» El enfrentamiento de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña con Rusia y China. En la gráfica un encuentro del órgano de seguridad de la ONU.
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La apertura de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas es una inmejorable ocasión para hacer una lectura del estado de situación de las Relaciones Internacionales. Presidentes, ministros y representantes de prácticamente todos los países del mundo se dan cita en Nueva York para dar inicio al debate general. Allí exponen, ante la comunidad internacional, su posición relativa a los asuntos más importantes de su agenda, sean estos de política doméstica o exterior. La última semana del pasado mes de Septiembre el mundo siguió la apertura del período número 67 de sesiones. Fueron más de 160 los oradores, y, si bien, todos ellos tocaron temas de una forma u otra importantes para la agenda global, me detendré puntualmente en lo expresado por los representantes de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad. En otras palabras, me propongo analizar exclusivamente lo relativo a la más alta política internacional.
El primero en volcar su opinión fue Barack Obama, presidente de los Estados Unidos. El líder norteamericano puso especial atención en la convulsionada región del Medio Oriente. En relación a Irán, sostuvo que Washington hará todo lo posible para evitar que Teherán desarrolle armas nucleares pero que su gobierno no tiene planes de llevar la controversia a una operación militar (al menos por ahora). De hecho, pareciera que Estados Unidos sigue dando lugar a la negociación como vía para resolver la crisis. Se diferenció así del premier israelí, Netanyahu, quien había solicitado a Obama que aplique un “ultimátum” al gobierno de Ahmadineyad. Si bien el Presidente continuará por el camino de la conversación diplomática, sobre el final de su intervención aclaró que el tiempo de dialogo no es infinito. Las palabras de Obama fueron un mensaje enviado tanto al mundo como al propio electorado norteamericano. Recordemos que este es un año electoral en Estados Unidos y el Presidente ha sido blanco de críticas por haber (teóricamente) desmanejado la situación iraní. En relación a Siria, el otro gran tema de la región, volvió a instar a Bashar Al-Assad a dejar el poder y terminar con 18 meses de violencia y derramamiento de sangre.
Francia fue el segundo país miembro permanente del Consejo de Seguridad en entrenar en escena. François Hollande trajo al debate un asunto de vital importancia para los intereses franceses: la situación en Mali. El África Francófona, también conocida como “Françafrique”, es siempre una prioridad en la política exterior de París. La inestabilidad que sufre aquella nación puede perjudicar intereses galos en la región. El Palacio del Eliseo pidió al Consejo de Seguridad que responda al pedido de Bamako (sede del gobierno de maliense) de envío de tropas para recuperar el control del norte del país, hoy en manos de grupos terroristas. En relación al Medio Oriente criticó a Irán acusándolo de mentir en torno a las intenciones de su programa nuclear, en cual, según Hollande, no tiene ningún objetivo civil. Inclusive sus críticas a Teherán fueron más allá. Responsabilizó al régimen de cooperar con el gobierno de Bashar Al-Assad en la represión de los grupos opositores a Damasco. El Presidente mostró su apoyo a los rebeldes sirios a los cuales pidió que formen un gobierno alternativo el cual sería reconocido por París. Las palabras de Hollande muestran la intención de su administración de mostrar a Francia como una gran potencia con intereses globales, quizás para compensar su caída de imagen positiva local fruto de la crisis económica que sufre su país. Por otro lado el mandatario aprovechó su primera aparición en Naciones Unidas para mostrar que Francia dará continuidad a su activa participación en el escenario internacional fomentada por su antecesor, Nicolás Sarkozy.
Luego de Francia fue el turno de la otra potencia político-militar europea: Gran Bretaña. Dentro del sistema internacional existen múltiples alianzas, las cuales, en muchos casos, son coyunturales o de conveniencia. Una de las pocas alianzas estructurales, que sobrevive a los gobiernos y a la cambiante y volátil coyuntura internacional es la sociedad entre Londres y Washington. Como era de esperarse, de las palabras de David Cameron, se desprendió la cooperación entre norteamericanos y británicos. Alineado con Estados Unidos, el Primer Ministro urgió a las Naciones Unidas a ocupar un rol más activo en la crisis en Siria. Al mismo tiempo adjudicó la totalidad de la responsabilidad en las matanzas al régimen de Bashar Al-Assad. Sostuvo también que la Primavera Árabe “no ha terminado” y criticó (sin mencionarlos) a Rusia y China por bloquear las resoluciones del Consejo de Seguridad orientadas a intervenir en el conflictivo país. Por último recordó que Gran Bretaña no retirará sus tropas de Afganistán sino hasta 2014, año en el cual la OTAN tiene previsto dar por terminada una operación que lleva más de una década.
Hasta aquí, la opinión de las tres potencias occidentales que ocupan un sillón permanente en el Consejo de Seguridad. Ahora pasaremos a analizar la posición de Rusia y China, dos países no occidentales que enfrentan el consenso existente entre Washington, Paris y Londres en relación a los grandes temas de la agenda global.
El Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, hizo uso de la palabra en el recinto del propio Consejo de Seguridad y dio continuidad a lo que ya venía sucediendo dentro del cuerpo. El representante del Kremlin se opuso una vez más a las intenciones de Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos de intervenir en Siria, dejando muy claro que Moscú hará uso de su poder de veto para bloquear cualquier resolución en tal sentido. Serguei Lavrov describió como irreal la intención de Occidente de forzar una renuncia incondicional de Bashar Al-Assad. Otro aspecto importante de la intervención del Ministro fue su apoyo a la India en su objetivo de ingresar como miembro permanente del Consejo de Seguridad. Una declaración importante si tenemos en cuenta que se trata de una nación no occidental de más de1000 millones de habitantes.
China, la única nación que en el futuro podría cuestionar el liderazgo planetario de los Estados Unidos, fue la última de las cinco grandes potencias en ingresar al debate. Lo hizo por medio de Yang Jiechi, Ministro de Relaciones Exteriores. El mensaje de la potencia asiática terminó de dar forma al marcado enfrentamiento de Realpolitik que se vive en el seno del Consejo de Seguridad entre occidentales y no occidentales. Alineado con Moscú, declaró que son los propios ciudadanos sirios los que deben solucionar sus problemas y se opuso terminantemente a una eventual intervención extranjera. Por último hizo especial mención al conflicto que Beijing mantiene con Tokio (y en su defecto, parcialmente con Estados Unidos) en relación a la soberanía sobre las islas Senkaku/Diaoyu. Acusó a Japón de haber robado el archipiélago en 1895 luego de finalizada la guerra sino-japonesa. Este diferendo se enmarca dentro del trascendental conflicto por el control del Mar de la China Meridional, el cual, sin dudas, será una de las grandes cuestiones de las Relaciones Internacionales del siglo XXI.
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