La interacción entre la madre y su bebé, es un intercambio de estímulos sensoriales, hormonales y sociales adecuados para el óptimo desempeño materno y el desarrollo del infante; sin embargo, la ausencia de esta relación en etapas tempranas podría provocar alteraciones en el sistema nervioso y procesos cognitivos, así como en problemas de atención e hiperactividad en el desarrollo del infante, afirmó Ángel Melo Salazar.
El científico del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) Tlaxcala precisó que estudios recientes revelan que, por ejemplo, la prolactina (hormona que estimula la producción de leche en las glándulas mamarias) y que ingiere el bebé a través de la leche materna temprana, es importante en el desarrollo del sistema inmunológico, emocional y conductual de los infantes.
Aunque aún faltan más estudios al respecto, hay investigaciones que han reportado que los niños que no son amamantados por leche materna tienen deficiencias en procesos de aprendizaje, explicó Melo Salazar, adscrito al Centro de Investigación en Reproducción Animal (CIRA) del Cinvestav Tlaxcala en colaboración con la Universidad Autónoma de Tlaxcala (UATx).
El científico precisó que recientes estudios también revelan que la interacción cara-cara entre la madre y su bebé libera oxitocina, sustancia que favorece el desarrollo de un mayor vínculo entre ambos.
En la mujer, dijo, también se ha encontrado una relación entre los niveles de cortisol durante la gestación con los sentimientos de afiliación y apego a su bebé. “Conforme se acerca la fecha del parto, los niveles de cortisol se incrementan así como los sentimientos positivos hacia su bebé”.
Para el investigador el contacto directo entre la madre y el recién nacido al parto es esencial para el desarrollo del “apego seguro” del infante y un vínculo estrecho con la madre.
Consideró que entre los aspectos que influyen en el desarrollo de la conducta materna no sólo intervienen ciertas hormonas durante la gestación (estradiol, progesterona, prolactina) y el parto (oxitocina, cortisol), sino también depende de factores psicológicos, cognitivos, afectivos, mentales, de adicción, sociales, experiencias tempranas y maternales, e incluso económicos y socio-culturales.
De acuerdo con Melo Salazar, en modelos animales, la conducta materna se ha podido inducir ante la presencia continua de uno o varios infantes, ya que las áreas neurales que regulan la expresión de la conducta materna están presentes desde el desarrollo mismo del sistema nervioso en todas las especies.
“Cuando nacemos dichas áreas están presentes, pero la experiencia temprana, negativa o positiva, participa en la terminación del desarrollo de estas áreas. Si el individuo tiene experiencias negativas, su conducta materna en el futuro será mala, y si tuvo experiencias positivas, será buena”.
Explicó que en el caso de la depresión post-parto, las madres son poco sensibles a los estímulos de los bebés: no reconocen adecuadamente el llanto o las necesidades y son poco afectivas hacia ellos.
“Las madres con depresión post-parto, y madres adolescentes, manifiestan con mayor frecuencia conducta materna instrumental (bañar al bebé, cambiarle los pañales, peinarlo), pero pocas conductas afectivas como caricias, besos, abrazos y conducta cara-cara”.
Estos cuidados maternos inadecuados afectan negativamente el desarrollo del infante, efectos que persisten a través de toda la vida, y se transmiten hacia la siguiente generación, concluyó Melo Salazar.