Las crónicas negociaciones con la Unión Europea y el acercamiento a Centro América y el Caribe. Oportunidades, desafíos y la necesidad del bloque de abandonar el actual estado de parálisis.
La pasada semana el Mercosur celebró una nueva cumbre. Ministros y cancilleres se dieron cita en Caracas para reactivar la agenda regional.
El primer aspecto tratado fue la propuesta de creación de una zona económica complementaria que incluya al Alba a Petrocaribe y al Caricom (Comunidad del Caribe). Si bien en principio se trataría de un acuerdo de tipo económico-comercial, es altamente probable que este anuncio no trascienda a lo estrictamente discursivo. La estructura arancelaria del Mercosur es marcadamente rígida por lo que en la práctica se torna muy difícil que estos tres bloques o asociaciones logren beneficios considerables en el corto plazo. La cumbre de Caracas fue la primera en la que Venezuela ejerció la Presidencia pro témpore del bloque y era esperable que el gobierno de Maduro aprovechara las ventajas de jugar de local. Desde hace ya mucho tiempo Venezuela intenta expandir su influencia en Centro América y el Caribe, la construcción geopolítica de Hugo Chávez corría en ese sentido. El petróleo de la Cuenca del Orinoco fue de utilidad para ganar apoyos en aquella región y la pertenencia al Mercosur como herramienta de poder no podía ser desaprovechada.
El segundo asunto abordado en la cumbre fue el ya histórico acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea. Las conversaciones entre los bloques comenzaron en el año 1999 y si bien ha transcurrido más de una década no se han conseguido avances considerables. Se trata de una cuestión desafortunadamente histórica. El hecho de que trece años de diálogos no hayan sido suficientes para liberar el comercio entre el nuevo y el viejo mundo representan un innegable fracaso histórico. Es posible también que este estancamiento no sea fruto de la incapacidad sino del desinterés. Da la sensación que los gobiernos de los países miembros desearan mostrarse en estado de deliberaciones permanentes con un cuerpo supranacional tan importante como lo es el europeo, pero nunca integrados formalmente. Como si la etapa de debate otorgara algún tipo de crédito político. Si se realiza un análisis detallado se podrá advertir que no existe la voluntad política necesaria para alcanzar un acuerdo. Mientras Brasil y Argentina trabajan desde hace años en entorpecer la libertad de comercio que en teoría pregona el Mercosur, resulta difícil pensar que todos los miembros, incluidos aquellos con una visión más proteccionista, anhelen abrir las puertas al intercambio sin restricciones con la mayor economía mundial. En ocasiones se pierde de vista este pequeño pero importante detalle. Con un PBI nominal de 17 billones de dólares, una población 500 millones de habitantes y una composición de 28 países, la Unión Europea es, a pesar de la crisis, la principal economía del planeta. La decisión de levantar la compuerta al libre flujo de mercaderías con un gigante mayor inclusive que los Estados Unidos no es nada fácil.
Trece años de diálogos, misiones transatlánticas y millones invertidos en salarios de burócratas internacionales podrían haber conducido a algún tipo de resolución. ¿Sí o no al acuerdo con Europa? La respuesta no llega, seguimos en la duda. De todas formas lo último que se pierde es la esperanza y la bicicleta fija no abandona su esfuerzo por avanzar. Ya está confirmada una reunión extraordinaria del Mercosur para el próximo 15 de noviembre, nuevamente en Caracas. ¿Para qué? Para volver a discutir la presentación ante la Unión Europea.
Desafortunadamente en la cumbre no se avanzó en las cuestiones que son realmente importantes, esto es, progresar en la eliminación de las barreras que de hecho existen al comercio intra-bloque. Porque si bien se trata en teoría de una unión aduanera, las excepciones, cupos, trabas y barreras para arancelarias siguen allí. Mientras sería esperable que en una asociación de este tipo los obstáculos sean paulatinamente eliminados, en la práctica lo que sucede es exactamente lo contrario. Una vez más lo que se requiere aquí es decisión política y eso es justamente lo que escasea.
En un mundo cada vez más integrado e interconectado el Mercosur es una alternativa válida. Lo que se ha construido en todos estos años es importante, debe ser protegido y profundizado. El estancamiento y parcial retroceso por el que atraviesa el bloque puede funcionar como una llamada de atención. Si los líderes de la región no trabajan en alcanzar consensos políticos que permitan avanzar, las voces partidarias de la integración internacional independiente cobrarán mayor peso. En Brasil y Uruguay ya hay quienes impulsan las negociaciones autónomas, por fuera de la inmóvil estructura del bloque. Es necesario llevar al campo comercial las conquistas obtenidas en el plano político. Salir de la parálisis es una responsabilidad indelegable que pertenece en forma exclusiva y excluyente a los propios mercosureños.
*Lic. en Relaciones Internacionales
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