El vicepresidente boliviano en su visita a Londres
posa con el articulista. (foto cortesía)
Las organizaciones laborales y campesinas de similar peso y orientación tanto en Perú como en Bolivia han tenido dos actitudes diferentes ante los dos García
En el último quinquenio en los palacios de gobierno tanto del Alto como del Bajo Perú se encuentran dos líderes cuya inicial es A y cuyo su apellido es García. Los dos han llevado por primera vez al poder a sus respectivos movimientos de origen marxista, los mismos que en sus inicios llegaron a ser perseguidos como ‘terroristas’.
Ambos han sido electos 2 veces: Alan García Pérez como presidente peruano en 1885-90 y 2006-11 y Alvaro García Linera como vicepresidente boliviano en 2006-2010 y 2010-2014. El primero representa al APRA, partido fundado en 1924 planteando unir a Indo-América en un Estado anti-imperialista que nacionalice tierras e industrias. El segundo fue el líder de la derrotada guerrilla katarista de 1992 quien luego se sumó al indigenista Movimiento Al Socialismo (MAS) de Evo Morales.
En 1985 Alan García fue el joven que supo lograr que su añejo partido debutase en la presidencia. Su gobierno se distanció de la izquierda por la masacre de los penales y de la derecha por la nacionalización de la banca.
Alan, quien llegó a ser el cuco de las grandes empresas (lugar que hoy ocupa el venezolano Chávez), volvió al poder 16 años después promoviendo la unión del centro y la derecha contra “la intromisión de Chávez”. A diferencia de su primer periodo de economía heterodoxa donde se masificaron los subsidios y se limitó el pago de la deuda externa, en su segundo mandato él continuó cierta ortodoxia monetarista heredada del fujimorismo y firmó varios TLCs.
Alvaro también se ha ‘moderado’ pero partiendo desde un inicio mucho más radical. En sus respectivas juventudes Alan lo más extremista que hizo fue discursear contra EEUU, pero Alvaro comandó una guerrilla que propuso una revolución socialista armada de ayllus.
Hoy Alvaro es el teórico de un gobierno que plantea desarrollar la democracia multipartidaria y el mercado. El, al igual que el joven Alan, cree que se debe propiciar un capitalismo nacional con un gobierno centro-izquierdista no cree pues su país no estaría maduro para el socialismo. Dentro del ALBA muchos rechazan la evolución de Alan (quien, según ellos, pasó de ser un oponente a un peón del “imperialismo”) pero aplauden a la de Alvaro.
Tuve la oportunidad de volver de platicar con Alvaro y de verlo en Londres y Oxford en su reciente visita a Inglaterra (9-13 Noviembre).
Escuché atento su extenso discurso en la LSE donde detallaba su nuevo ‘modelo post-neoliberal’. Este se parece al modelo pre-neoliberal de Alan (1985-90) en que busca promover pero de manera controlada a la inversión extranjera, hacer que el Estado domine sectores estratégicos de la economía pero dejando que la mayoría de ésta esté en manos de empresas privadas o asociativas, dar paso a una mayor descentralización regional y buscar disminuir las desigualdades sociales promoviendo una serie de subsidios y beneficios para las capas más pobres.
La diferencia entre el treintañero Alan García y el cuarentón Alvaro García radica en sus respectivas bases sociales y en el contexto internacional. El gobierno peruano de 1985-90 se dio cuando EEUU iba ganando la guerra fría mientras que el boliviano post-2006 se da cuando EEUU viene perdiendo la post-guerra fría y América Latina viene logrando su mayor margen de autonomía en su historia diplomática.
Las organizaciones laborales y campesinas de similar peso y orientación tanto en Perú como en Bolivia han tenido dos actitudes diferentes ante los dos García. Estas en su gran parte ven a Alvaro como su ‘compañero’ a quien hay que darle la mano, título que nunca le dieron a Alan, a quien se le enfrentaron.
El dúo Evo-Alvaro ha logrado cierta estabilidad porque ha logrado controlar a las organizaciones sociales y utilizarlas para contener a la oposición de derecha. Una gran concesión que les han hecho, y que Alan nunca les hizo, es la de haber cambiado la constitución para decretar que su república es una plurinacional.
Si para la ortodoxia marxista Alan y Avaro son dos expresiones del ‘nacionalismo pequeño burgués’ que capitula en distintos grados al capitalismo, para el liberalismo la evolución de Alan debería ser el sendero que siga Alvaro cuando luego quiera remplazar a Evo.
Los modelos de Alan y de Alvaro son distintos, aunque ambos se han valido de una buena ubicación de Suramérica en el contexto financiero global para hacer que crezcan sus respectivas economías y para ir moldeando al sistema partidario nacional en torno a sus ejes políticos.