Los obispos reunidos el pasado fin de semana en Chontales el 20 de diciembre del 2014 publicaron un mensaje en el cual afirman que la familia no debe de ceder sus derechos inalienables al Estado y otros temas relacionados con el matrimonio. También rechaza el matrimonio entre los mismos sexos y He aquí la Carta Pastoral completa que dice así:
Carta Pastoral de la CEN a las Familias nicaragüenses
Fecha: 20 Diciembre 2014
A los Sacerdotes, Diáconos, religiosos, a todos los católicos, a las familias nicaragüenses, a todo el pueblo de Dios y personas de buena voluntad: Los Obispos de Nicaragua, como servidores de todos, ofrecemos estas reflexiones sobre la familia y su situación en la sociedad nicaragüense. Son muchas las dificultades pero albergamos con confianza en Dios un sentimiento de esperanza, amor y fe en cada familia de nuestro querido país
I. El Plan de Dios para el Matrimonio y la Familia
1. “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó; varón y mujer los creó” (Gn 1, 27). “Por eso, dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gn 2, 24). Dios creó al hombre y a la mujer el uno para el otro. Les dio dominio sobre toda la creación, les encargó cuidarla y hacerla fecunda, especialmente en la procreación de nuevos hijos de Dios (cf. Gn 1, 26-28).
2. San Juan Pablo II, en Familiaris consortio propone el designio divino sobre el amor de los esposos en estos términos: “El único lugar que hace posible esta donación total es el matrimonio, es decir, el pacto de amor conyugal o elección consciente y libre, con la que el hombre y la mujer aceptan la comunidad íntima de vida y amor, querida por Dios” (FC 11).
3. Matrimonio, del latín: “matris”, que significa “madre”, y “munio”, que significa “defensa”. Desde la antigüedad el matrimonio se percibe como una unión que ampara a la mujer y a su prole. Como un honor y no como una carga, a la madre le ha correspondido el cuido y enseñanza de los hijos, principalmente durante los primeros años de su desarrollo. La maternidad es un privilegio que el Creador dio a la mujer. Es la más sublime de las facultades humanas y la más necesaria para el desarrollo de la familia.
4. El modelo excelso de familia es la Sagrada Familia de Nazaret. María es modelo de mujer, de madre y de esposa, un perfecto complemento a su esposo José, quienes por respeto y amor se sometieron a la voluntad de Dios y
mutuamente el uno al otro. María es modelo de entrega a Dios. Primero con su ‘Fiat’, su sí, aceptando la maternidad del Redentor, con su adhesión a los planes de Dios y las penurias que esto significó, especialmente al pié de la Cruz, aceptando la maternidad de todos nosotros pecadores y entregando a su Hijo para nuestra salvación. San José es modelo de padre y de esposo en obediencia a Dios y entrega fiel a la Virgen María. Él sobrepuso a sus temores humanos la sumisión a los planes de Dios Padre, preservando la pureza de María y cumpliendo fervientemente su misión de custodio de la Sagrada Familia. Él fue tutor y formador del joven Jesús con amorosa autoridad moral y espiritual. Jesús, aun siendo Dios, como hijo ejemplar, se sometió a sus padres, honrándolos y obedeciéndoles. Aprendió de ellos a orar, así como otras actividades y conocimientos que como ser humano también poseía en su persona (cf. Lc 2,51).
5. La familia es fundamental también por su propia naturaleza. Es la célula base de toda sociedad y primera comunidad de vida y de amor, formadora de personas y educadora en la fe. Precede al estado y a cualquier otra forma de organización, haciendo a menudo mejor lo que tratan de hacer otras instituciones. La familia no debe delegar ni ceder al Estado sus derechos inalienables y sus responsabilidades. Al contrario, mediante procesos democráticos de participación debe hacer que el Estado reconozca su autonomía, sus derechos y su valor como inigualable formadora de ciudadanos.
II. La Situación de la Familia en Nicaragua
6. En Nicaragua se reconoce el papel esencial de la familia; sin embargo, cada día son más los intentos de desestabilizarla, dividirla y destruirla. En un ambiente de agresión que se está viviendo es necesario que los creyentes en Cristo animen y ofrezcan apoyo eficiente para prevenir y corregir el mal. Urge analizar cada situación y tener respuestas concretas para llevar a la familia a vientos frescos y suaves donde pueda fortalecerse y cumplir su misión de construir un ambiente que permita al individuo y al grupo familiar desarrollarse plenamente conforme el plan de Dios.
