Para el 2050 se estima que la mitad de las 5 mayores economías del mundo serían luso-hispánicas, pues Brasil y México entrarían en ese bloque mientras para entonces EEUU sería un país más bilingüe de lo que hoy es el Canadá
Hoy en día la mitad de Occidente y un sexto de los miembros de Naciones Unidas hablan español o portugués (lenguas hermanas que se entienden entre sí). Sin embargo, no hay un solo país iberoamericano que sea uno de los 5 miembros plenos del Consejo de Seguridad de la ONU, que esté en el Grupo de las 8 súper-potencias (G8) o en el de las 8 mayores economías del planeta.
Empero, esa situación va a ir cambiando. En pocos años se estima que el Consejo de Seguridad duplique su número de integrantes permanentes, haciendo que Brasil entre como uno de sus 5 ó 6 nuevos plenos.
Según Goldman Sachs en el 2,050 los 5 países que tendrían la mayor producción del planeta serían, en este orden, China, EEUU, India, Brasil y México. De esta manera la India y la república de habla lusa y la de habla castellana más pobladas terminarían por sacar del grupo de las 5 economías más grandes que hoy hay a Japón, Alemania y Reino Unido, 3 países que tienen, en relación a ellos, menos área, gente y recursos naturales.
En 4 décadas EEUU sufriría una significativa transformación. De ser hoy una potencia monolingüe cuya economía es superior a la suma de sus 3 competidores inmediatas, pasaría a tener una producción que equivalga a la mitad de la de China, mientras que al menos un cuarto de sus habitantes serían hispanos. La población latina de EEUU, que en 1950 apenas bordeaba el 1% de la mega-potencia, se habría multiplicado más de 25 veces en un siglo.
Para el 2,050 California (el Estado más rico de EEUU, cuya economía es hoy la octava del mundo) tendría una población que en su mayoría absoluta sería hispana, tal como esta región lo era antes de que Washington se la hubiese arrebatado a México en la guerra de 1846-48.
Quienes nacen en esta década verán cuando empiecen a ser padres de familia un fenómeno de latino americanización de los EEUU. Por un lado Washington habrá perdido su sitial mientras que varios de sus Estados serán más latino hablantes que anglo-parlantes. EEUU se habría visto se obligado a transformarse en un Estado bilingüe, tal y cual lo es hoy Canadá.
Igualmente tendremos un proceso de latino-americanización del mundo, pues la principal competencia a EEUU en Occidente ya no sería de Europa sino de su actual ‘patio trasero’, mientras que México y Brasil se basarán en la herencia de la lengua y de la cultura que antes sembró España y Portugal para acrecentar sus mercados e influencias. Así de las 5 potencias económicas del globo Iberoamérica tendría a 2 de ellas más la mitad del bilingüe EEUU.
La Canadá del Sur
Canadá es el Estado más nórdico y extenso de las Américas. Pese a ser la segunda nación en área del planeta sólo tiene fronteras con una única nación: los EE.UU. Con este último tiene una relación contradictoria. Ambos son los dos mayores países con población de lengua materna inglesa y también los únicos 2 miembros americanos del Grupo de las 7 potencias (G7). Sin embargo, Canadá es políticamente conservadora (no es república como EE.UU. y su jefa de Estado sigue siendo la reina británica, la misma que tiene la posibilidad de vetar o remover a su gobierno), pero tiene una seguridad social y un sistema de salud estatales y una baja tasa de criminalidad que muchos estadounidenses la ven como un modelo avanzado a conseguir.
Pese a que EE.UU. da al Caribe y Canadá da al Ártico, en diversas oportunidades la diplomacia canadiense se ha sentido más ligada a las zonas tropicales de su hemisferio. Canadá es, al mismo tiempo, la nación anglosajona y también latina más grande del mundo. Allí reside la población de idioma madre francés más grande fuera de Francia. La diplomacia canadiense siempre ha mostrado cierta autonomía, aunque nunca una marcada hostilidad, ante EE.UU. Cuba es un ejemplo de ello. En cierta manera ha sido un puente entre la América anglófona y la latina.
Sin embargo, a medida que Canadá tiene un gobierno más cercano al que Bush hizo antes en Washington, el vacío que genera la ausencia de un gran contrapeso a EE.UU. en el hemisferio tiende a ser llenado por el Estado americano que les sigue a ambos en tamaño: Brasil.
