El nuevo país ha acogido la bandera y la estructura militar del Movimiento/ Ejército de Liberación Popular
El referéndum del 9 al 15 de enero sobre la independencia del sur de Sudán ha concluido. Según el ex presidente estadounidense Jimmy Carter, quien lidera una misión observadora de dicho plebiscito, éste se habría dado con normalidad y con una alta participación que raya el 90% de sus casi 4 millones de electores.
Sudán, con un área de 2,5 millones de kilómetros cuadrados, es el país más grande del África (y el décimo en territorio del planeta). Si se cumplen los vaticinios para un masivo sí a la escisión, esta nación perdería a un cuarto de su tamaño y a un quinto de sus 44 millones de habitantes.
Desde antes que esta república se independizara del Reino Unido en 1956 siempre hubieron conflictos armados entre el norte árabe y musulmán y el sur dominado por unas 200 etnias negras, la mayor parte de ellas animistas o cristianas.
Omar al-Bashir, quien llegó a la presidencia sudanesa con un golpe en 1989, viene gobernado 22 años el país que tiene una de las guerras internas más prolongadas y sangrientas que hay en el mundo, las mismas que se han extendido a la región occidental de Darfur (produciendo al menos 2 millones de muertos).
A fin de hacer frente a las presiones internacionales y para buscar una solución ante tantos conflictos, él se vio obligado a invitar a su contrincante Salva Kiir Mayardit, presidente de la región autónoma de Sud-Sudán, como a su vicepresidente y a convocar a un referendo.
Tanto él como sus importantes vecinos Libia y Egipto no favorecen la división, pero declara estar dispuestos a aceptar ésta si hay un masivo apoyo hacia ella como una vía para evitar mayor derramamiento de sangre y recursos.
El nuevo país ha acogido la bandera y la estructura militar del Movimiento/ Ejército de Liberación Popular. Sin embargo, éste carece de un nombre y adoptar ello no es el principal problema a resolver.
Sud-Sudán carece de costas y es una de las regiones más pobres del cinturón central de miseria del África. Tres de cada cuatro de sus habitantes son iletrados. Allí se produce la mayor parte del petróleo sudanés (el mismo que ha generado que Sudán triplique su producción en 2 décadas), pero el problema es que el ducto que transporta el oro negro debe llegar al mar rojo en Sudán, quien quiere seguir teniendo un porcentaje de las ganancias petroleras.
De darse la separación, Sudán quisiera presionar para mantener una unión monetaria y una suerte de confederación, que de no darse podría acicatear otro conflicto.
Tampoco hay 100% de claridad sobre los límites, los cuales se extienden por casi 2,000 kilómetros y se encuentran en una de las regiones más étnicamente diversas del globo. En la región de Abyei hay pugnas armadas entre etnias que están a favor y en contra de entrar en el nuevo país. Otras zonas del país, como Darfur, también tienen sus propias demandas.
La ruptura también crea problemas en torno a los movimientos de los nómades entre una y otra zona, así como en el status de los más de dos millones de sud-sudaneses desplazados.
Sud-Sudán, de independizarse, buscaría tener un asiento en la ONU para poder recibir préstamos del FMI o el Banco Mundial. Si Naciones Unidas les reconoce se crearía un precedente internacional.
Hasta hoy todas las repúblicas africanas se han dado en torno a las delimitaciones que tuvieron antiguas colonias, mientras que se ha negado la independencia a Biafra, Katanga y a otras regiones que no tuvieron tales características.
La independencia sud-sudanesa animaría al norte de Somalia (que se reclama como Estado de Somalilandia) y a muchos movimientos separatistas africanos a buscar ser reconocidos como naciones soberanas.