7. Existen fuerzas malignas que quieren desviar a la familia de sus nobles principios, promoviendo que cada quien haga lo que quiera, sin medir el daño que hacen a otras personas. Nuestros valores morales cristianos están siendo atacados y denigrados. El relativismo es una dictadura que no reconoce nada como definitivo y que sólo deja como última medida el propio yo y los deseos desordenados. Se cae en el hedonismo que solo busca el placer mundano y vicioso. Esta actitud se propaga de una generación a otra, afectando la trasmisión de la fe y las prácticas piadosas en la familia. No permitamos que por un exceso de tolerancia se ponga en riesgo la salud de toda la sociedad. No hay que tolerar el escándalo y la corrupción, mucho menos convertirlo en un derecho.
8. Una vez más denunciamos las fuerzas económicas y políticas detrás de la estrategia de algunos organismos internacionales para influir en las políticas públicas. Justifican su preocupación con una supuesta sobrepoblación, la contaminación ambiental, el agotamiento de los recursos naturales, pero las soluciones propuestas desestiman el más elemental de los principios: el respeto a la vida y la dignidad humana. Esto ha provocado un desajuste moral que afecta a individuos y a las instituciones. La actitud de la sociedad de consumo abarca no sólo desechar las cosas que no creemos útiles, sino también la eliminación de valores y personas. Esta mentalidad anti-vida que es cultura de muerte, destruye lo más hermoso que Dios ha creado, un ser humano hecho a imagen y semejanza de Él (cf. Gn 1,27). El descalabro de la humanidad es el querer suplantar a Dios y anular su plan para la familia, arrasar con su obra, incluso convertir en “derecho humano” el crimen horrendo del aborto y desnaturalizar los genuinos actos de amor y afecto entre las personas, pretendiendo suplantar la unión sagrada de la pareja con uniones y actos
impuros contranaturales. Todo lo contrario a la ley natural es reprochable y no puede aceptarse como bueno.
9. Especial cuidado debemos tener con la Ideología de Género, que es perversa, es una desviación de las leyes naturales que lleva a la persona a su degradación y perdición. Además, esta ideología promueve que las personas actúen de manera contraria a su naturaleza. Más aun, en contra de la propia consciencia y condición de ser espiritual; en contra de sus facultades intelectuales; en contra de los más básicos principios de moralidad y buenas costumbres. La ideología de género es un artificio de las fuerzas del mal que atenta contra la vida, la familia y la dignidad de la persona. Busca eliminar la transmisión de valores de padres a hijos y propicia la homosexualidad, afirmando que no existe ninguna diferencia entre hombre y mujer.
10. Por más que se quiera presentar como parte de su libertad, dos personas del mismo sexo no conforman un matrimonio. No pueden reproducirse. Sin embargo, a las personas con tendencias o manifestaciones homosexuales debemos acogerlas con respeto, compasión y delicadeza. Esta afección, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Debe evitarse, respecto a ellos, todo signo de discriminación. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición (cf. CIC 2358).
11. Para no pocos, especialmente entre jóvenes, el matrimonio ha dejado de ser una prioridad y consideran más importante su realización personal. Para otros, el matrimonio como vínculo para toda la vida, se ve más como una carga que como un ideal. Al encontrar dificultades, las personas con una débil formación les es más fácil cambiar de pareja que cambiar de actitud. Se hacen remiendos que prescinden de valores y compromisos y los más afectados son las mujeres y los hijos. Muchos viven un drama por la separación, pero al final, después de la ruptura, reencuentran un espacio de aparente libertad y tranquilidad que les hace acomodarse a una nueva propuesta: “si no funciona el matrimonio, pues está el divorcio”. La fragmentación de la vida matrimonial y familiar es evidente.
12. Por otro lado encontramos el mercado de la anticoncepción y la industria del aborto y la pornografía; mientras más pronto se inicien en una vida sexualmente activa, más rentables serán –para ellos la promiscuidad es una estrategia de marketing– el blanco más vulnerable son los jóvenes, por la edad, los cambios hormonales y por la crisis que se está viviendo en la sociedad. Si en las familias católicas no se habla de estos hechos a nuestros hijos, el mundo lo hará a su manera.