Este se ha convertido en lo que el profesor James Dunkerley caracteriza como el nuevo "Canadá del Sur". Con Dilma como presidenta Brasil va a acentuar esas características. Hoy Brasilia tiene una diplomacia que colabora con la de Washington, pero que también choca con ésta. Lula se demarcó de Bush y Obama logrando que Cuba doblegue el bloqueo y vetando el reconocimiento internacional del presidente hondureño Lobo. No obstante, no ha seguido la política de confrontación "antiimperialista" patrocinada por Caracas y el ALBA.
Brasil ha llegado aún más lejos que Canadá en cuanto a su propia independencia diplomática. Ha sido la principal fuerza militar en Haití, viene rearmándose con equipos franceses (incluyendo un submarino con capacidad nuclear) con vistas a fabricar los suyos propios, ha tendido puentes a Irán, pese al veto de la Casa Blanca, y ha creado en torno a sí dos bloques subcontinentales (Mercosur y Unasur) que siguen una orientación económica y diplomática diferente a la del consenso de Washington.
Hispano-América y Luso-América
Entre la América de habla hispana y la portuguesa hay una gran diferencia. Si bien España y Portugal quedan en la misma península, sus lenguas poco se diferencian entre ellas y durante 1580-1640 estuvieron unidas, sus historias discurrieron por diversas sendas.
En el tratado de Tordesillas firmado en 1494, a poco del viaje de Colón, el Papa dividió al mundo dándole a Madrid potestad sobre todos los territorios que iban desde el extremo oeste suramericano hasta las Filipinas y a Lisboa a todo el resto, especialmente África y Asia. Mientras los españoles se centraron en conquistar las Américas, los portugueses crearon colonias esparcidas a lo largo de la costa del África negra y de todo el océano índico, el cual, en los siglos XVI y XVII, tenía al luso como su lengua franca.
En las Américas el eje español se basó inicialmente en México y Perú donde los castellanos encontraron grandes y muy pobladas civilizaciones a las que sometieron montándose sobre su estructura agraria y estatal, y luego en la explotación de las minas. En Brasil, en cambio, cuando los portugueses llegaron no había ningún gran Estado ni muchos habitantes. Los que hoy se estima que existieron en el Amazonas sucumbieron con los primeros contagios de la viruela y otras plagas.
Brasil, a diferencia de los dos grandes virreinatos hispanos en América del Sur y del Norte, no tuvo una historia de guerras y subyugación, ni tampoco heredó una previa estructura caminera, de cultivos o de Estado. La mayoría de su población fue importada. Si Galeano aduce que el desarrollo europeo se produjo a costa del subdesarrollo latinoamericano, el crecimiento del Brasil se basó en el decrecimiento de Angola. Brasil es hoy el país con más gente de piel morena en el mundo después de Nigeria y también tiene una población de origen portugués mayor que la que hoy tiene Portugal. La inmigración de portugueses al Brasil supera a la de los españoles a cualquiera de las actuales repúblicas latinoamericanas.
Durante la colonia Brasil se edificó en constante conexión con África (a la cual inundaba con sus productos mientras que se convirtió en el mayor importador y re-distribuidor de esclavos) y en choques con los holandeses (quienes llegaron a asentarse en el noreste y hasta conquistar la antigua capital suya: El Salvador), mientras que Hispanoamérica tuvo menos choques con Holanda pero más con Inglaterra (la cual mantiene hasta hoy con Portugal la alianza más antigua de Occidente) y tuvo poca relación directa con el continente negro (la mayoría de sus esclavos provenía vía Portugal).
El mestizaje de brasileros e hispanoamericanos denota esa diferente evolución, pues en la mayoría de los primeros prima la mezcla entre africanos y europeos, mientras que en los segundos hay una marcada influencia de la sangre indígena.
Latinoamérica vs Brasil
Esta diferente evolución se ahonda con la invasión francesa a la península ibérica en 1808-1814. Napoleón aprisionó al rey español Fernando VII lo que genera una guerra civil inter-continental, la misma que produce entre 1810 y 1825 que casi toda América hispana continental adopte repúblicas criollas independientes. En cambio, toda la casa real portuguesa es transportada por buques británicos hacia Brasil, país que es elevado al rango de reino (junto al de Portugal) y como sede del imperio portugués. Mientras todos los 4 virreinatos hispanoamericanos se fragmentaron dando origen a 18 inestables repúblicas, la América portuguesa se mantuvo unida, estable y bajo una monarquía. Después que Londres y Washington se anexaron vastos territorios hispanoamericanos, Brasil, más bien, se expandió sobre sus 7 vecinos hispanos.
