torne más popular

Se supone que las FARC capturan rehenes para poder presionar al gobierno y avanzar en su guerra interna. Sin embargo, llega un momento en que ese tipo de acciones acaba haciendo que éstas pierdan popularidad y que, incluso, cada vez que se produce un operativo militar que termina liberando a los cautivos, acaben favoreciendo a sus peores enemigos.

Si la liberación de la Betancourt catapultó a Santos como ministro, la que acaba de darse en víspera de la segunda vuelta presidencial del general Mendieta y del coronel Murillo allanan la vía para que Santos pueda acercarse a la presidencia.

La guerrilla colombiana y la peruana son contradicciones en sí mismas. Se supone que se rebelaron contra la derecha, pero al final ayudan a que ésta se torne más popular logrando estabilizar gobiernos que impongan un modelo económico, social, político y militar más conservador aún del que inicialmente cuestionaron.

La guerrilla es una forma de lucha que tradicionalmente no dura mucho tiempo. Esta ha demostrado cierta efectividad cuando se busca repeler a una potencia colonial, fuerza de ocupación extranjera o una dictadura.

Las no muchas veces en las que una guerrilla de raíz marxista ha vencido es cuando se ha dado alguna de estas 3 condiciones, cosa que hoy no se da en Sudamérica.

Lo usual, sin embargo, es que este tipo de movimientos armados sean derrotados o que acaben siendo cooptados al sistema. Quienes ocupan hoy la presidencia de Uruguay o Nicaragua, la vicepresidencia de Bolivia o la candidatura oficial del gobierno de Brasil fueron guerrilleros que, al igual que Mandela (el patriarca del Mundial de Suráfrica), acabaron abrazando al mismo sistema contra el cual se rebelaron, tras que éste produjera algunos cambios.

Sin embargo, también se dan excepciones en los cuales una guerrilla puede durar mucho más que la de Castro o Mao. Incluso, como pasa en Perú (donde Sendero se sublevó hace 30 años) o Colombia (donde ese país ha vivido una guerra interna casi desde el fin de la II guerra mundial), llega un momento en que ésta ya no tiene ninguna posibilidad real de tomar el poder pero tampoco puede ser erradicada.

En esas condiciones sus combatientes sobreviven con limitada base social y geográfica, sin ningún Estado que les apoye y sosteniendo sus finanzas con mecanismos que terminan haciendo que pierdan popularidad.

A éstas, a la postre, solo les queda el reinsertarse al sistema electoral, el salir de los montes para reasumir la lucha sindical o el seguir en la selva esperando mejores condiciones para negociar una posible reintegración a la sociedad.

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