13. La Iglesia siempre ha propuesto una actitud con reserva moral y espiritual, señalando el pecado y sus consecuencias, no a las personas. Todos somos hijos de Dios y Él es el único que nos puede juzgar. Todos tenemos una inherente dignidad, sin importar edad, sexo, situación económica, estado de salud, grado de formación o cualquier otro factor distintivo. Nuestra dignidad no depende de las circunstancias; sin embargo, al ser miembro de una comunidad, debemos respetar los derechos de las otras personas, pero nadie puede imponernos como derechos actos que van contra nuestra salud física, moral o espiritual.
III. La Luz de la Palabra
14. El pecado vino a ensuciar y complicar la situación del ser humano, pero Cristo vino a limpiar todas las consecuencias del pecado, vino a vencerlo con su Sacrificio y a vencer la muerte con su gloriosa Resurrección. San Juan Pablo II decía que la Vida Cristiana no consiste en no pecar, sino en “luchar por no caer en la tentación y si tenemos la desgracia de caer, levantarnos e iniciar de nuevo el Camino”. San Pablo entiende la Vida Cristiana como un combate, una competencia. Santo es aquel que cayendo y pecando, se levanta y regresa arrepentido al Padre, quien corre a nuestro encuentro a restituirnos la herencia para la cual Él nos creó (cf. Lc 15,11-32).
15. La certera solución son familias bien constituidas, informadas y formadas.pongamos a Dios en el lugar que le corresponde, así lo hizo el Padre Eterno, puso a su Hijo en el centro de la familia. La Sagrada Familia de Nazaret constituyó la primera “Iglesia Doméstica”. Esa debe ser nuestra convicción y meta, constituir una familia a imagen de la familia de Nazaret, a imagen de la Iglesia Madre, en la que se lucha por vivir los valores de la unidad, la santidad y la catolicidad. En la que cada miembro se sienta acogido, deseado, amado tal como es, con sus debilidades y fortalezas, donde el servicio afable es espontáneo, donde se vive día a día la experiencia del perdón, de la compasión, del amor incondicional que todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, nunca pasará (cf. 1Co13,4-8).
16. Lograr esto no es fácil, pero según nuestra Fe, sí es posible. Como nos dice San Pablo: “Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Flp 4,13). Poniendo a Dios Hijo como centro de nuestra familia y piedra angular de nuestro hogar, nada ni nadie podrá “apartarnos del amor de Cristo” (Rm 8,35). Donde está Dios está María, su Santísima Madre, y está San José, su padre castísimo, ambos vírgenes por escogencia y por sumisión total a Dios. Ellos como intercesores privilegiados ante el Altísimo nos ayudarán a constituir familias fuertes y santas.
17. El Sacramento del Matrimonio es signo de la unión de Cristo con su Iglesia. Esto sigue siendo el plan de Dios. Esta certeza del triunfo final debe alentarnos a no tener dudas, a no temer al poder de las tinieblas. Cristo está con nosotros todos los días, hasta el final de los tiempos (cf. Mt 28,20). María Santísima también y ella nos ha dicho que, al final, su Inmaculado Corazón triunfará.
18. Habrá dificultades y tropiezos, pero Cristo nos dice, “Vengan a mí todos los que estén cansados y agobiados, y yo los aliviaré” (Mt 11,28). “Tome su cruz y sígame” (Mt 16, 24). La presencia de la Cruz en nuestras vidas y familias es una oportunidad de configurarnos con Cristo. Es una gracia el poder ofrecer los inevitables padecimientos y dificultades cotidianas por nuestra propia conversión y la de nuestras familias y comunidades. Sólo seremos libres y felices si con pleno control y conciencia tomamos decisiones que nos harán mejores personas, útiles y valiosos para nuestros seres queridos y para la sociedad.
19. Las circunstancias actuales nos reaniman y nos impulsan a seguir evangelizando a la familia como institución reconocida y apreciada, a pesar de los elementos que en su contra se van manifestando. En numerosas familias se constata la presencia de valores humanos y cristianos que la hacen un baluarte de la sociedad y de la Iglesia. Se profesan católicas, no solo porque están bautizados y participan de otros sacramentos, sino por ser parte de una tradición de fe que se manifiesta de muchas formas: en el respeto a la vida, la valoración de los lazos familiares, el cuidado de los adultos mayores, el reconocimiento de la unión y fidelidad conyugal como lo más deseable para la estabilidad familiar. Aún en medio de los conflictos, hay un razonable esfuerzo para vivir el sentido pleno de familia, construyendo una red básica de protección para las personas, especialmente aquellas en situaciones de riesgo.