Mientras la conquista y la independencia hispanoamericana se dieron con grandes baños de sangre (lo cual marcó la evolución de las sociedades y las conciencias), la brasilera se dio con mucho menos violencia.
La ‘independencia’ brasilera se produjo cuando un rey que nació y murió en Portugal (Pedro I) decidió conservar su reino contra su padre Juan VI asentado en Lisboa.
La esclavitud fue algo que también ha marcado una gran diferencia. Brasil fue el paraíso mundial de la esclavitud. La monarquía brasilera mantuvo esta lacra hasta 1888, un año antes que fuese derrocada, siendo su país el que más descendientes de esclavos tiene en el mundo. En cambio, las primeras repúblicas latinoamericanas limitaron o abolieron la esclavitud poco después de que Haití lo hiciera en 1804.
El Imperio del Brasil (1822-89) libró 3 cruentas guerras contra sus vecinos (incluyendo la única de exterminio que se haya dado entre países latinoamericanos: la de Paraguay de 1864-70). En el congreso de Panamá de 1824 Bolívar invitó a todos los países hispanoamericanos (y al Reino Unido como observador) pero no al Brasil, quien, a diferencia de las nuevas repúblicas criollas, seguía siendo una monarquía esclavista y europeizante.
Cuando el 15 de Noviembre de 1889 Brasil deviene en república éste no abandona su estrategia más centrada en dar la cara al Atlántico (Reino Unido, Francia y Portugal) y la espalda a los Andes e Hispanoamérica y también prosigue anexándose territorios a sus vecinos hispanos. Luego, cuando EEUU invadía países hispanoamericanos, Brasil no se comió el pleito, pues éste también hacía lo propio en su entorno.
Es más, en Brasil se desarrollaron varios de los más entusiastas pan-americanistas. Brasil se veía como la gran república luso-hablante del sur así como EEUU es la gran república anglo-parlante del norte, quienes se hayan rodeados de fragmentadas repúblicas hispanoamericanas con las cuales no se identifican tanto.
Brasil apoyó a EEUU en las dos guerras mundiales. Fue la primera nación latinoamericana que se plegó a Washington cuando ésta empezó a combatir a los alemanes y envió 25,000 tropas suyas al combate.
Para Bethell Brasil pasa a ser considerado parte de ‘Latin America’ después de dicha guerra de 1939-45, cuando bajo este membrete Washington agrupa a toda la parte sur y menos desarrollada de su hemisferio. No obstante, los brasileros nunca se han sentido tan latinos.
De hecho en los censos de EEUU los brasileros no son considerados parte de los 50 millones de hispanos o latinos de dicho país. En Reino Unido todos los festivales y periódicos que se autonombran latinoamericanos son conducidos en español, mientras que los medios y eventos luso-americanos se autodefinen como brasileros.
Durante la dictadura militar 1964-85 la izquierda solía acusar a Brasil de ser un sub-imperialismo que usaba EEUU para someter a Latinoamérica. Sin embargo, con el restablecimiento democrático y en los últimos 16 años de gobiernos de Cardoso y Lula Brasil se ha reinsertado en su región buscando transformarse en el aglutinador de un bloque suramericano con el cual ésta negocie contra otras regiones del mundo.
En este nuevo giro hacia su propio entorno Brasil enfatiza mucho su ‘suramericanismo’ y el bloque que tiene no solo con los países hispanos sino también con los de habla inglesa y holandesa de su región. Pero, como sugiere Bethell, el viraje brasilero marca no tanto la reafirmación de América Latina sino la de la América multilingüe que está al Sur.
El término Latinoamérica que nunca hizo justicia a la herencia indígena, africana y también inglesa y holandesa de la América al sur de EEUU se demuestra obsoleto. La emergencia del Brasil y la estrechez de vínculos que viene progresando entre Hispanoamérica y las antiguas colonias (la mayor parte hoy independientes) de Londres y Ámsterdam, genera le necesidad de hablar más de una región sur y centro americana más integrada y en la que se acepten las distintas herencias latinas, africanas, indígenas y germánicas.