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Un sapo de las montañas de los Andes, andinophryne olallaique, que hasta ahora se había considerado extinto y sólo se conocía un solo espécimen de museo recogido en 1970, ha resurgido en Ecuador.
Después del descubrimiento inicial del sapo andino de Tandayapa, en la provincia de Pichincha en Ecuador hace más de cuatro décadas, los científicos han buscado una y otra vez, pero no encontraron ningún indicio de su presencia. Pensaron que se había ido para siempre.
Pero en noviembre de 2012, los biólogos estudiando la topografía en los bosques nubosos del Río Manduriacu, en la provincia de Imbabura, en el noroeste de Ecuador, se encontraron con dos sapos adultos hembras encaramados en hojas por encima de un arroyo.
El andinophryne olallaique, es un sapo mediano de color dorsal café y con la cabeza aplanada y sin crestas. Su hocico sobrepasa el margen de la mandíbula superior. Patas largas y delgadas, con dedos de los pies largos.
Científicos de la Universidad Católica del Ecuador, en Quito, identificaron recientemente al sapo andino de Tandayapa, lo que confirma la importancia del hallazgo.
Su descubrimiento se describe en el último número de la revista en línea para la Conservación de Anfibios y Reptiles.
Hay tres especies del género sapo andinophryne, y todas han sido difíciles de catalogar, a pesar de cientos de horas de búsqueda por científicos capacitados. El sapo andino de Tandayapa, fue el menos conocido de todos.
Mientras se celebra la reaparición del sapo andino de Tandayapa, los biólogos se preocupan por su futuro. El animal parece haber desaparecido de donde fue recolectado originalmente hace más de 40 años, en una zona que ha sido ampliamente dispersada por la actividad humana. Eso podría plantear dudas sobre su destino.
Partes del río Manduriacu permanecen prístinas, con pequeñas secciones protegidas a través de un programa gubernamental, que paga los propietarios para dejar los bosques intactos. Pero la zona está cercada por la tala, la minería y el desarrollo hidroeléctrico.