Omar Khayyàm es tal ves el poeta más significativo de Oriente Medio, probada su grandeza en la piedra de toque de la historia: su obra poética ha pervivido mil años y ha sido traducida a todos los idiomas de Occidente. Nació en Persia, hoy Irán, en la ciudad de Nisharpur (1040-1123 a.C.). Destacado matemático y astrónomo de su tiempo, mas su mejor fuerza del espíritu la vertió en la poesía sus famosas cuartetas, recogidas éstas en su libro Rubàiyàt.
Muchos horizontes artísticos y existenciales se cruzan en el Rubàiyàt: sobre un lenguaje novedoso para su tiempo -“la salvaje claridad de sus versos” escribió en una oportunidad Harold Lamb, uno de sus biógrafos modernos- donde identificaba poesía y libertad, usó el ludismo expresivo cual vehiculo de su valentía, en un estilo desenfadado e irreverente, Omar Khayyàm revelará voluntariamente al mundo los matices dramáticos de la sociedad persa de ese entonces, pero sin dejarse abrumar por ello cantó de manera maravillosa a la fiesta de la vida, al amor, a la mujer, al vino, en fin. Ahora bien, aunque sin proponérselo “ex profeso” dejará en sus estrofas el testimonio del bellísimo y robusto entorno vegetal de la Persia de aquellos lejanos siglos.
Han transcurrido mil años desde cuando se dieron a conocer las cuartetas de Khayyàm . Hoy por hoy en el paisaje del Oriente Medio impera la aridez, lo desértico. Nunca aparece en las estrofas del bardo de Nishapur el desierto, por el contrario la exuberancia de la espesura vegetal se enaltece. Si la obra literaria sustentada sobre la espontaneidad y franqueza jamás niega su paisaje, no habría entonces de dudar de la legitimidad del entorno ambiental de su poesía. Aflora constantemente en sus versos el ingente verdor de su efectiva comarca.
"Fulge la Luna del Rabadán.
Bañará de luz el Sol, mañana, una ciudad silente.
Dormirán los vinos en los cántaros
y las jóvenes doncellas a la sombra de los bosques.”
Cruzan de manera reveladora su lenguaje poético las flores: narcisos, eglantinas, tulipanes, jacintos, violetas, rosas. Refrescan su lectura frases como “campo florecido”, “verde prado”, “rojo tulipán de primavera”. Apoyan con mucha frecuencia sus emotivas expresiones eróticas voces cuales jardines, florestas, arroyuelos, ruiseñores, rodedal, mariposas, frondas, selvas, en fin una verdadera policromía silvestre,
“Figura este mundo una rosaleda. Las mariposas sus visitantes.
Nuestros músicos los jubilosos pájaros.
… Cuando ni rosas ni frondas haya
revelarán las estrellas mi rosaleda y tus guedejas mi selva”
Traspasó, de modo innegable, con una clara coherencia de percepción, lo epocal su corpus lírico, sus cantingas, con ello el paisaje de su amado territorio donde predominaban, sobre la parda arena de hoy, aquellos otrora vegetales, bosques, lo nemoroso. Precisamente a esa lozanía vegetal se debe la gran luminosidad y sosiego de las composiciones líricas del Rubàiyàt … Queda a los ambientalistas y ecologistas responder: ¿Qué paso con tanto verdor? O parodiando al fundador de la poesía española, Jorge Manrique (s.XV a.C.) prestamos sus palabras y ritmo para decir… /¿Qué fueron sino rocíos / de los prados?”
Cierro este escrito con una cuarteta de Omar Khayyàm,
“Lozanea la faz de las rosas la brisa primaveral,
acaricia a mi bienamada en la sombra azulada del jardín.
La ventura de este momento disfruto,
la irresistible dulzura del presente.”
En la actualidad Irán tiene una superficie de 1648000 km2, siendo el 70% de su territorio, desértico o semidesèrtico.
*Lubio Cardozo