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Foto satelital de una ventisca enorme de Polvo del Sahara.
LA HABANA - La tranquilizadora escasez de huracanes en el Mar Caribe debido a la pasada temporada, que finalizará en pocos días, fue calificada en parte por expertos al polvo del Sahara, que en su "rostro feo" viene con sequías en las islas de la región.
Un informe especializado que se publicó en Cuba afirmó que este año pasó por el área el menor número de ciclones desde 1982, a pesar que se esperaban más y también de mayor fuerza.
El experto en Ciencias Ramón Pérez, del Centro del Clima del Instituto Nacional de Meteorología, con sede en La Habana, aseguró a la prensa local que la temporada ciclónica que terminará el 30 de noviembre "dista mucho de lo previsto en los pronósticos estacionales, al registrarse solamente 12 tormentas tropicales, la mayoría sistemas débiles".
El especialista señaló que sólo dos organismos de este tipo, el Humberto y el Ingrid, se llegaron a convertir en huracanes.
Recordó que no lograron ir sobre la categoría uno en la escala Saffir-Simpson de cinco, y tuvieron una vida muy efímera. En 2010, 2011 y 2012 ocurrieron 12, 7 y 10 huracanes respectivamente en la región.
Entre los de 2012 estuvo el Sandy en octubre, que causó en el este de Cuba muertes, gran destrucción económica y subió en latitud hasta mezclarse en el norte de Estados Unidos con una tempestad invernal y provocar una catástrofe en Nueva York.
Pese al temor que suelen inspirar, los ciclones tienen una escabrosa relación "amor-odio" con los países que suelen azotar en esta parte del mundo, porque las lluvias que "traen" suelen terminar con largas y también destructivas sequías. A esa relación se sumó el polvo del lejano desierto del Sahara, que cuando las corrientes muy altas de la atmósfera son favorables cubre extensas regiones, incluyendo el Caribe y Estados Unidos.
Ese árido polvo fue señalado ya como un factor que puede alejar las lluvias y por ende empeorar graves sequías, en las islas caribeñas principalmente. Pero ese villano ha sido ahora "reivindicado" por el experto cubano Pérez, quien llamó a "investigar con mayor profundidad por qué los patrones de la circulación atmosférica se comportaron de forma tan inesperada y poco propicias para el desarrollo de los huracanes, a pesar de no haber un evento ENOS, o sea El Niño/Oscilación del Sur".
Su teoría es que los huracanes pueden haber sido ahuyentados "por la fuerte cizalladura vertical del viento predominante en gran parte del mar Caribe, que impide que pueda concentrarse la energía en la altura para la formación y fortalecimiento de los ciclones tropicales". En tal contexto, agregó, el fenómeno también puede haber sido causado por "la notable presencia de polvo del desierto del Sahara durante los meses de julio, agosto y septiembre en la región del Atlántico tropical comprendida entre los 10 y 20 grados de latitud norte y los 20 y 60 grados de longitud, la zona de mayor actividad ciclónica de la cuenca atlántica".
Otro experto cubano en Ciencias Físicas, Eugenio Mojena, respaldó a Pérez al explicar al diario cubano Granma que "esas nubes de polvo crean un ambiente sumamente hostil a la aparición de los ciclones".
Mojena agregó que "se trata de masas de aire caliente con valores mínimos de humedad relativa, que aportan un aire muy seco capaz de inhibir en gran medida el nacimiento de los ciclones o debilitar a los ya surgidos".