Tenemos más de un año, casi sin descanso, trabajando en el diseño y construcción de un sendero de interpretación, dentro de un majestuoso bosque de costa, para ofrecerle a los defensores de la naturaleza, lo que es en el presente uno de los más bellos parques de manglares que existe en Venezuela, lo llamamos “Tierra de Sueños”, ubicado en las adyacencias del pueblo de palafitos de nombre Santa Rosa de Agua, al Occidente del país.
A cero metros sobre el nivel del mar y con una humedad que desmaya al más fuerte, un voluntariado de niños, jóvenes y adultos han permitido desarrollar un parque temático natural, donde los visitantes reconocen de manera didáctica la flora y fauna de este emblemático lugar. Se cuenta con los ecoguías, un guardaparques y toda una comunidad que apoya esta iniciativa.
Para darle más prestancia a la entrada del parque, se decidió hacer de la calle principal de esa comunidad, que tiene una longitud de 500 metros aproximadamente, una ecocalle, donde todas las fachadas de las casas y paredes de los patios se pintaron simultáneamente con colores cálidos, además de la realización de murales alusivos a la biodiversidad de esos espacios.
Comenzamos esta faena artística, un buen día a media mañana, porque hubo alguna demora entre los convocados, lo cierto es que a una temperatura de un poco mas de 41 grados centígrados y con un sol que nos “achicharraba”, apenas logramos avanzar pintando las primeras fachadas, los primeros 50 metros con los colores acordados.
Ese día me fui acostar temprano, no podía con la insolación, tenía un dolor de cabeza que no se me quería quitar, estaba afiebrado y una vena del lado derecho de la frente la veía tan hinchada que creí que se me iba a explotar. Además los brazos, cuello y cara me ardían sobre manera. Casi inmóvil por el malestar y a oscuras le di gracias a la vida, por la oportunidad que me estaba dando de ser útil. De poder poner al servicio de esa comunidad mis conocimientos, mis relaciones y mis menguados recursos y así lograr la creación del Parque Tierra de sueños y de su imponente ecocalle.
En esa comunidad de pescadores de origen indígena, los afectos son parcos, son cautelosos en las relaciones interpersonales, sin embargo, hoy los percibo orgullosos de las cosas que están pasando asociadas al parque, hay un sentido del logro colectivo, comprensión de lo que se quiere. Cada vez son más los que se suman a esta tarea ambientalista.
Creo que en ese lugar, ya deje de ser “un curioso visitante”, ahora hasta me saludan por mi nombre: “¡que fue Lenin!”.
*Ambientalista venezolano