El bloque europeo busca un nuevo diseño de planes energéticos no tan dependientes de Rusia
La empresa rusa Gazprom ha lanzado advertencias a Ucrania de cortar el suministro si no realiza el pago del uso de este servicio.
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BRUXELLES – Hay menos de una semana que tiene un nuevo ultimátum de la empresa rusa Gazprom a Ucrania, que sopesa con el riesgo de que la provisión de gas a Europa termine atrapada en los ductos ucranianos, como en 2009, la UE hizo una alerta y trata de tomar precauciones.
El análisis hecho por Bruselas con respecto a la dependencia energética no brinda ningún margen de duda: ante un gasto de 1.000 millones de euros diarios para importar energía, si Rusia tomase la decisión de suspender la provisión de gas natural a Europa, en un mes frío como enero próximo, "casi toda la Unión Europea, excepto la Península Ibérica, y el sur de Francia, sería afectada de manera directa".
A Italia, por ejemplo, que no puede disminuir las exportaciones de gas natural para proveerse porque no las tiene -destaca Bruselas- podría no ser suficiente el gas licuado para compensar la pérdida del gas ruso, como paso en el invierno de 2012, los regasificadores no lograron ser alimentados por razones climáticas.
En cambio, en el caso de una suspensión limitada del gas que pasa en tránsito por los ductos ucranianos, "los efectos serían claramente menos graves" pero, no obstante, se vería afectado el sureste de Europa (Este, Balcanes y Grecia) que estaría quedando frente a una situación de entre 60-80% de demanda insatisfecha. "No debemos caer víctimas de chantajes políticos y comerciales", dijo por su parte el comisario de la UE para la Energía, Guenther Oettinger, invitando a Rusia y Ucrania a "evitar una escalada" del gas que imposibilitara llenar los gasoductos.
De esta forma, la Comisión ha trazado un plan para la seguridad energética con acciones de corto plazo, para hacer frente a la amenaza rusa.
Por ejemplo, hacer el test de resistencia durante el verano para identificar los puntos débiles y aumentar las reservas de gas que tienen que subir hacia fines de octubre a al menos 66.000 a 70.000 millones de metros cúbicos de los 47.000 actuales.
Además, hacer la modernización de la infraestructura para permitir la reversa de fluido en los gasoductos tras fronterizos, así como compartir parte de los stocks y bajar la demanda usando combustibles distintos para la calefacción.
Finalmente, hacer una variación de las provisiones, por ejemplo de gas licuado de Noruega, que podría incrementar sus exportaciones hacia la UE en 10.000 millones de metros cúbicos.
Esto, a la espera del gas azerí vía el corredor sur y del gas de esquisto estadounidense y, quizá, del propio de la UE.
A mediados de septiembre, habrá nuevos objetivos de eficiencia energética en la UE, mientras que para fines de junio se verificará la posibilidad de fundar una Agencia del bloque para las compras energéticas, propuesta por Polonia.
La palabra pasa ahora a los líderes de los 28 en la próxima cumbre europea, mientras la industria lanza el alerta sobre el riesgo de un amento de precios energéticos y los ambientalistas sobre el recurso excesivo a las fuentes no renovables.