El papa Francisco celebró su primera misa del Domingo de Ramos en la Plaza de San Pedro, exhortando a los fieles a convertirse en humildes y jóvenes de corazón cuando hizo una promesa de llegar al Día Mundial de la Juventud en Río de Janeiro.
En tanto, millares de asistentes con mucha fe agitaban ramas de olivo y hojas de palma para traer en memoria la entrada triunfal de Jesús a lomos de un burro en Jerusalén.
La plaza contó con unos 250.000 peregrinos, turistas y romanos que esperaron tanto el momento de participar con el nuevo Papa en la ceremonia solemne que da el banderillazo inicial del inicio de Semana Santa, que conllevan a la Pascua de resurrección, el día más importante del cristianismo.
Apegado a su estilo espontáneo, el primer papa latinoamericano se apartó en varias ocasiones del texto preparado para su homilía para animar a los fieles a tener una vida sencilla.
La misa tuvo una duración dos horas, Francisco removió sus paramentos rojos, y vistiendo una sotana y solideo blancos, subió a su papamóvil sin vidrio protector para circular entre la multitud. Saludó con las manos, hizo besos a bebés que le mandaban sus guardaespaldas y en ocasiones saludaba a los niños con la señal del pulgar.
Los agentes de seguridad del pontífice estuvieron bastantes tensos en torno del vehículo para recoger a varios bebés. El Pontífice besó la mano a una ancianita que le saludó.
"No hay duda de que habrá una nueva primavera para la iglesia, una renovación", dijo la hermana Emma, una monja argentina.
Francisco expresó que Jesús "despertó tantas esperanzas en el corazón, especialmente entre los humildes, los sencillos, los pobres, los olvidados, esos que no importan ante los ojos del mundo". Francisco improvisó al dar una anécdota de su niñez en la Argentina. "Mi abuela solía decir, 'niños, las mortajas no tienen bolsillos''', una referencia al dicho de que "nada material puedes llevarte al otro mundo".