MADRID — El hombre que acaparó la atención mundial hace algunos años porque logró poner en el banquillo de los acusados al ex dictador chileno, Augusto Pinochet, compareció ayer bajo la expectación y aplausos de apoyo de un grupo de simpatizantes. Se trata del juez Baltasar Garzón quien estuvo en el Tribunal Supremo español, donde tiene previsto comenzar el primero de los dos juicios que se siguen contra él y que le resultó con un costo de expulsión temporal de la carrera judicial.
Garzón se sentó en el banquillo los acusados para responder por el delito de prevaricación —dictar a sabiendas una resolución injusta— por su rol en el llamado caso "Gürtel", que destapó una trama corrupta en las delegaciones regionales del gobernante Partido Popular en Valencia y Madrid.
Garzón habló con algunos periodistas en el interior de la sala del Supremo, en el que será juzgado por un tribunal de siete magistrados, en un caso que podría terminar con su carrera.
Garzón dijo que estaba “todo bien" y que "lo único que pasa es que estoy un poco afónico porque he tenido fiebre".
La acusación popular, en contra de la fiscalía, solicita hasta 17 años de inhabilitación para ejercer como magistrado por ordenar la grabación de conversaciones telefónicas entre varios acusados de "Gürtel" encarcelados y sus abogados.
El próximo 24 de enero arrancará el juicio por su fallida investigación de los crímenes del franquismo y la dictadura.