Messi inispiró bastante admiración durante el juego de la semana pasada.
Foto El astro argentino Lionel Messi marcó un doblete y dio una asistencia de gol para guiar al Barcelona a una victoria de 3-0 ante el Bayern Munich, en las semifinales de la Liga de Campeones de Europa.
Fue un partido intenso, digno de una semifinal o de una “final anticipada”, se diría, con ambos equipos entregados por completo a la misión de conseguir uno de los boletos para la final del torneo en Berlín.
Como suele ocurrir en este tipo de enfrentamientos tan disputados y complicados, un jugador marcó la diferencia; a veces es un héroe inesperado, pero, en este caso, fue el de siempre, Lionel Messi.
¡Sí!, Messi lo hizo de nuevo: una vez más –la enésima quizás- ¡el delantero argentino brilló con tanta luz! que iluminó el terreno con sus “pinceladas” de artista del fútbol.
Desde temprano avisó a los defensores rivales que por más resistencia que pusieran, al final, no podrían frenarlo.
En el primer tiempo, realizó unas jugadas de fantasía para deshacerse de dos, tres o incluso cuatro defensores; ya fuese con gambetas, cambios de ritmo, quiebres, recortes, media vuelta, vuelta entera o algún otro truco improvisado.
Cuando conducía el balón, era imposible quitárselo sin tener que recurrir a la falta.
En lo que sí lo pudieron frustrar los defensores fue en su labor de pasador, ya que en varias ocasiones se anticiparon a las entregas de balón que acostumbra hacer a sus compañeros.
Sin embargo, en lugar de desanimarse, el delantero argentino peleó todos los balones, logrando recuperar algunos. Su laboriosidad, su espíritu de “guerrero” fue inquebrantable.
Al final, cuando parecía que el empate sin goles era irremediable, por la infranqueable que lucía la defensa alemana y en particular su arquero; apareció Messi -frío, sereno, preciso e implacable- para rematar desde fuera del área frente a un defensor y perforar la cabaña del impenetrable arquero Manuel Neuer, el mejor del mundo en su posición.
Esa fue la primera obra maestra de Messi: un disparo potente que hizo que el balón rebotara en el césped para aturdir al zaguero alemán, quien hasta ese momento (minuto 77) había evitado la caída de su marco con cuatro salvadas espectaculares.
Tres minutos después, volvió a “hacer de las suyas” mediante una jugada deslumbrante: dejó en el camino a un defensor, se adentró en el área y ante la salida del arquero, remató por arriba.
¡Excelso!, ¡deslumbrante!, ¡magistral!, ¡omnipresente! y ¡omnipotente en la cancha. Así lució Messi durante todo el partido y sobre todo al momento de los goles. Algunos aficionados amagaron con llorar; otros, vitorearon sin cesar, y hubo quienes se quedaron boquiabiertos contemplando al “genio”.
Pero es que esas son las emociones que provoca Messi, capaz de convertir su juego en una obra de arte sublime. ¡Gracias, Lionel, por esa noche perfecta!
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