El papa Francisco dijo que "en estos dos hombres contemplativos de las llagas de Cristo y testigos de su misericordia había una esperanza viva, junto a un gozo inefable y radiante"
La actividad religiosa tuvo la asistencia de decenas de jefes de Estado y de Gobierno.
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El Vaticano proclamó ayer domingo 27 de abril 2014 a dos de sus papas más influyentes , Juan XXIII y Juan Pablo II, que entraron a los altares de la Iglesia Católica como santos, con gran asistencia de más de un millón de personas , según Radio Vaticana, captada en horas de la madrugada del Domingo pasado en los canales televisivos oficiales y privados de Nicaragua, Centroamérica, un pueblo fundamentalmente católico en su mayoría. Los medios de comunicación nicaragüenses transmitieron la ceremonia desde la 2 de la mañana , hora del país, hasta las 4 y media de la mañana.
La actividad religiosa tuvo la asistencia de decenas de jefes de Estado y de Gobierno. Los actos del 27 de abril, minuciosamente preparados y que han hecho que Roma y la Ciudad del Vaticano estuvieron abarrotadas de cientos de miles de peregrinos, turistas y delegaciones oficiales, fueron la culminación de varias etapas y proceso de canonización. A Juan Pablo II los fieles ya le habían ascendido a los altares tras el "santo subito" (santo ya) que resonó tras su muerte en la Plaza de San Pedro en 2005; en el caso de Juan XXIII su causa de canonización se había ido quedando atascada en la llamada "fabrica de los santos" hasta la llegada del papa Francisco.
El papa Francisco dijo que "en estos dos hombres contemplativos de las llagas de Cristo y testigos de su misericordia había una esperanza viva, junto a un gozo inefable y radiante".Una esperanza y un gozo, "que los dos papas santos recibieron como un don del Señor resucitado, y que a su vez dieron abundantemente al Pueblo de Dios, recibiendo de él un reconocimiento eterno".
Para el papa "esta esperanza y esta alegría se respiraba en la primera comunidad de los creyentes" en la que se vivía "el amor, la misericordia, con sencillez y fraternidad" y fue entonces cuando dijo que Wojtyla y Roncalli "restauraron" la Iglesia a sus orígenes. De ellos, Francisco recordó que vivieron un siglo XX del que "conocieron sus tragedias, pero no se abrumaron. En ellos, Dios fue más fuerte", enfatizó.
Sobre la personalidad de ambos santos, Francisco explicó que convocando el Concilio Vaticano II (1962), Juan XXIII demostró "una delicada docilidad al Espíritu Santo, se dejó conducir y fue para la Iglesia un pastor, un guía-guiado. Éste fue su gran servicio a la Iglesia; fue el Papa de la docilidad al Espíritu". Al pontífice polaco Francisco dijo que ser "el papa de la familia".
"Él mismo, una vez, dijo que así le habría gustado ser recordado, como el papa de la familia. Me gusta subrayarlo ahora que estamos viviendo un camino sinodal sobre la familia y con las familias, un camino que él, desde el Cielo, ciertamente acompaña y sostiene", dijo.
Durante la ceremonia se exhibieron en el altar las reliquias de los papas recién proclamados santos, las mismas que en la beatificación. Destacó en las pantallas televisivas el relicario en plata con la sangre del papa Karol Wojtyla fue llevado a Francisco por Floribeth Mora Diaz, la mujer costarricense cuya sanación en 2011 fue considerada el segundo milagro que sirvió para canonizar Juan Pablo II. Mientras que la reliquia de Juan XXIII, el "papa bueno", era un trozo de piel que fue removido de su cuerpo fue entregado por los sobrinos-nietos de Roncalli.
El papa terminó la ceremonia saludando al papa emérito Benedicto XVI , a quien estrechó las manos. Benedicto se mostraba muy agotado y hasta cierto punto se le observaba cansado por los años.
Las delegaciones siguieron la ceremonia bajo unos toldos por la predicción de lluvia en la ciudad. Pero la lluvia no llegó a Roma por suerte para los peregrinos que abarrotaron la capital italiana; decenas de miles de ellos tuvieron que conformarse con seguir la canonización en otros puntos de la capital donde se instalaron pantallas gigantes.
El papa terminó la ceremonia saludando a las 93 delegaciones, entre las que había 24 jefes de Estado y Gobierno, y entre los que se encontraban los reyes de España y de Bélgica, además de los presidentes de Paraguay, Honduras, El Salvador, Ecuador, Albania, Croacia, y Polonia, entre otros. El embajador de Nicaragua en el Vaticano, José Cuadra, junto al cardenal emérito Miguel Obando y Bravo serían los representantes del gobierno, había anunciado la vocera del gobierno Rosario Murillo Zambrana.