La fracasada administración de este último período del CPN, surgió de un espíritu excluyente y fraccionalista, y de conveniencias sectarias e individualistas
Varias señales indican lo mal que los periodistas hemos administrado el Colegio de Periodistas de Nicaragua (CPN). Hasta hoy, el instrumento nos quedó excesivamente grande, y no hemos podido con él. Entre las principales lecciones aprendidas, o por aprender, está la de que los directivos deben ser no sólo personas con espíritu de servicio, tiempo libre y gremialistas, sino también capaces en términos administrativos y de organización.
Otra lección es que sin unidad gremial, no somos nada, por eso las directivas del CPN deben ser representativas de las diferentes corrientes de opinión que existen en el seno del Colegio. La experiencia histórica ha demostrado hasta la saciedad que si los propios periodistas no luchamos por nuestros intereses, nadie más lo hará, y la única manera de hacerlo con eficiencia y posibilidades de éxito, es unidos como un solo cuerpo. Los periodistas no debemos uniformarnos bajo ninguna bandera color que no sea la de nuestra profesión.
La fracasada administración de este último período del CPN, surgió de un espíritu excluyente y fraccionalista, y de conveniencias sectarias e individualistas. Los resultados están a la vista. Lo peor de todo, es que estos manejos y subordinaciones a intereses ajenos al gremio, ahuyentan a las nuevas generaciones de periodistas, de cuyo impetuoso aporte está sedienta nuestra organización, escasa de una cantera que garantice la necesaria renovación de los viejos dirigentes.
La elección de este domingo, ya sea de los cargos vacantes por renuncias --que acabaron con el quórum --o de toda la junta directiva, si así lo decidiera el plenario del Congreso, debería contar, en primer lugar, con el interés estrictamente gremial, y en segundo, con que los candidatos a los diferentes cargos en verdad reúnan con los requisitos para poder asumirlos en la práctica. Me adelanto a probables suspicacias para decir que me interesaría ayudar en la dirección del Colegio, pero no tengo suficiente tiempo como para dedicarlo al desempeño de un cargo.
Un tercer aspecto es que el Colegio no ha podido ni empezar a asumir su tarea principal que es el fortalecimiento profesional del gremio. Ha tenido, fundamentalmente, un activismo social –lo cual no es negativo--, pero perdió de vista su misión estratégica. Adicionalmente, se ha preocupado más por tener miembros, que por apegarse a la ley, la cual establece dos nexos que podemos tener los periodistas con el CPN, uno para obtener nuestra licencia tras demostrar nuestra condición de periodistas; y la otra, ser miembro. La primera es obligatoria, y la segunda opcional. Pero sucesivas administraciones del CPN han convertido la membresía en algo obligatorio, lo cual ha sido un craso error, y que está pesando en la resolución que ha preparado un grupo de magistrados de la Corte Suprema de Justicia.
Por otro lado, para postularse a algún cargo, los aspirantes deberían estar conscientes de los graves problemas que se ciernen sobre el CPN. En primer lugar, una resolución de la Corte Suprema de Justicia ante los recursos interpuestos ante ella por medios de comunicación y periodistas, que principalmente están en contra de que tenga la facultad de acreditar a los que, según la ley, están en capacidad de ejercer el periodismo.
En una nota del Comité de Ética del CPN, sus integrantes adelantaron que la resolución de la CSJ invalidaría el artículo de la ley de colegiación por medio del cual el Estado facultad al Colegio a acreditar a quienes en realidad son periodistas. Aunque inexplicamente lo anunciaron de una manera triunfal, como que la resolución sería una victoria, el triunfo de una batalla legal, la verdad es que se trata de una estocada al corazón de la colegiación, pues es ese artículo el que permite ponerle un tapón al ingreso de los no periodistas. La razón de ser del Colegio, desaparecería. No es algo para celebrar, sino para deplorar.
En Costa Rica también le quitaron esa facultad acreditadora al Colegio de Periodistas, pero todo mundo sigue feliz y contento porque tienen un timbre que les proporciona al menos medio millón de dólares anuales. ¿Y en Nicaragua? Hay un aporte del Estado por medio de la Lotería Nacional. Según la ley, es para financiar los gastos que implica la acreditación, pero si la resolución de la Corte elimina esta facultad, entonces, ¿continuará el aporte estatal?
Otro de los problemas de fondo del Colegio, es sus sostenibilidad, ya que simples cálculos matemáticos permiten establecer con claridad que las erogaciones son superiores a los ingresos, que los compromisos contraídos por el CPN no podrán ser asumidos en unos años --no tengo el dato exacto--, así que es previsible un colapso económico en el mediano plazo.
Desde la perspectiva de la eliminación de su facultad acreditadora y de sus problemas de financiamiento, es legítimo preguntarse entonces si realmente vale la pena continuar con el Colegio, o dar un paso atrás y dedicarnos a nuestras organizaciones gremiales tradicionales, las cuales en este momento son infuncionales.
En el caso que por diferentes razones se pensara que aún sin su función acreditante vale la pena que los periodistas tengamos un Colegio, entonces hay que desarrollar una estrategia para su supervivencia económica, primero, y para su solvencia a fin de que pueda desarrollar su misión de profesionalizar y especializar y, en general, de elevar el techo de la profesión. Esto apuntaría inmediatamente a elegir como directivos a colegas con capacidad organizativa y administrativa, que puedan generar una diversidad de proyectos y de gestionarlos adecuadamente ante las diferentes opciones nacionales e internacionales.
Mientras tanto, son las contradicciones personales, las acusaciones por “raterías” y otros yerros, las concepciones excluyentes, la subordinación a intereses ajenos al periodismo nacional, lo que lamentablemente aparece en un primer plano que nos ha distraído de los asuntos esenciales. Si depusiéramos todo interés ajeno al estrictamente gremial, habría esperanza de un Congreso que al menos sea esclarecedor alrededor del futuro de un Colegio que no ha logrado consolidarse.