actualizado 1 de dic. 2014    
Despiden a “Chespirito” y recuerdan que estuvo en Nicaragua
Miles despidieron a Roberto Gómez Bolaños creador de varios personajes populares y con 350 millones de televidentes
por Raúl Arévalo Alemán
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“Chespirito”, creador de varios programas de humor como “El Chavo del 8”, “La Chilindrina” y otros estuvo en la patria nicaragüense en el año 1973.

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Fuentes periodísticas de la Ciudad de León, informaron el día de hoy que el famoso y ahora finado, Roberto Gómez Bolaños, “Chespirito”, había visitado la ciudad de León y visitó la tumba donde descansan los restos de padre del modernismo español, Rubén Darío.

“Chespirito”, creador de varios programas de humor como “El Chavo del 8”, “La Chilindrina” y otros estuvo en la patria nicaragüense en el año 1973, después que Managua fue golpeada por un terremoto de grandes proporciones, el 23 de diciembre de 1972. Se recuerda que “Chespirito” estuvo en una presentación frente al Hotel Intercontinental y en los barrios de León , según testimonio del veterano periodista leonés, Irving Guerrero, publicados en “Bolsa de Noticias”.

CIUDAD DE MÉXICO - Dos grupos de niños caracterizados como "El Chapulín Colorado" y "El Chavo del Ocho", ingresaron a la cancha del Estadio Azteca con una caja blanca en las manos y, colocados junto a una carpa, interpretaron una canción dedicada a Roberto Gómez Bolaños "Chespirito", como parte del cierre de la ceremonia en su honor.

Al terminar, los pequeños abrieron sus cajas y volaron palomas blancas por todo el estadio. Posteriormente, un mariachi interpretó "Las Golondrinas" mientras el público aplaudía y se despedía del comediante con frases como "¡Adiós chavito!” “¡Gracias chavito!” y “¡Florinda te apoyamos!".

Mientras aún sonaban "Las Golondrinas", un grupo de personas tomó el féretro y dio una última vuelta por toda la cancha., seguido por los niños caracterizados. Mucha gente que se había alejado de las orillas por los rayos del sol se acercó lo más rápido que pudo para poder dar el último adiós a "Chespirito", arrojando al paso del féretro las flores blancas que habían comprado antes de ingresar al recinto.

Gran cantidad de los ahí presentes no pudo evitar el llanto y nuevamente se despidieron del personaje gritando "¡gracias chavito!". Cuando el féretro terminó su recorrido, Florinda Meza tomó una paloma blanca, acompañada de familiares y amigos, y la dejó libre, recibiendo aplausos y ovaciones que coreaban "Florinda, Florinda".

La ceremonia concluyó a las 16 horas y posteriormente los asistentes se retiraron en silencio portando las cosas que habían comprado al inicio y tomándose las últimas fotos del recuerdo caracterizados como personajes de "Chespirito".

Pocos han ejercido la ironía como Roberto Gómez Bolaños, actor, escritor, cómico, director y dramaturgo mexicano. El Chavo del Ocho en millones de hogares de América Latina; el Chaves para otros tantos de brasileños; el Chómpiras, un ladrón noble; el Chapulín Colorado —un héroe “más ágil que una tortuga, más fuerte que un ratón, más noble que una lechuga, su escudo es un corazón”—. Chespirito. El creador de estos entrañables personajes de acento mexicano pero en el corazón de tantos latinoamericanos ha muerto este viernes en su casa en Cancún. Tenía 85 años.

Sobre Chespirito

Hijo de la secretaria Elsa Bolaños-Cacho y del pintor y dibujante Francisco Gómez Linares, Roberto Gómez Bolaños nació en la Ciudad de México el 21 de febrero de 1929, el mismo año en que el astrónomo Hubble descubrió que el universo se encuentra en continua expansión y que los primeros lobos de Wall Street perpetraron su primer crack y hundieron al mundo en la Gran Depresión. Todo esto lo cuenta en su autobiografía titulada Sin querer queriendo (Aguilar, 2006), un libro que descubre a un resuelto narrador.

Pero en los tiempos en que Gómez Bolaños quiso aventurarse en los escenarios, el asunto no era sencillo. Primero quiso subirse a un ring (hizo de boxeador amateur y tras unas cuantas trompadas decidió que aquello no era lo suyo), cumplió el servicio militar —muy a su pesar— y debió sacarse un título de ingeniero por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Que nunca ejerció, por cierto. Finalmente terminó de creativo publicitario en una agencia y de guionista de películas, muchas de ellas de Viruta y Capulina, un popular dueto de cómicos de los años cincuenta.

De aquellos tiempos viene su apodo, Chespirito. Se le atribuye al director Agustín Delgado. El asunto es que de tanta creatividad que rebosaba el mexicano, de baja estatura además, el cineasta, cariñosamente, le dijo que era como un Shakespeare, pero en chiquito. Un Shakespearecito. El mote, mexicanizado, devino en Chespirito.

En su autobiografía, Gómez Bolaños confiesa también que fue sobrino del expresidente Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970 y mandatario el 2 de octubre de 1968, el día en que ocurrió la masacre contra estudiantes en la plaza de Tlatelolco, que, según documentos desclasificados del Departamento de Estado, dejó al menos 44 muertos). Dice que era primo hermano de su mamá, que tocaba la guitarra, que tenía estupenda voz y que era muy bueno para contar chistes. Y que sí, que era político. “Pero en este mundo nadie es perfecto”.

El gran momento de Chespirito llegó a finales de los años sesenta. Nacieron Los Supergenios de la Mesa Cuadrada, una suerte de tertulia en la que compartía mesa con María Antonieta de las Nieves, Rubén Aguirre y Ramón Valdés. Los televidentes mandaban preguntas de actualidad y los ponientes respondían de manera absurda. “Problema discutido, problema resolvido”, era su lema. Éxito instantáneo.

La creatividad de Gómez Bolaños, que sus primeros maestros bien habían diagnosticado como propia de un géiser, hizo que el programa se extendiera a una hora y se llamó entonces Chespirito. Se convirtió entonces en un espacio de sketches. Aquí nace El Chapulín Colorado y para 1971 había llegado El Chavo del Ocho.

El Chavo del Ocho era un niño que vivía en un barril en una vecindad como podría haber sido cualquiera de la Ciudad de México o quizá, aventurémonos, de cualquier metrópoli de América Latina. El Chavo no tenía nombre pero sí un sueño: una torta de jamón. En España: un bocata. Sufría humillaciones, pero su ingenio lo salvaba. Los personajes de la vecindad hacían una burla del enraizado clasismo de la sociedad mexicana. “¡Chusma, chusma!”, gritaba el supuesto niño bien de aquella peculiar tropa, que en realidad era un muchachito de enormes mofletes que se refugiaba tras las faldas de su mamá.

Criticado en México, alabado en América Latina, fue una figura acompañada por la polémica. El Chapulín Colorado se cuece aparte. México es un país que, pese a su supuesta vocación épica, tiende a mirar con una ceja levantada la aparición de un héroe autoproclamado. Así que a Chespirito se le ocurrió inventarse uno peculiar. Sus “antenitas de vinil" detectaban cualquier mal. Tenía un gran corazón y por arma, un “chipote chillón”, para vencer a los malvados. Contaba con unas “pastillas de chiquitolina" le ayudaban a escurrirse de situaciones incómodas y además una “chicharra paralizadora” que servía para inmovilizar a sus enemigos. Eso sí, tenía mucha -mucha- torpeza. Pero conseguía escapar, salvar el día y dejar a su público fascinado. “¡No contaban con mi astucia!”, espetaba a la cámara.

Falta describir al Chómpiras, el ladrón honrado; el doctor Chapatín, un veterano de Los Supergenios de la Mesa Cuadrada que cargaba una bolsa de papel que nadie supo que traía dentro o Chaparrón Bonaparte, el loco más cuerdo de un patio de vecinos.

Sus programas, bajo distintos nombres, se transmitieron por décadas por la televisión mexicana y en todo el continente a través de Televisa. Llenaba estadios en toda la región. No todo es un lecho de rosas. Siempre planeó sobre él la sospecha de haber actuado en una fiesta infantil para un narcotraficante colombiano (él lo negó con firmeza hasta el final) o que se presentó en Chile mientras el país sufría el sangriento régimen pinochetista. Chespirito decía que él no visitaba gobiernos sino “a los pueblos que disfrutaban su trabajo”.

Pero es que la América Latina de Roberto Gómez Bolaños lo amaba, y el sentimiento era mutuo. Salvadoreños, chilenos, brasileños, peruanos, por igual. “Ustedes, mexicanos, se creen que por haber inventado al Chavo del Ocho han inventado al mundo, ¿no?”, decía un peruano en Madrid hace poco más de un año.

Gómez Bolaños se casó dos veces, primero con Graciela Fernández, madre de sus seis hijos, y quien murió en agosto de 2013. Y después en 2004 con Florinda Meza, su compañera por décadas y otra infaltable en el amplio abanico de personajes del mundo de Chespirito.

El gran momento de Chespirito llegó a finales de los sesenta con 'Los Supergenios de la Mesa Cuadrada'

A Chespirito le gustaba contar una anécdota. Un día, en un hospital, un señor de edad avanzada no podía hablar. Pero le brillaban los ojos cuando aparecía el programa de Gómez Bolaños y aún más cuando aparecía El Chapulín Colorado. Pasaron días y semanas. Finalmente, los médicos quedaron fascinados. El paciente habló. Solo dijo una palabra: Chapulín.






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