No caben dudas que Rio de Janeiro ha ingresado en el circuito internacional. El Junio será sede del partido final de la Copa de las Confederaciones y en Julio de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud con la visita del flamante papa Francisco. Se espera que el evento convoque a más de 3 millones de fieles de todo el mundo. Pero esto es solo el comienzo. En 2014 Rio recibirá la Copa del Mundo de Fútbol y el broche de oro, en 2016 será la primara ciudad en la historia de América del Sur en organizar los Juegos Olímpicos, quizás la máxima cita del deporte internacional.
Por supuesto que esta lluvia de eventos, sumado al buen momento económico por el que atraviesa Brasil, comienza a generar cambios en la fisonomía de la ciudad. La extensión de las líneas de subterráneo integra a nuevos barrios a la red y la construcción del “TransCarioca”, un sistema de transporte de estilo Bus Rapid Transit, permitirá un fácil acceso tanto al Aeropuerto Internacional de Galeao como a otros sectores anteriormente desconectados.
Pero en lo que respecta al día a día de los cariocas es quizás la política de seguridad la medida de gobierno que más ha afectado (positivamente) sus vidas. Rio de Janeiro es conocida internacionalmente como la Ciudad Maravillosa (Cidade Maravilhosa). Apodo bien merecido por las bellezas naturales que la rodean, sus hermosas playas, selváticos morros, calidez de su gente e intensa vida diurna y nocturna. La contrapartida de todas estas virtudes, y posiblemente lo único que opacaba esta “maravillosidad”, era efectivamente el problema de la inseguridad. Las calles Rio no solo sufrían la delincuencia común, sino también las virtuales “guerras” entre grupos narcos que se disputaban a punta de pistola sitios estratégicos de venta de drogas. Afortunadamente desde que el gobierno diera inicio al proceso de recuperación y posterior pacificación de las favelas la situación ha mejorado. El accionar gubernamental ha permitido desplazar a los capos narcos del control de estas comunidades transformándolas en lugares más seguros tanto para la población que allí reside como para la cotidianeidad de los barrios que las circundan. La seguridad urbana ha experimentado una sensible mejoría. No es casualidad que las políticas en la materia tanto del gobernador del estado (Sérgio Cabral) como del intendente de la ciudad (Eduardo Paes) gocen de una amplia aceptación popular.
Los factores hasta aquí mencionados sumados al atractivo intrínseco de la ciudad y la bonanza económica brasileña de los últimos años han derivado en un radical incremento en los precios de las propiedades. El valor del metro cuadrado en la Zona Sur de Rio, principalmente en los barrios de Copacabana, Gávea, Ipanema, Jardim Botânico, Lagoa, Leblon, Leme y Urca alcanza y en casos supera los precios de las grandes capitales del mundo desarrollado. Según una investigación de la revista Forbes, si bien durante 2012 los inmuebles se apreciaron un 4% promedio a nivel mundial, en Rio lo hicieron en un 13%. El New York Times realizó un relevamiento sobre la evolución de los precios en los últimos 4 años. El valor de un departamento de cuatro habitaciones en el exclusivo barrio de Ipanema se multiplicó por seis en el período 2008-2012, alcanzando un valor aproximado de 2.5 millones de dólares. Los precios también tienden a la suba por un factor espacial. La accidentada geografía carioca hace que la ciudad se encuentre “atrapada” entre el mar, lagunas y montañas, los cuales limitan la superficie edificable. En otras palabras, la ciudad ya no tiene lugar para donde crecer.
Al mismo tiempo el hallazgo de grandes reservas de petróleo en el subsuelo marino de las costas del Estado de Rio de Janeiro repercute sobe la valuación de los inmuebles. Las importantes inversiones en exploración off-shore han traído a empresas y ejecutivos internacionales a la ciudad elevando la temperatura del ya recalentado mercado inmobiliario.
Esta realidad está comenzando a desplazar a sectores medios que solían residir en los mencionados barrios a aéreas más alejados. Los costos de adquirir o alquilar un departamento se tornan prohibitivos. Es válida la comparación con Nueva York, donde Manhattan está reservada para quienes ostentan un elevado poder adquisitivo. Es común que sectores medios residan en Queens, New Jersey, Long Island o Brooklyn y se desplacen diariamente a trabajar o estudiar en la gran manzana. Es así que la Zona Sur de Rio, en donde se encuentran las más hermosas playas, los más agradables restaurantes y hoteles, los servicios públicos y privados de calidad y en donde la inseguridad es un problema menor, se ha transformado en el Manhattan de Brasil. Vivir en estos barrios es cada vez más un privilegio de pocos.
¿Y después de los Juegos Olímpicos?
Los juegos de 2016 serán el último de la seguidilla de eventos que albergará la ciudad. Una vez que estos hayan finalizado la vida carioca volverá a ser la misma de antes, sin tanta atención internacional. Los locales suelen preguntarse si las mejoras obtenidas serán sustentables una vez que los ojos del mundo ya no están depositados en Rio. El principal temor radica justamente en la cuestión de la seguridad y si la política de pacificación y lucha contra las organizaciones vinculadas al narcotráfico se mantendrá. No hace mucho solo un “capo” narco tenía el poder de cerrar todos los comercios de la ciudad y sembrar un pánico absoluto en la población. Unos años atrás el gobierno municipal no tenía el control de distintos puntos de su propia jurisdicción (inclusive dentro de la Zona Sur) los cuales eran gobernados “de facto” por líderes del tráfico de drogas.
Si las conquistas no lograran mantenerse en el tiempo no sería de extrañar que el interés por los inmuebles en Rio disminuya y con él sus precios. Asimismo existen interrogantes sobre el futuro económico de Brasil. Si el crecimiento se redujera también lo haría la demanda de propiedades. Lo que sucederá o dejará de suceder en relación estos factores más allá del 2016 determinará si la Manhattanizacion de Rio es un proceso coyuntural o estructural.
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