El terrorismo parece ser el responsable del nuevo zarpazo que por enésima vez, con extrema dureza golpea a Moscú

En días recientes, la mayor y más poblada ciudad de Europa, se vio sacudida por un atentado ocurrido en el aeropuerto de Domodedovo, segundo de los cuatro más importantes de Moscú y el más transitado de la capital rusa (más de 22 millones de pasajeros). La explosión causó la muerte de más de 35 personas y al menos 130 personas resultaron heridas.

Como es presumible, el terrorismo parece ser el responsable del nuevo zarpazo que por enésima vez, con extrema dureza golpea a Moscú, recayendo la sospecha sobre extremistas procedentes del Cáucaso Norte. La conclusión a priori, se fundamenta en la tipología habitual del terrorismo en Rusia, donde la insurgencia islámica que tuvo a Chechenia como núcleo inicial y que se ha extendido a las repúblicas vecinas, como Ingushetia, Daguestán o Kabardino-Balkaria; tiene como precedente inmediato, el atentado ocurrido en marzo del año pasado, cuando dos mujeres de Daguestán (viudas negras), se inmolaron en dos estaciones de metro, causando la muerte de 40 personas e hiriendo al menos a 80.

Por su parte, varias son las conclusiones, que se pueden extraer de la nueva matanza, lo primero, es el relajamiento sufrido por las regulaciones de seguridad en los aeropuertos rusos, particularmente en la zona donde se produjo el atentado. Segundo, que aunque el presidente ruso, Dmitri Medvédev, dio por terminado el régimen especial antiterrorista en Chechenia en abril de 2009, los ímprobos esfuerzos de las fuerzas de seguridad rusas para mantener a raya al terrorismo, no parecen lograr que los periodos de tranquilidad sean demasiado largos. Tercero, que la realidad internacional del siglo XXI, demuestra que la lucha contra fenómenos propios de la sociedad incivil, tales como el terrorismo internacional; exigen para su efectivo combate, una desinteresada cooperación internacional. Cuarto, que los habitantes de Rusia deben prepararse para la aplicación futura de estrictas y sofisticadas medidas de seguridad, ante los retos que plantea la celebración en el 2014, de los Juegos Olímpicos de invierno, a realizarse en Sochi, sobre el Mar Negro, cerca de los territorios en conflicto y al lado de Georgia, país vecino, que se desvive por frustrar el evento internacional y por si fuera poco, en 2018 Rusia albergará el Mundial de fútbol. Finalmente, es imposible soslayar el impacto político del suceso, respecto a las candidaturas presidenciales de 2012, por lo que lo ocurrido quiérase o no, catapulta la figura de Vladímir Pútin, para volver a tomar directamente las riendas políticas s del país.

*Profesor Titular de Relaciones Internacionales de la Universidad de Panamá