20. Celebramos la esperanza que siembran las diversas organizaciones civiles que aportan su experiencia profesional para la formación y defensa del matrimonio, la familia y la vida en campos específicos. Los movimientos y asociaciones católicas que en unidad y comunión se adhieren en la participación de la vida de la Iglesia, así como algunos medios de comunicación como agentes eficaces para difundir el plan de Dios en la comunidad.
IV. La Familia y la Misión Pastoral
21. “Dado que la familia es el valor más querido por nuestros pueblos, creemos que debe asumirse la preocupación por ella como uno de los ejes transversales de toda la acción evangelizadora de la Iglesia. En toda diócesis se requiere una pastoral familiar «intensa y vigorosa» para proclamar el evangelio de la familia, promover la cultura de la vida, y trabajar para que los derechos de las familias sean reconocidos y respetados” (Aparecida, 435). La familia enfrenta enormes desafíos que influyen directamente en su existencia y estabilidad, pero que al mismo tiempo le proporciona la oportunidad de ser la primera protagonista de un proceso de cambio. No está indefensa. Es necesario, por tanto, proponer la elaboración de políticas familiares que respeten sus derechos y su autonomía, basado en un cuidadoso análisis político, social y económico de la vida familiar.
22. Los avances científicos y tecnológicos han supuesto cambios muy rápidos y muchos padres de familia no han podido adaptarse y se encuentran confundidos. Sus creencias, valores y formación no son siempre propicios para educar a la generación actual y se preguntan cómo atender las demandas de sus hijos que están fuera de los esquemas de sus propias experiencias y vivencias. Es necesario actualizar algunas de las formas y los contenidos de algunos procesos educativos: la cultura, la educación, la salud y otros. Las directrices no pueden considerarse solamente desde un punto de vista económico, sino que deben tender al desarrollo integral de la persona, de la familia y de la sociedad. Es particularmente indispensable reorientar y aprovechar el uso de la tecnología para la propagación del Reino de Dios. Los protagonistas deben ser personas éticas con claros valores morales que garanticen el respeto de la dignidad de las personas, en el marco de un humanismo que nos permita repensar el verdadero y correcto rumbo y sentido de la vida.
23. En el mundo globalizado de hoy la influencia de los medios y las modas, con infinidad de información y desinformación, afecta especialmente a los jóvenes. Las opciones y propuestas son innumerables y pueden abrumarnos y confundirnos. Se nos presentan como deseables cosas que no lo son y nos seducen a probar propuestas de libertad que, lejos de ser real, son un torbellino de espejismos que nos van haciendo cada día más dependientes de ellas. Valoran las cosas materiales sobre las humanas y espirituales. Con cada paso que se da en esa dirección se va perdiendo la verdadera libertad. Así muchos van cayendo en la ilusión de una sexualidad desquiciada, consumo de drogas, alcoholismo, glotonería, ansias de poder y fama, lucro y dinero a como sea. En lugar de obtener la libertad y felicidad que tanto desean, van destruyendo su propia vida, la de sus seres queridos y las de muchas personas inocentes. Orientamos a los medios de comunicación católicos e invitamos a los no católicos para que hagan labor de formación con valores morales cristianos.
24. San Juan Pablo II afirmó que la familia es una realidad viviente llamada a desarrollarse y crecer. Es esencial que todos nos comprometamos a fortalecer la Pastoral Familiar y acompañar a la familia en todas las fases de su desarrollo. A las familias católicas, a las familias en general y, en particular, a aquellas que se encuentran en situaciones difíciles o irregulares, tales como los separados y vueltos a casar, los que conviven sin el sacramento del matrimonio, las familias monoparentales, los que viven en extrema pobreza, los huérfanos, ancianos, enfermos o cualquier otra situación de marginación.
25. Nos causa alegría la integración de grupos de jóvenes de ambos sexos que se comprometen a guardar su castidad hasta el matrimonio. También propagan su carisma a aquellos que han tenido el infortunio de perder su virginidad, animándolos a comenzar de nuevo retomando un compromiso de castidad. Similar metodología puede usarse para promover la fidelidad en el matrimonio y suscitar otras virtudes que forjan el espíritu.
