Ambos países se caracterizan por estar divididos en dos bloques, los mismos que han logrado muchos consensos entre sí sobre el modelo a seguir
LONDRES - Estos dos países son mostrados como un posible ejemplo a seguir. La república sureña se jacta de un alto nivel de crecimiento debido a ser una de las naciones que más Tratados de Libre Comercio ha suscrito. El coloso que agrupa a la mitad de los suramericanos se ufana de tener un modelo más proteccionista y de haber logrado que su nación sea la única del hemisferio que le haga contrapeso al gigante del norte, aunque sin chocar frontalmente contra éste.
Ambos países se caracterizan por estar divididos en dos bloques (uno que va del centro a la derecha y el otro del centro a la izquierda), los mismos que han logrado muchos consensos entre sí sobre el modelo a seguir. Ambos campos pueden reelegir a un nuevo presidente de sus propias filas y también se alternan en el poder. Cada uno mantiene un determinado peso electoral y en los comicios el nivel de variación de votos no es abismal (como pasa en Perú).
En esas dos repúblicas hay partidos estructurados y aquellos que se asientan en los sindicatos (como el PT de Brasil y el PS de Chile) han ayudado a viabilizar el modelo impidiendo huelgas radicales o insurgencias (como las que se han dado en Colombia y Perú, y que han provocado que esos países giren hacia nuevos caudillos de derecha).
Los dos candidatos presidenciales del Perú dicen mostrarse más cercanos a uno u otro modelo. Sin embargo, este país carece de bloques que se puedan reelegir o se alternen en el poder y de partidos sólidos.
La izquierda peruana, que emergió con cierta fuerza después de Velasco, acabó atenazada entre la polarización Fujimori-Sendero y fue incapaz de estructurar partidos con cierto peso, y mucho menos presidentes como Lagos o Lula o presidentas como Bachelet o Dilma.
Perú nunca ha tenido un movimiento que se mantuviera en el poder renovando de figura. Es más, Belaunde, García, Toledo y nuevamente García empezaron con un respaldo mayoritario, pero acabaron perdiendo a más del 90% de sus iniciales votantes al acabar sus quinquenios.
El único movimiento que pudo continuar más de un mandato lo hizo interviniendo en los otros poderes, reeligiendo al mandatario y creando un partido que se ha presentado con media docena de membretes diferentes, pero que tienen en común la subordinación al líder.
De hecho, todos los partidos peruanos son caudillistas y los caudillos tienden a dar muchos giros.
El fujimorismo, que fue electo en 1990 con los votos de la izquierda contra la derecha, hoy quiere volver a Palacio uniendo a la derecha contra la izquierda. Vargas Llosa, quien entonces aparecía como el cuco de la izquierda, hoy apoya a Ollanta. Ollanta carece de una ideología clara o de una base social como la de los demás partidos de izquierda del continente (desde la socialdemócrata tipo Chile o Brasil hasta la "radical" tipo Bolivia).
Sin el desarrollo de partidos y bloques estructurados y con tanta volatilidad electoral, el Perú no podrá emular a cualquiera de ambos modelos.