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Foto El Papa Francisco “permite a los cristianos vivir los mejores momentos de lo que fueron los principios de Juan XXIII en la iglesia católica, el Vaticano II y la Asamblea de Medellín” realizado por el Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM, en 1968, sostiene el sacerdote católico de la orden de Maryknoll, el ex canciller Miguel D´Escoto Brockman. Ayer junto a otro sacerdote impulsor de las Comunidades Eclesiales de Base, CEB, padre Uriel Molina Oliú, el líder de las comunidades, Rafael Valdez, se realizó una misa concelebrada en la colonia Nicaro. Ahí se anunció el Jubileo y la programación de las actividades de la Comunidades Eclesiales de Bases de la iglesia San Pablo Apóstol, fundada por el finado sacerdote católico de origen español, Víctor de La Jara en la colonia 14 de septiembre. Las festividades finalizarán en junio del año 2016.
El padre Molina dijo que todavía la jerarquía católica no acepta a las Comunidades Eclesiales de Base a pesar de que el Papa Francisco ha instruido a las iglesias que sean aceptadas en todo el mundo. No hay respuesta del cardenal Leopoldo Brenes Solórzano a estas inquietudes, dijo el activista de las comunidades, Rafael Valdez. El padre Molina dijo que por ser impulsor de las Comunidades Eclesiales de Base fue expulsado para ejercer el sacerdocio después que vino a Nicaragua en 1983, Juan Pablo II. Sin embargo, dijo que el ejercicio sacerdotal lo practica porque fue aceptado por el obispo Pedro Casáldiga de Brasil. Estoy en capacidad de dar misa y otros ritos religiosos de la fé católica, dijo el padre Molina Oliú.
Ayer en conferencia de prensa, el activista de las Comunidades Eclesiales de Base, Rafael Valdez, los sacerdotes Miguel D´Escoto,Uriel Molina y el sacerdote seglar, Félix Jiménez, leyeron un pronunciamiento de las actividades de la segunda jornada del Jubileo.
El comunicado leído señala en esencia el surgimiento de las comunidades eclesiales de base en 1966 cuando se fundó la parroquia San Pablo Apóstol por el padre español José de La Jara y otras religiosas de la orden de Maryknoll y la Asunción, que obtienen del obispo de ese entonces la autorización para fundar la parroquia en los barrios orientales de Managua, como un proyecto pastoral piloto, para esa fecha éramos la periferia de la ciudad.
Señala el comunicado leído que “la principal labor pastoral que este equipo lleva es organizar a la feligresía en pequeñas comunidades formadas por parejas de matrimonios que se organizan para tal fin en los diferentes barrios que componían la parroquia. Se parte para la organización de estas comunidades de la experiencia previa ya vivida por la comunidad de San Miguelito en la ciudad de Panamá, a donde viajan varias parejas para obtener experiencias y poderlas aplicar a nuestra propia realidad”.
Expresa “ que nacemos para ese entonces con el nombre de “Familia de Dios”, así nos llamábamos, hasta el año 1968, en que a partir de los resultados del CELAM en Medellín, Colombia, las comunidades dieron un salto cualitativo y comenzamos a llamarnos Comunidades Eclesiales de Base (CEB)”.
Expresa: “Antes de llegar a esta etapa, fuimos los primeros en Nicaragua en poner en práctica El Vaticano II, y se dieron transformaciones a lo interno de nuestras comunidades, como lo fue, la misa expresada en nuestra propia lengua y con el sacerdote de cara frente al pueblo, el uso de instrumentos musicales propios de nuestra cultura, la creación de la Misa Popular Nicaragüense y la participación de los seglares en la lectura y diálogo durante las celebraciones. También los seglares llegamos a ser parte del Consejo Parroquial en igualdad de condiciones con el párroco y religiosas de la parroquia, que para entonces ya no era solamente José de La Jara, sino también tres sacerdotes más llegados de España, entre ellos Felix Jímenez, que no ha abandonado su pasión por nuestras comunidades y todavía nos acompaña como seglar, y para que nos reuníamos, para la toma de decisiones en los aspectos más relevantes que tenían que ver con la vida de toda la parroquia, y sobre todo en cuanto a la pastoral de conjunto, que para entonces debatíamos”.
Agrega que “La gente de nuestras comunidades nunca había tenido una biblia en sus manos, mucho menos que la hubiera leído, por lo tanto significó el descubrimiento de la Biblia y comenzar a sentirnos como pueblo de Dios”.
Manifiestan en el comunicado leído del “salto que se produjo después de Medellín, significó el repensar a partir de la palabra escrita en la Biblia y de las experiencias habidas en Medellín, sobre las causas que ocasionaban pobreza, explotación, miseria y hambre entre construcción de su Reino. A partir de allí, nuestro texto base para analizar la realidad, juzgarla y actuar en consecuencia, fue el Evangelio y el libro del Éxodo y su mensaje liberador”.
Muchos de nosotros además de las lecturas bíblicas que nos hablaban de Jesús y de su amor apasionado por los pobres, pero no cualquier pobre, sino los que no tenían nada, los que eran excluidos y marginados por ser enfermos, por ser trabajadoras del sexo (para decirlo en términos modernos), por ser publicanos, cobradores de impuesto, y por lo tanto considerados paganos e impuros. La vida de Jesús fue para nosotros un ejemplo a seguir, si queríamos incidir en el cambio y transformación de las estructuras injustas que hacían posible entre nuestro pueblo situaciones semejantes, debíamos involucrarnos en la lucha que el pueblo llevaba en contra del tiranía de la época: Los Somozas y la élites que le apoyaban, y muchos fueron a esa lucha a partir de su fe, convencidos de que era ella las que los motivaba a enfrentar de forma decidida a la tiranía, estando claro de que ella (la tiranía) no era más que un instrumento de una fuerza mayor: el imperio gringo del cual había que liberar no solamente a Nicaragua, sino a toda América Latina.
De esta forma algunos fueron guerrilleros, otros colaboradores o simplemente simpatizantes, de tal forma que todos nos sentimos comprometidos a ser parte de ese proceso liberador que confirmaba nuestra esperanza de que era posible la construcción del Reino de Dios. En este camino algunos tuvieron que dar su vida.
Nos sentimos golpeados por la derrota de ese sueño en los 90, sin embargo nuestro ánimo no decayó y seguimos bregando y manteniendo viva nuestra esperanza, de la cual otras hermanas hermanos podrán hablar de la crisis que vivimos no solamente política sino también eclesial con nuestra propia jerarquía que nunca aceptó a nuestras comunidades como parte de la Iglesia Institucional, ni aún ahora la sigue aceptando.
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