26. La parroquia debe ser la base de atención a la familia aunando esfuerzos con las otras comisiones de pastoral y con grupos de defensa, promoción, asistencia y formación de la familia para realizar un trabajo orgánico, integral y de conjunto. Vivir en la evangelización una experiencia de compromiso y comunión eclesial. Visitar casa por casa promoviendo la consagración de los hogares a la Sagrada Familia de Nazaret, la devoción a los Corazones de Jesús y María, la meditación del Santo Rosario y otros medios de santificación. Participar con devoción en las manifestaciones de religiosidad popular, como herramienta de expresión pública de la fe. San Juan Pablo II afirmaba que la religiosidad popular “… cuando es genuina, tiene como fuente la fe y, por lo tanto, tiene que ser apreciada y favorecida”.
27. Se debe aumentar el número y membrecía de los grupos de apostolado. Se tiene las condiciones para llevarlo a cabo y debe hacerse a lo inmediato en todas las instancias pastorales: En la Provincia Eclesiástica, las diócesis, las parroquias, instituciones, movimientos, colegios, organismos, asociaciones, pequeñas comunidades, grupos de oración y apostolado, cada hogar como pequeña iglesia doméstica, hasta cada individuo que, con sus testimonios de fe, esperanza y amor, animan a otros a seguir los pasos de Cristo: Camino, Verdad y Vida.
28. Es un deber evangelizar a la familia, atendiendo a todos sus miembros. Urgimos reforzar las consejerías matrimoniales, familiares, juveniles y de la niñez, para consolidar los valores cristianos como base y fundamento de la unidad familiar, logrando formar mejores ciudadanos que construyan una sociedad justa basada en el amor de Cristo por su Iglesia, hasta dar su vida porella (cf. Ef 5,25). Animamos a todas las entidades religiosas, sociales y de servicio humanitario a unirse en este esfuerzo por fortalecer, defender y capacitar a las familias para ayudarlas a ser lo que Dios quiere que sean, promoviendo lo que necesitan para cumplir su misión y evitando lo que pueda perturbarlas o hacerlas sufrir. Les invitamos a aceptar y asumir el proyecto de Dios, a madurar en la fe y a experimentar la alegría de transmitir esa fe como discípulos misioneros de Cristo. Reafirmamos como pastores nuestro compromiso permanente con las familias. ¡Basta ya! a toda acción o situación que dañe a las familias.
29. Debemos enseñar la Tradición, la Doctrina y el Magisterio de la Iglesia claramente. Presentar la norma y pensar de la Iglesia de manera concreta, directa y sencilla, proclamando a Cristo como un camino de luz y gozo de la persona de fe. Como proclamadores de la Palabra de Cristo exhortamos a todos a consagrar nuestra vida a Dios en el Bautismo, en la Confirmación, en el Matrimonio y en la Vida Consagrada, a fortalecer la Gracia en nosotros con la Confesión, la Eucaristía y la Unción de los Enfermos. El Espíritu Santo nos ofrece sus Dones para que adquiramos gusto por las cosas de Dios y demos muchos frutos de santidad. Así logremos fortaleza en medio de nuestras fragilidades, paz en medio de la tormenta.
30. Siempre ha sido y seguirá siendo norma en la Iglesia Católica acoger al pecador. Cristo claramente nos exige esto. Él ha venido a salvar lo que estaba perdido y eso nos incluye a todos, pero Él tiene especial predilección por los marginados. Como Conferencia Episcopal y obispos de cada diócesis, nuestro compromiso pastoral nos impulsa a ir al encuentro de todos los matrimonios y familias en sus más variadas circunstancias. Con toda la Iglesia, queremos mostrarles el rostro misericordioso de Dios, manifestado en Cristo Jesús, y compartir su dolor, en la fe, la esperanza y el amor. Admiramos la grandeza de la vocación y la misión que han recibido de Dios.
31. Invocamos la bendición y protección de la Sagrada Familia de Nazaret, Jesús, María y José, para cada familia y cada persona de nuestra querida Nicaragua. Asimismo pedimos nos apoyen con sus oraciones para que el Espíritu Santo nos conceda el discernimiento para que juntos podamos resolver los retos y dificultades que enfrentamos, así como la fortaleza para cumplir con nuestra misión de Pastores de Almas.
Juigalpa, Chontales, 20 de diciembre 2014
Clausura del Año de la Familia 2014
Obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua.